¡Farewell, presidente Obama!

FRONTLINE "Dreams of Obama"

Fue en Filadelfia, capital del país en 1796, cuando comenzó la tradición del inquilino de la Casa Blanca de despedirse del pueblo americano. George Washington, al no buscar una tercera reelección a pesar de saber que la hubiese ganado, había establecido la regla no escrita, hoy ya ley, de que el jefe de Estado sólo concurriría a dos mandatos. El ‘Farewell Address’ o discurso de despedida presidencial es otras de las normas que sus sucesores en el ‘Bully Pupilt’ -como denominó Teddy Roosevelt a la presidencia,- han heredado. Un discurso, el del primer presidente, que sirvió para: a) sentar las bases de lo que debían ser la política internacional de la joven república, y que determinó el papel predominante del presidente en la actitud de Estados Unidos ante esa política internacional; y, b) advertir a sus conciudadanos de los peligros de la división partidista. A pocos días de su «jubilación» como cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, nos ofreció ayer una despedida digna del cargo que ha ocupado durante ocho años.

Como si de una estrella de rock se tratase, así comenzó Barack Obama su discurso de despedida. Con la música de «City of Blinding Lights» de U2, que tanto le acompañó en las elecciones de 2008, y agradeciendo a Chicago, la ciudad donde empezó todo, su apoyo y calor, el presidente se dirigía anoche por última vez al pueblo de Estados Unidos como mandatario en el cargo. Ante un público entregado que le pedía «cuatro años más», Obama reconocía que el contacto con la gente en su día a día le había hecho mejor presidente, pero sobre todo mejor persona. En un discurso emocional y cargado de referencias a la historia y al credo fundador del país, Obama rescataba la filosofía del excepcionalísimo estadounidense. Una singularidad que ha permitido a muchos llegar al «sueño americano» gracias a la capacidad de cambiar las cosas para que sean mejor. Esa es la capacidad que más ha visto el presidente saliente en sus conciudadanos, dar dos pasos hacia adelante, aunque también puedan dar uno atrás -en clara referencia a lo que sucederá al partir del 20 de enero.

Obama, como en otras ocasiones, ha vuelto a hacer una fuerte defensa de los logros de su presidencia: recuperación económica, creación de empleo, política de acercamiento al pueblo de Cuba, acuerdo con Irán, eliminación de Osama Bin Laden, reconocimiento del matrimonio gay y cobertura sanitaria para más de 20 millones de personas gracias a su ‘Patient Protection and Afforedable Care Act.’ El presidente ha asegurado que la nueva administración se encontrará con una transición tranquila, pero también con un país que es el más rico y poderoso del mundo. Un hecho logrado gracias a su diversidad y que seguirá siendo así si hay sentido de unidad y sentido común, a pesar de las diferencias políticas. Es precisamente ese, la dificultad de encontrar consenso, de ver que la opinión del otro puede ser buena, y de encerrase en una burbuja pensando que no hay margen para la equivocación, uno de los grandes problemas que Obama percibe en el país.

Hay otras dos grandes cuestiones sin resolver en opinión del presidente. Por un lado, a pesar de la recuperación económica, la realidad es que los ricos son más ricos y la gente que vive en los barrios pobres y las zonas rurales sigue sufriendo los efectos de la crisis. Una brecha que podría incrementarse cuando la mecanización haga el mercado laboral más selectivo. Para evitarlo, se tendrá que invertir muchos recursos en educación. De no hacerse, y aunque Obama no lo haya nombrado directamente, el populismo y la demagogia seguirán triunfando. Y por otro, la división racial. Obama reconocía que era un error asegurar que, tras su elección, se hubiera pasado a una América «post-racial». A pesar de que la situación es mucho mejor que hace 10, 20 o 30 años, las diferencias todavía existen. Por eso, defendía Obama, debe haber más leyes antidiscriminación en el empleo, en la residencia, en la educación y en el sistema judicial.

La parte más sensible del discurso vino al final, cuando reconoció haber sido todo un honor servir como comandante en jefe y expresó una inquebrantable fe en sus conciudadanos. Entre lágrimas contenidas, Obama reconocía el trabajo realizado durante estos ochos años por su mujer, Michelle Obama, quien, aseguró, había hecho de la Casa Blanca un lugar para todos. Con igual emoción recordó a sus hijas, Malia y Sasha, por haberse convertido en dos mujeres comprometidas, de las que se sentía un orgulloso padre. A Joe Biden, un hermano, y ya parte de la familia, le dio las gracias por su labor como vicepresidente. Igual reconocimiento fue para su equipo y todos aquellos que le ayudaron a llegar al 1600 de la Avenida Pensilvania. Obama dijo que dejaba la presidencia más optimista que cuando llegó, porque hay una nueva generación más altruista, generosa, creativa y patriota, que ha crecido con el ‘Yes, we can’, y que está dispuesta a llevar la democracia hacia adelante. Y con la canción “Land of hope and dream” de Bruce Springteen Obama ponía fin a su discurso y a la presidencia del primer mandatario afroamericano de Estados Unidos.

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