Congreso en femenino: Las mujeres rompen sus barreras

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Desde la primera ola feminista a principios del siglo XIX hasta hoy, la mujer estadounidense ha ganado importantes batallas en la igualdad de derechos y oportunidades. Sin embargo, diversos indicadores demuestran una todavía existente desigualdad en lo relativo al salario, la discriminación sexual, la carga familiar y doméstica, y lo que es aún más importante, la violencia contra la mujer. La igualdad de derechos y oportunidades forma parte del ideario y la motivación de las mujeres políticas en los Estados Unidos. Son verdaderas barrier-breakers inspiradas por las mujeres que hicieron historia. 2018 pasó de ser el año de la mujer- o uno de tantos- a ser el inicio de la década de la mujer. Ahora el fenómeno se engrandece hasta convertirse en la cuarta ola feminista.

En una primera ola, las sufragistas norteamericanas marcaron y simbolizaron para siempre la lucha de las mujeres en la igualdad de derechos. Susan B. Anthony y Elizabeth Candy Stantona, través de la creación del Asociación Nacional América por el Sufragio de la Mujer en 1869, movilizaron a las masas y consiguieron finalmente en 1920 el voto para la mujer en EE.UU. Vestidas de blanco encabezaron la lucha. Una simbología que está todavía hoy presente en el Congreso.

La segunda ola (1960-1990) se asocia directamente a la liberación sexual de la mujer, a la píldora anticonceptiva y al planteamiento de su papel de madre y esposa. Todo ello propulsado por la publicación del libro The Feminine Mystique de Betty Friedan. El libro, toda una revolución para su época, cuestionaba el patriarcado y hablaba por primera vez de un sentimiento que muchas mujeres amas de casa sentían, el llamado «malestar que no tiene nombre».

Asimismo, en los años 60 se creó la fundación NOW (1966) aún vigente hoy y que emprendió de manera activa la lucha por la igualdad de derechos de la mujer. En 1968 Shirley Chisholm fue nombrada la primera mujer afroamericana en el Congreso de los EE.UU., donde solo había 9 afroamericanos, y 11 mujeres de 435 congresistas. Chisholm resaltaba con su identidad como bandera: «I am black and proud… I am a woman and equally proud…» Hablaba de desafiar los núcleos de poder y de rediseñar la sociedad estadounidense desde la multiculturalidad. Su discurso sigue actualizado y es referencia para mujeres como la joven congresista por Nueva York, Alessandria Ocassio-Cortez.

La tercera ola en los años 90 estuvo marcada por la visibilización del acoso sexual con el caso de Anita Hill. Un tema que se actualiza más próximo a nuestros días a través del movimiento #MeToo dando lugar a esta posible cuarta ola en la que se rompe el silencio y se expande de manera global a través de las redes sociales en 2018. La gran diferencia es el sentimiento de solidaridad creado entre mujeres que han estado expuestas a situaciones de discriminación sexual y que ha derivado en un nuevo término en España: sororidad. La marcha de Washington del 21 de enero de 2017 en protesta por el presidente Trump fue la semilla para que muchas mujeres emprendieran carrera política y que se viera una repercusión directa en las elecciones de mitad de mandato en noviembre de 2018, cuando se alcanzó la cifra histórica de 131 congresistas elegidas.

¿Es posible una mujer presidente de los Estados Unidos?

Después de la derrota de Hillary Clinton a la presidencia de los Estados Unidos, muchos se plantean si Estados Unidos estará preparado algún día para tener una mujer como presidente. En el caso de Hillary, como sabemos, los factores para su no-elección fueron diversos -como los errores su campaña política, entre otros- pero no debemos olvidar que también influyeron cuestiones relativas al hecho de ser mujer.

Como se profundiza en el libro Hillary. El poder de la superación, la trayectoria profesional y personal de la demócrata estuvo marcada por un examen constante en el que se la juzgaba por cuestiones ajenas a su formación o su experiencia, tales como su manera de hablar, de vestir, o de moverse. Cuestiones subjetivas sobre si gustaba o no, llegando a asociarle el concepto de «likability», y que ayudaron a construir una mala imagen de una candidata percibida como ambiciosa, gritona y prepotente -cualidades todas, por cierto, positivas en el hombre.

Probablemente Hillary tampoco estuvo acompañada de un contexto histórico-temporal favorable. En este momento el número de mujeres con grandes liderazgos están irrumpiendo con fuerza en la escena política y el futuro se presenta esperanzador.

En 2008 EE.UU. superó una de sus barreras (y complejos) eligiendo a su primer presidente afroamericano. Queda pendiente saber cuándo y quién será aquella que rompa la próxima barrera.

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