Siri Hustvedt, premios literarios y feminismos

En los últimos años, con la tendencia mayoritaria de auge en el movimiento feminista, se ha llamado la atención acerca del bajo porcentaje de mujeres ganadoras de premios culturales prominentes, los cuales nunca alcanzan una representación femenina equitativa. La semana pasada, en lo que parece una respuesta a estas críticas, se ha entregado el Premio Princesa de Asturias de las Letras a la autora estadounidense Siri Hustvedt, en palabras de Santiago Muñoz Machado, presidente del jurado y director de la Real Academia Española, por su trato de “aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de raíz feminista”.

Hustvedt ha sido la octava mujer en recibir este galardón de un total de 43 entregados, lo que suma un porcentaje de mujeres de menos del 20 % en la historia del premio desde su primera entrega en 1981. En esta misma tendencia, Hustvedt ha sido también este año la cuarta mujer en obtener el Charles Veillon European Essay Award desde 1975. Además, el año pasado, tras 10 años consecutivos de hombres galardonados, el Princesa de Asturias de las Letras también fue entregado a una mujer, a la autora Fred Vargas, quien curiosamente ha optado por un pseudónimo de sonoridad masculina frente a su más femenino Frédérique, como han hecho a lo largo de la historia otras autoras para evitar estereotipos de género desde George Eliot a J. K. Rowling. La creciente representación de las mujeres en los premios literarios se puede entender sin duda como una tendencia positiva de la lucha feminista en la actualidad, con un incremento de las mujeres en el ámbito político y con movimientos como el 8M y el #MeToo ganando visibilidad.

La obra de Siri Hustvedt es extensa, cubriendo desde la poesía hasta el ensayo, sin olvidar sus exitosos seis títulos de ficción, que han sido traducidos a más de 30 idiomas. Entre ellos están Los ojos vendados (1992) y Todo cuanto amé (2003), novelas que se aproximan a la experiencia humana del interés romántico, el arte y, sobre todo, la exploración del psique desde el thriller. Hustvedt nos ofrece mujeres más complejas que aquellas a las que nos ha acostumbrado la narrativa tradicional, focalizando su trabajo en dar visibilidad a las emociones silenciadas que las mujeres sufren en la sociedad patriarcal.

En lo que respecta a su trabajo ensayístico de no ficción, Hustvedt es más conocida por su obra La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (2016), editada en España por Planeta, en la que trata temas en los campos del arte y la ciencia, como bien dice Muñoz Machado, aportando siempre un enfoque feminista desde una visión subjetiva. El trabajo de Hustvedt habla sobre la cultura en los tres apartados de este volumen explorando los sesgos de género con los que siempre se ha juzgado el mundo, en particular el arte y la literatura. La autora se embarca en este proyecto desde una clara subjetividad, no tan común en la escritura académica sobre el arte pero que forma parte de una tendencia muy presente en los autores estadounidenses. Podemos encontrar exploraciones de la identidad similares en otras autoras estadounidenses como Chris Krauss y Maggie Nelson, quienes también han escrito extensamente sobre arte, feminismo e identidad, reconociendo el género de autoficción con mayor disposición que Hustvedt, a quien tal clasificación de su obra no parece agradarle.

Los premios literarios y la relevancia de los mismos son un foco central de la cultura global y, por tanto, de quiénes son las personas que la lideran e incluso controlan. Tal vez lo más interesante del modo en que premios literarios como el Princesa de Asturias de las Letras o el National Book Award van incluyendo cada vez más mujeres entre sus listas de galardonadas, es la oportunidad que se nos brinda para esperar un futuro mejor y más inclusivo, donde cada vez se rompan más los moldes del sistema hegemónico tanto en el arte como en las ciencias.

Esta posibilidad de abrir más la ventana de lo que cabe dentro del reconocimiento cultural hegemónico es también una crítica que se ha venido haciendo durante mucho tiempo dentro del movimiento feminista a aquellas autoras blancas y en su mayoría heterosexuales, que proceden de un claro privilegio económico y social (como es el caso de Hustvedt). Jessa Crispin, aunque criticada por la carencia de una solución proactiva en su pensamiento, ofrece una objeción bastante popular al feminismo liberal, argumentando que la autodefinición de feminista, en muchos casos, “no tiene nada que ver con el feminismo, sino con un intento de individualizarse […], no hay en muchas de ellas ninguna inquietud por los desfavorecidos o por la posibilidad de cambios estructurales o institucionales de la sociedad”.

La crítica de Crispin es dura y generalizada. Sin embargo, pone de manifiesto la importancia del cambio sistémico y la necesidad de una búsqueda de transformaciones estructurales desde la interseccionalidad. Quizá, en poco tiempo, podamos ir más allá de entender los galardones literarios como una simple respuesta carente de trasfondo a una moda social, y el próximo premio que celebremos sea uno a autores más contraculturales como Silvia Federici, Virginie Despentes, Roxane Gay y Paul B. Preciado.

 

Escrito por Laura Álvarez Trigo. Estudió Comunicación en IE Universidad y tiene un máster en Literatura Moderna y Contemporánea por la Universidad de Londres, Birkbeck. En la actualidad es profesora de inglés y realiza el doctorado en Estudios Norteamericanos en el Instituto Franklin-UAH. Sus áreas de interés e investigación son los medios de comunicación, el feminismo y la literatura norteamericana.

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