Obama vuelve a España

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La visita in extremis del presidente de Estados Unidos sirve para calibrar en su justa dimensión unas relaciones bilaterales sobredimensionadas durante años, tanto en lo positivo como en lo negativo.

El madrugador anuncio del secretario de Prensa de la Casa Blanca ha confirmado esta semana que el presidente Barack Obama aprovechará su quinta y última cumbre de la Alianza Atlántica en Varsovia para viajar a España del 9 al 11 de julio. Cuando el Air Force One aterrice, le quedarán menos de doscientos días de mandato y de no haber encontrado hueco in extremis se hubiera convertido en el primer ocupante del despacho oval que no visitaba nuestro país desde los tiempos de la Administración Nixon.

La visita de Obama, que no se limita a Madrid, será la primera en los últimos quince años de un presidente de Estados Unidos, desde la primera gira inaugural de George W. Bush en junio de 2001 dentro de la llamada “diplomacia de amigos”. Todo dentro de una tradición que arranca, por supuesto, con el pionero encuentro de Eisenhower y Franco de 1959, que supondría un histórico antes y después para la política exterior de España en el contexto de la Guerra Fría.

Desde su toma de posesión en 2009 como primer presidente afroamericano de Estados Unidos, Obama ha visitado una docena de países europeos durante una treintena de giras internacionales. Esta agenda de viajes oficiales refleja claramente el final del foco eurocéntrico en la diplomacia estadounidense. Con la emergencia de una nueva prioridad internacional para Estados Unidos que la Administración Obama ha decidido fijar en Oriente con su política de Asia Pivot.

Por lo que respecta a España, desde hace varios años era evidente el deseo compartido de la Casa Blanca y Moncloa para cuadrar una visita, pero la oportunidad no terminaba de presentarse por diversas razones. El último problema esgrimido por Washington era la dificultad de los partidos políticos españoles para formar gobierno tras el final de la cultura de mayorías con que ha operado nuestra democracia desde la transición. Aunque al final, Obama se encontrará en España con un gobierno en funciones.

En cualquier caso, no es la primera vez que el presidente de Estados Unidos se interesa por nuestro país. El 11 de mayo de 2010, Barack Obama ya hizo algo bastante trascendental con respecto a España. Ante la inminencia de una catástrofe financiera mucho peor que la de Grecia, el ocupante del despacho oval llamó por teléfono al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para explicarle que la tierra no era del viento sino de Lehman Brothers y reclamar una “acción resolutiva”. También el pasado mes de septiembre, al recibir en la Casa Blanca al Rey Felipe VI, el presidente Obama reiteró que estaba “profundamente comprometido” en las relaciones “con una España fuerte y unida”.

Como mochilero de 26 años, según recuerda en su libro de memorias Dreams from my father, tuvo la oportunidad de pasar por España en 1988 en un periplo juvenil donde el verdadero destino no era otro que encontrarse a sí mismo. En esas páginas, Obama recuerda que durante un trayecto en autobús desde Madrid a Barcelona conoció a un temporero procedente de Senegal: “Solamente era otro hombre hambriento lejos de su casa, uno de los numerosos hijos de las viejas colonias. Y, sin embargo, cuando caminábamos hacia La Rambla, sentí que lo conocía mejor que nadie; que, aunque viniésemos de partes opuestas del mundo, de alguna manera hacíamos el mismo viaje”.

A ese capítulo personal, hay que añadir también la visita veraniega que su familia hizo a España en agosto de 2010. En esa ocasión, Michelle Obama y su hija Sasha fueron recibidas por Su Majestad el Rey Don Juan Carlos en el Palacio de Marivent. Sin olvidar, la posibilidad de que su hija mayor, Malia, trabaje este verano como becaria de excepción en la Embajada de Estados Unidos en Madrid, como parte de su gap year antes de iniciar estudios universitarios en Harvard.

El anuncio de la visita presidencial emitido por la Casa Blanca tiene el mérito de intentar explicar en una sola frase la percepción americana sobre las relaciones bilaterales con nuestro país: “La visita a España, un importante aliado de la OTAN, resaltará la robusta cooperación en materia de seguridad, una fuerte relación política y económica, y los lazos de larga data de pueblo a pueblo”.

En este sentido, el viaje debería servir para calibrar en su justa dimensión las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y España, sobredimensionadas durante años tanto en lo positivo como en lo negativo. Unos vínculos que han tendido a la hipérbole en ambos sentidos, desde el “siempre un bigote junto a ti” al profundo desencuentro sufrido durante la etapa del último gobierno socialista.

Como ha recordado el embajador de Estados Unidos, James Costos, “España es uno de nuestros aliados más antiguos y cercanos en temas que abarcan desde la defensa y la seguridad de nuestros ciudadanos, hasta el comercio y la inversión”. Una realidad de intereses compartidos en la cual España es “uno de los de más rápido crecimiento en Estados Unidos, con una inversión directa de casi 60.000 millones de dólares y filiales de empresas españolas que dan empleo a 81.000 trabajadores estadounidenses”. Mientras que Estados Unidos “es el mayor inversor extranjero en España”.

El embajador americano también ha destacado la “vibrante” vinculación entre los dos países en todo lo relacionado con cultura y educación. Cada año, más de 26.000 estudiantes estadounidenses eligen España para matricularse en el extranjero. Y más de 6.000 estudiantes y profesores de español participan en programas de intercambio educativo en Estados Unidos.

Sin olvidar la cada vez más estrecha cooperación en defensa y seguridad. Según el embajador Costos, “España ha acogido de forma permanente a personal militar estadounidense en su territorio desde hace más de 60 años como parte de su contribución a la seguridad global y europea y el fortalecimiento de las capacidades de la OTAN, en particular en materia de defensa de misiles balísticos”. Con mención especial para los 4.000 militares del Pentágono y los cuatro destructores de la Navy destinados en las bases de Rota y Morón.

La nueva superproducción de la Casa Blanca en España tendrá lugar dos semanas después de las repetidas elecciones generales convocadas para el 26 de junio, justo en plenas negociaciones para formar gobierno. En este sentido, Obama tendrá la oportunidad de sentirse un poco como en casa por la proliferación de discursos políticos delirantes a ambos lados del Atlántico.

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