Obama en España: más que una visita de cortesía

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Obama visitará España entre el 9-11 de julio. ¡Por fin! El viaje se ha hecho esperar –han transcurrido 15 años desde que en junio del 2001 George W. Bush visitara a su amigo José María Aznar–, y no han sido pocos los esfuerzos de la diplomacia española para lograrlo. Felicitaciones. Indudablemente el encuentro de los Obama con nuestros reyes en Washington el pasado mes de septiembre (cuando también asistieron al Foro de la Fundación Consejo España-Estados Unidos) fue el espaldarazo necesario para que se hiciera realidad. En palabras del embajador Costos este viaje “reforzará aún más nuestras ya de por sí fuertes relaciones bilaterales”.

En sus 8 años de mandato el presidente norteamericano ha realizado una veintena de viajes a Europa visitando 13 naciones. La importancia geoestratégica de España, las bases de Morón y Rota, nuestras inversiones en Estados Unidos, las relaciones con Iberoamérica, y el peso económico que tenemos en Europa son razones, entre otras, para que nuestro país no pasara como un paréntesis en su legislatura. Pero más allá de haber solventado lo que algunos pudieran haber entendido como una afrenta -o un desplante en léxico más suave- de no habernos visitado, la presencia de tan insigne mandatario debiera servir para relanzar el papel que España juega en el complejo tablero de las relaciones internacionales.

La actitud del entonces líder socialista permaneciendo sentado al paso de la bandera estadounidense durante el desfile militar del 2003 no fue, pese a lo argumentado en distintos escenarios, el motivo fundamental del pasajero desencuentro entre las dos naciones. Tampoco la retirada de las fuerzas españolas de Irak -los norteamericanos ya lo tenían asumido al ser parte del programa electoral del recién  elegido presidente-, sino la forma unilateral en que se realizó, sin coordinación con el resto de fuerzas aliadas, lo que supuso graves problemas de logística militar. El anuncio de tan drástica decisión en abril del 2004, fue una sorpresa para propios y extraños; incluso el período de la retirada, “entre 30 y 50 días”, para que las tropas “regresen a casa” resultaba precipitado. España dejaba de ser el aliado totalmente fiable que potenció la presidencia de José María Aznar.

Aquellos resquemores parecen totalmente superados. La firma por el propio presidente José Luis Rodríguez Zapatero en octubre de 2012 del convenio con Estados Unidos para la participación de España en el escudo antimisiles norteamericano, utilizando como centro las bases de Morón y Rota y posteriormente ratificados –pasando de temporal a permanente–y ampliados –se incrementaba el número de marines desplazados y material bélico– por el gobierno de Mariano Rajoy han calmado las otrora revueltas aguas. Morón es actualmente la base operativa de AFRICOM, el mando militar de los Estados Unidos para África y el Mediterráneo.

Más allá del TTIP (Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones) la seguridad será el asunto prioritario de las reuniones bilaterales; pero también se pondrán sobre el tapete otros temas en los que España puede y debe jugar con habilidad sus bazas. Fundamentalmente Cuba y la Unión Europea tras el “Brexit”.

El restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba ha abierto un nuevo marco de actuaciones en los que España debe jugar un papel protagonista. Si finalmente Hillary Clinton alcanza la presidencia, el camino que ha comenzado a recorrer Obama llegará hasta el deseado destino final. En tal caso, España bien pudiera convertirse en mediador respecto a temas relativos, por ejemplo, a derechos humanos. En cuanto a la Unión Europea, tras la deserción del Reino Unido, Washington ha perdido a su mejor aliado en este foro. Ese sillón ha quedado vacante y no parece que Francia ni Alemania, y dudosamente Italia, sean los candidatos preferidos.

 

 

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