La importancia de un mercado transatlántico

Los Estados Unidos son la primera potencia económica del orbe y, por ello, controlan las instituciones que dirigen el comercio y la economía mundial. Para mantener esa hegemonía, los EE.UU. deben dar mayor prioridad a la firma de acuerdos con los mercados del Pacífico y del Atlántico, similares a los ya firmados con México y Canadá. Enrocarse en un aislacionismo económico a cuenta de un hipotético rédito político interno podría ser perjudicial tanto para la economía como para la gobernanza económica del planeta.

La economía mundial está cambiando y, si se analizan las variaciones que están teniendo lugar en el PIB y en el comercio internacional, va a cambiar mucho más en los próximos años. Consecuencia directa de este proceso, señalan los expertos, será que las estructuras que ahora mismo controlan los sistemas financieros globales – FMI, G7 o G20,- tendrán que adaptarse si no quieren perder legitimidad en la gobernanza económica planetaria. La Unión Europea que junto a las otras grandes economías, Japón y Estados Unidos, ha ejercido hasta ahora el control de esa gobernanza, puede ver ese poder lastrado en el futuro debido a la heterogeneidad comercial que presentan sus miembros. Para evitarlo, lo lógico sería que los países europeos reforzaran aún más la unión comercial que los une, a la vez que acordaran priorizar el tipo de ‘partnership’ internacional que más convenga a toda la Unión. Aunque el mundo asiático pudiera ser una opción, no cabe duda de que la ‘calidad’ de la futura supremacía económica china nunca podrá competir con los EE.UU. Sin entrar en cuestiones de índole cultural, es al eje transatlántico hacia donde se están dirigiendo acertadamente los posibles acuerdos comerciales europeos para las próximas décadas.

Hace una semana, se reunían en la ciudad mexicana de Toluca los líderes políticos de los tres países que comprenden el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o NAFTA, si se prefiere en inglés, y cuyo espíritu es la base de los otros dos grandes tratados comerciales que negocia Estados Unidos actualmente: El Trans-Pacific Partnership (TPP), al que se adherirían al menos doce estados asiáticos y americanos; y el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) con la Unión Europea y cuyas negociaciones comenzaron en julio de 2013. Dentro de ese marco de cooperación transatlántica, aunque prácticamente desconocido por la opinión pública, es el acuerdo que Canadá y la UE llevan negociando desde 2008, el Canada–EU Comprehensive Economic Trade Agreement (CETA). En este último se han incorporado estipulaciones para que, de adoptarse el TTIP, ambos acuerdos sean complementarios. Por su parte, México debería ser agregado en un tratado similar al acordado con Canadá, lo que permitiría a la Unión alentar nuevas estrategias de inversión y de comercio con todo el mercado que supone NAFTA.

Si bien la UE ha comenzado ya a dar los pasos para mantenerse en la gobernanza económica internacional con la negociación de los tratados anteriormente mencionados, los EUA, por su parte, parecen más renuentes a agilizar la ratificación de los acuerdos. Aunque Obama siempre ha dicho estar a favor de este tipo de alianzas, lo cierto es que durante su primer mandato apenas las promovió. En este segundo, en el que el presidente ha dado señales de ser más intrépido con el tema, se ha encontrado con la oposición de su propio partido. Algunos congresistas demócratas han empezado a utilizar el aislacionismo económico como mensaje captador de voto para las próximas elecciones de noviembre. The Economist advertía el domingo pasado que de retrasarse la ratificación de estos compromisos por cuestiones de política doméstica, los Estados Unidos estarían haciendo al mundo 600 mil millones de dólares más pobre. De ser así, la gobernanza económica mundial ya habría empezado a cambiar.

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