De las Midterm Elections al «Veinte-Veinte»

Elections 2020

Me preguntaba ayer por la noche mi hija de trece años: “Papá, llevas unos días participando mucho en la radio y la televisión, pero todavía no me has explicado a mí qué es lo que ha pasado en estas elecciones de Estados Unidos. ¿Van a echar a Trump?” “No, hija. El nombre del presidente no estaba en las papeletas electorales,” le contesté yo, “pero los dos partidos mayoritarios se jugaban mucho. Además, aunque Trump no participaba, tanto republicanos como demócratas, incluso el propio presidente, han convertido estas elecciones en un referéndum sobre su persona.” “Y, ¿quién ha ganado y quién ha perdido?” me inquirió inocentemente ella. “Pues, según los resultados, todos han ganado… ¡y todos han perdido!”, sentencié. No sé si mi hija se quedó tranquila con la explicación que le di -aunque por los gestos de su rostro parecía que no-. Como con mi hija, tampoco sé si los estadounidenses y sus dirigentes políticos se encuentran satisfechos tras los comicios del martes. Los que esperaban desbancar a los republicanos de las instituciones (Senado, Cámara de Representantes, y cargos de gobernador) aupados por una “ola azul” sostenida sobre corrupción, escándalos de todo tipo y el movimiento #MeToo se han topado con un “muro rojo” en la impenetrable América profunda. Por otro lado, los que defendían el Trumpismo de MAGA, auspiciado por los excelentes resultados económicos y de datos de empleo, se han visto superados por una sociedad cada vez más dividida entre las costas y el interior, entre las ciudades y las zonas rurales, entre quienes tienen estudios superiores y quienes no los tienen. Esa es, quizás, la lectura (y el gran drama) de las elecciones: una sociedad dividida y, por el momento, difícilmente reconciliable.

Diversos analistas españoles han hecho observaciones muy acertadas de estas Midterm Elections o elecciones de medio mandato y de lo que puede pasar tras ellas. De sus opiniones se desprende que nunca antes se había producido seguimiento tan extenso sobre las mismas y, de no coincidir con la sentencia del Supremo sobre las hipotecas aquí en España, posiblemente las Midterm se hubieran convertido en la noticia más importante de la semana en nuestro país -al menos a nivel internacional, así ha sido. El motivo de este éxito no es otro que el carácter plebiscitario que se les ha querido dar, primero por el propio presidente Trump, y, desde luego, por el Partido Demócrata. Al final, y todavía con algunos puestos sin cubrir por la proximidad entre los candidatos, lo que podría llevar a nuevos recuentos, como en el caso del puesto de senador por Florida, o incluso a una segunda vuelta, como en el caso de la plaza de gobernador de Georgia, queda claro que los demócratas obtienen la Cámara de Representantes y que los republicanos mantienen y aumentan su poder en el Senado. Además, el GOP se alza con la victoria en numerosos puestos de gobernador, eso a pesar de que un estado tradicionalmente rojo como es Kansas haya elegido a la demócrata Laura Kelly como su gobernadora, y arrebata numerosos puestos en el Senado a los incumbent demócratas. Por su parte, el partido del asno, y este es un dato interesante para el “veinte-veinte”, recupera votos en el Rust Belt o cinturón del acero que en las elecciones de 2016 abandonó su enraizado posicionamiento azul por el populismo de Donald Trump.

La pregunta que nos ronda a todos es: y tras estas elecciones, ¿qué? Todos los dirigentes desde, Nancy Pelosi, hasta Mitch McConnell, pasando por el presidente Obama y el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, han llamado a la unidad. Sin embargo, Trump, al que se le pide, incluso desde su propio partido, que modere el tono de sus intervenciones, ya ha dejado muy claro tras su rueda de prensa de análisis de las elecciones que, si los demócratas (mal)gastan sus energías en iniciar investigaciones o procesos de impeachment en vez de centrarse en resolver los problemas de los estadounidenses, le tendrán en contra a él y al Partido Republicano. Se presenta, pues, una oportunidad para el Partido Demócrata que se puede convertir en un arma de doble filo: por un lado, centrarse en sacar adelante políticas sociales abandonadas tras los años de mayoría republicana en el Congreso, o cumplir su promesa de iniciar la destitución del presidente o de algunos de sus nombramientos (caso del juez Brett Kavanaugh), abandonando cualquier atisbo de entendimiento con los rivales. Ambas le pueden pasar factura política en dos años porque el rehúso senatorial y el veto presidencial podría derivar en un bloqueo político muy similar al vivido por Obama y que acabó perjudicando al Partido Demócrata en 2014 y 2016.

Pero no todo son malas noticias para los demócratas: estas elecciones dejan una participación más alta de lo habitual, lo que les beneficia, y en la que más jóvenes, más mujeres y más miembros de minorías se han inscrito para participar o han sido candidatos. Tres grupos a los que debe prestar especial atención en 2020. Si, además, son capaces de volver a cautivar a la clase trabajadora de los Grandes Lagos, y de conseguir el voto de ese grupo de republicanos moderados con formación académica alta y que dista mucho del votante tradicional de Trump, a lo mejor podrían recuperar cotas de poder que, a día de hoy, parecen muy bien amarradas por el populismo del presidente y de gran parte del republicanismo. Quizás para entonces sí que mi hija podrá entender quién ha ganado y perdido en unas elecciones de Estados Unidos.

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