Diplomacia en bañador, sonrisas Pepsi y el accidente nuclear de Palomares

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El 8 de marzo de 1966, casi dos meses después del accidente aéreo que provocó la caída de cuatro bombas nucleares estadounidenses en la pedanía de Palomares (Almería), el ministro de Información y Turismo español, Manuel Fraga Iribarne, y el embajador norteamericano en España, Angier Biddle Duke protagonizaban el célebre «baño de Palomares». Portadas de periódicos de todo el mundo les mostraban sonrientes y saludando a cámara desde dentro del mar almeriense -demasiado frío para ser placentero-, en bañador.

El baño fue diseñado como un anuncio publicitario con la apropiación de estrategias de marketing usadas por las más grandes firmas americanas, como Pepsi-Cola, Coca-Cola o las industrias tabacaleras. Y, como campaña publicitaria, fue un éxito. El éxito mediático de la imagen propició la aparición de apodos como «el baño más celebrado de la era nuclear» y llevó a compararlo, en inmortalidad, al baño de Cleopatra y, en popularidad, a la Mona Lisa por el número de copias circuladas.

El eslogan que acompañaba a la fotografía era «Fraga Iribarne y Biddle Duke: el símbolo de la seguridad». Es decir, la intención del baño era convencer al público nacional e internacional de que la costa de Almería era segura y no había rastro de contaminación radiactiva en ella. El baño del Ministro de Información y Turismo en las aguas de Palomares acompañado del embajador de EE.UU. fue un espectáculo mediático, parte de un plan de comunicación conscientemente preparado, con tres objetivos: calmar los ánimos en España sobre Palomares, mejorar el turismo en la zona, y alentar la compra de pescado y verduras de la zona afectada, tanto desde el extranjero como desde otros lugares de España.

Los tomates, las judías, los pepinos, las gambas y los salmonetes eran los ingresos principales de los trabajadores de Palomares, junto al turismo creciente desde principios de los años sesenta. Pero después del accidente los turistas empezaban a pedir garantías de seguridad, las agencias turísticas francesas estaban reportando cancelaciones, y los alemanes estaban empezando a usar contadores Geiger para inspeccionar los productos de la huerta española. Las garantías ofrecidas por la Atomic Energy Comission y publicadas por la prensa internacional no eran suficientes. Hasta en la Cámara de los Comunes del Reino Unido se discutió la preocupación por la seguridad de los turistas británicos que viajaban a la Costa del Sol, ahora rebautizada en los medios internacionales como «Costa Atómica». Pese a las declaraciones públicas del ministro de Asuntos Exteriores británico Walter Padley que aseguraba que «habrá en España este año más ingleses que nunca», el ministro de Información y Turismo y el embajador de EE.UU. convinieron que hacía falta hacer algo «dramático».

La idea vino de la mujer de Duke, Robin Chandler Lynn. Lynn había trabajado como directora del Departamento de Relaciones Públicas y Publicidad de Pepsi-Cola. Había liderado la campaña de marketing internacional en la gran ofensiva que la empresa propulsó contra su competidora Coca-Cola durante las llamadas Pepsi-Coke-Cola wars. Estas campañas se habían librado a golpe de imágenes que asociaban el producto a jovialidad y salud y a través de las cuales sonrisas congeladas estaban penetrando dominios domésticos en todo el mundo.

Nota de prensa de la Embajada de Estados Unidos con la descripción de la visita del embajador Angier Biddle Duke el 8 de marzo de 1966

El baño constituyó una poderosa imagen para desplazar a otras como las ristras de soldados estadounidenses rastreando el área ataviados con trajes blancos completos, botas altas de caucho, máscaras de gas y contadores Geiger. Pero el mensaje que había detrás de la difusión del baño era perversamente desinformador: una bomba permanecía perdida en el mar -no se sabía si intacta o no-, los derrames radioactivos conocidos hasta entonces se habían producido en el suelo, no en el mar, y las aparatosas tareas de descontaminación seguían activas. Además, el peligro de la contaminación radiactiva emergía, sobre todo, de la exposición mantenida que podían sufrir los habitantes de la región por la ingestión de víveres contaminados o inhalación de aerosoles, no de un baño ocasional.

Duke, que jugó un papel crucial en todo el plan de comunicación del accidente de Palomares, mantenía una relación como mínimo monetaria con otras campañas y estrategias públicas famosas de invisibilización del riesgo: era heredero de parte de la fortuna de la American Tobacco Company, compañía que había trabajado activamente para hacer públicamente invisibles los efectos sobre la salud del humo del tabaco. Como el historiador Robert Proctor ha demostrado en su fabuloso y ya clásico trabajo, Cancer Wars: How politics shapes what we know and don’t know about cancer (1995), en estas campañas de publicidad, las compañías pretendían construir una sensación de seguridad en el consumidor asociando, a través de la imagen, el hecho de fumar con salud, juventud y belleza, usando a menudo la autoridad de médicos y el glamour de estrellas de cine o personalidades conocidas para transmitir un mensaje que apaciguara la sensación de riesgo.

El baño de Fraga fue explícitamente pensado, pues, para ratificar a través de una imagen las afirmaciones oficiales y repetidas que no existía ningún peligro para la salud pública en Palomares, que era plenamente seguro bañarse y que la zona estaba completamente libre de vestigios radiactivos, negando el riesgo de contaminación. La eficacia del baño fue alabada por numerosos medios y motivo de sátira en otros, pero la mayoría resaltaron su éxito, eficacia y originalidad como estrategia diplomática. Una estrategia diplomática que trabajó activamente para la invisibilización del riesgo asociado a la radiación.

 

Escrito por Clara Florensa, profesora asociada en Escoles Universitàries Gimbernat (EGU), adscrita a la Universidad Autónoma de Barcelona y autora del capítulo «James Bond, Pepsi-Cola y el accidente nuclear de Palomares (1966)» incluído en el libro De la Guerra Fría al calentamiento global Estados Unidos, España y el nuevo orden científico mundial Lino Camprubí, Xavier Roqué, Francisco Sáez de Adana (eds.) 

En la página web del Instituto Franklin-UAH se puede consultar la Biblioteca de Estudios Norteamericanos del Instituto Franklin-UAH, el repositorio de fotografías EEUU-España en el siglo XX y sus publicaciones.

Fotografías acerca de la Bomba y el baño de Palomares 

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