“#OscarsSoMale”: Hollywood ante el auge de los movimientos feministas

20 febrero

El ejemplo de las recientes ceremonias de entrega de los Globos de Oro y de los premios BAFTA permite presagiar que también la edición número 90 de los Oscar de Hollywood se teñirá de un marcado cariz reivindicativo. Si en años previos el foco de la protesta se situó en denunciar la inatención a la diversidad racial en la meca del cine, en este 2018 ha cobrado fuerza el impulso que, desde los centros o periferias de los movimientos feministas, viene a reclamar una mayor conciencia ciudadana, así como políticas activas, en referencia al acoso sexual y laboral o a la brecha salarial entre hombres y mujeres del sector audiovisual. De tal forma, iniciativas contestatarias del estilo del #OscarsSoWhite o el movimiento Black Lives Matter convergen en la actualidad con campañas, plataformas y/o manifiestos como #MeToo y Time’s Up. Aun cuando el escándalo Weinstein ha servido de indudable altavoz mediático en los últimos meses, la desigualdad por cuestiones de género no constituye un problema del presente, sino, más bien, una realidad estructural e histórica de la industria del entretenimiento en (y más allá de) los Estados Unidos.

Un recorrido por la propia crónica de los premios Oscar serviría para identificar los trazos firmes del sexismo en Hollywood. Desde su creación en 1928, estos célebres galardones cinematográficos apenas han reconocido a cinco mujeres como candidatas a la mejor dirección; siendo la primera de ellas Lina Wertmüller en una fecha tan tardía como 1977, y con una única ganadora, Kathryn Bigelow por The Hurt Locker (2010). En la edición de 2018 Greta Gerwig comparece como la quinta candidata a mejor dirección de la historia de los Oscar entre el habitual elenco de colegas masculinos. La raquítica presencia de realizadoras en este espacio de singular visibilidad (la dirección) no encuentra un contrapeso en otras categorías de los premios. Así, un estudio del Women’s Media Center fechado en 2017 recoge que en el período 2005-2016 las mujeres consiguieron un escaso 19 por ciento del total de las nominaciones no relacionadas con la interpretación.

Si bien los criterios puramente infraestructurales marcan una primera barrera para el pleno desempeño de la mujer en el cine, existen, asimismo, otras variables que requieren de un escrutinio constante. Una de estas dimensiones atañe a aquello que los estudios culturales denominaron “políticas de la representación”. Se trataría aquí de sopesar, desde criterios cualitativos e ideológicos, cuáles son los ámbitos y descriptores de la representación de las mujeres en el cine comercial estadounidense. La labor legitimadora de los premios Oscar resulta crucial a tales efectos. La nómina anual de películas nominadas y premiadas establece, por sí misma, una suerte de canon cinematográfico que se erige, al mismo tiempo, en un modelo ficcional sobre el que evaluar los conflictos del presente.

Basta una mirada parcial al contenido de las representaciones de la mujer en algunas de las películas presentes en los Oscar de 2018 para situar el debate acerca de la complejidad del sujeto femenino en el momento contemporáneo. Como ya lo fuera en Mad Max: Fury Road en la edición de 2016, en Blade Runner 2049 la mujer queda asociada a la posibilidad de un nuevo orden futuro, al surgimiento de una civilización (pos)humana y utópica, liderada por un emergente movimiento de resistencia; otra tipología resistente y de radical independencia queda encarnada en la Mildred Hayes (Frances McDormand) de Three Billboards outside Ebbing, Missouri; en ligero contrapunto con ambos prototipos femeninos, la Elisa (Sally Hawkins) de The Shape of Water se convierte en una heroína romántica a través de la superación de su vulnerabilidad y desposesión innatas. Por otra parte, en las protagonistas tanto de Molly’s Game (Jessica Chastain) como de The Post (Meryl Streep) es posible reconocer la alianza entre los supuestos valores de la femineidad y la lógica capitalista del “empoderamiento empresarial”. Ambos títulos demuestran, sin embargo, la dificultad de construir una narrativa sobre lo femenino desprovista de paternalismos y complejos edípicos (Molly’s Game) o de cierto oportunismo (no en vano, el cine de Spielberg se ha caracterizado a menudo por el sesgo misógino reconocible en muchos de sus personajes femeninos).

Si algo tienen en común la mayoría de filmes citados es que no fueron ni escritos ni dirigidos por mujeres. La labor de concienciación acerca de los abusos y desigualdades por condición de género se halla, por tanto, ante el desafío de trascender la asociación del compromiso político real con la moda de un feminismo inseparable de la cultura de las celebridades de Hollywood. La más que probable proliferación de alegatos pro-igualdad en el escaparate de los Oscar 2018 no debería ofuscar todos los campos de batalla para la consecución de unos derechos largamente negados a la mujer en la industria audiovisual. Entre estos retos destacan, como ya se ha indicado, la problemática del acceso a la industria y de un régimen salarial equitativo, así como la consolidación del cine comercial en cuanto “pedagogía pública” en torno a las cuestiones de género. A ellos cabe añadir el desmantelamiento del discurso androcéntrico de la crítica.

Se trataría, en definitiva, de poner en cuestión y ocupar cada uno de los espacios de creación y difusión del imaginario de lo femenino. Renovar antiguas estructuras y desaprender viejos imaginarios es el punto de partida hacia la apropiación y construcción del nuevo Relato acerca de la mujer en el cine.

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