España: plató de Hollywood

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Aunque se reconocen títulos previos, es a partir de la década de los cincuenta cuando España cobra un interés destacado para la cinematografía estadounidense. Ello se debe a una relación compleja en la que ambas partes, las compañías productoras norteamericanas y el gobierno de Franco, obtuvieron mutuos beneficios. En lo que respecta al lado norteamericano, existía la imperiosa necesidad de liberar parte de los beneficios, ya obtenidos por estas productoras previamente mediante la exhibición de sus películas (bloqueados para su repatriación por el gobierno de España), con el procedimiento de reinvertir una porción de estos beneficios en el rodaje de nuevos títulos. Un procedimiento no exclusivo de nuestro país, sino también común a otros estados europeos de la postguerra.

Pero en este contexto España destaca frente a otros países de Europa por tres factores: en primer lugar, por la animosa colaboración mostrada por el gobierno de Franco, poniendo a disposición de los realizadores tropas y material bélico, tal y como resultó evidente en The Pride and the Passion (Stanley Kramer, 1956); en segundo lugar, por la notable reducción de los costes de rodaje, lo que permitía levantar grandes escenarios a precios relativamente reducidos, como los de 55 days at Pekin (Nicholas Ray, 1963) o The Fall of the Roma Empire (Anthony Mann, 1964), además de contratar a un volumen notable de extras necesarios para películas de corte bíblico. Finalmente, hay que señalar el descubrimiento de la variedad de paisajes en España que la convertía en una especie de continente en miniatura, donde era posible filmar desde escenas ambientadas en el desierto de Judea, como ocurría en King of Kings (Nicholas Ray, 1961), a otras en la taiga rusa, véase Doctor Zhivago (David Lean, 1965), sin necesidad de salir de las fronteras españolas.

En lo que respecta al lado español, y en concreto al gobierno de Franco, representaba una clara ocasión propagandística. La presencia de los paisajes españoles en las salas de cine de todo el mundo y en las revistas cinematográficas constituía una oportunidad única para salir del aislamiento y ostracismo que la comunidad internacional había reservado a los primeros gobiernos de Franco de la postguerra. No hay duda que esta avanzada de índole cultural discurría en paralelo al reconocimiento por parte de las instituciones internacionales de nuestro país, a la instalación de las bases norteamericanas y a la apertura a las inversiones de firmas extranjeras en España, como de un modo expresivo señala N. M. Rosendorf en el título de su monografía, con los rodajes norteamericanos en suelo español, Franco vendió España a América.

Todo ello llevaría a que España se considerase desde el punto de vista paisajístico un «continente en miniatura», utilizándose su suelo para rodar obras que transcurren en prácticamente todo el globo, salvo algunas excepciones como el África subsahariana, pero incluyendo países tan variados como Argentina, Egipto, Azerbaiyán, China y, por supuesto, los Estados Unidos, con títulos como Custer of the West (Robert Siodmak, 1967), El Condor (John Guillermin, 1970) o The Wind and the Lion (John Milius, 1975), siendo llamativo que las productoras estadounidenses hayan acudido a España para encontrar escenarios de historias que transcurren en su propio país. A ello hay que unir algunos largometrajes que transcurren bien sea en lugares mitológicos o fantásticos, que vieron en España un plus de originalidad y exotismo, como Clash of the Titans (Desmond Davis, 1981) o Conan the Barbarian (John Milius, 1982).

Estos rodajes se concentrarían alrededor de dos núcleos geográficos. Por un lado, la zona de Madrid, que no solo ofrecía las infraestructuras necesarias sino paisajes cercanos que permitían la filmación desde películas del Oeste hasta largometrajes de corte bíblico o del género bélico. También pronto se evidenciaron las posibilidades que ofrece el sureste de España, y en especial la provincia de Almería, donde se rodaron un número considerable de películas norteamericanas y posteriormente otras de coproducción italiana ambientadas en el Oeste norteamericano (las conocidas como spaghetti western).

El lector interesado podrá consultar el vídeo España: territorio de rodaje del cine estadounidense para ampliar conocimientos. Firmado por Víctor Aertsen, Agustín Gámir y Carlos Manuel, y presentado en el II Congreso Internacional entre España y Norteamérica (organizado por el Instituto Franklin-UAH, en colaboración con la División de Estudios Interdisciplinares de City College of New York y el Instituto Cervantes de Nueva York, en 2016), se trata de un vídeo de 14 minutos de duración en los que se analizan las cuestiones aquí planteadas, combinando clips de las películas, documentales de la época y una cartografía animada que facilita la descripción adecuada de lo brevemente comentado en estas líneas.

Escrito por Víctor Aertsen, profesor, investigador y crítico de cine. En la actualidad colabora con el grupo de investigación «Geografía y Cine» de la Universidad Carlos III de Madrid, dedicado al análisis de las relaciones entre espacio geográfico y espacio fílmico.

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