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El Día de (los buenos y malos) Presidentes

860x520 15 Feb El Día de (los buenos y malos) Presidentes

Este es el mes en el que vinieron al mundo dos de los más importantes presidentes de Estados Unidos. George Washington nació el 22 de febrero de 1732, cuando Virginia no era más que una colonia británica. Abraham Lincoln, por su parte, lo hizo el 12 de febrero de 1809, trece meses después de que entrase en vigor la Ley que prohibía la importación de esclavos. Para conmemorar el nacimiento de ambos se instituyó el tercer lunes de febrero como el Día de los Presidentes.

Existe un curioso debate en Estados Unidos sobre si la fiesta que hoy celebran rememora el nacimiento de George Washington en exclusividad, si ese privilegio le corresponde a Abraham Lincoln, también nacido en febrero, o si, por extensión, se trata de un reconocimiento a cada uno de los, hasta el momento, cuarenta y cuatro presidentes que ha tenido la Unión. Lo cierto es que, aunque algunos estados celebren los ‘cumpleños’ de Washington o Lincoln, o de ambos, el tercer lunes de febrero es, desde 1971, el Día de los Presidentes o President’s Day. En esta fecha en la que se ensalza la figura del jefe del estado, no parece justo reivindicar dicha figura junto a la de algunos de los más nefastos mandatarios que ha tenido el país. Aprovechando el día de hoy, tercer lunes de febrero, haré un breve recorrido por los considerados como los tres ‘mejores’ y los tres ‘peores’ presidentes. Aunque sé que es una tarea parcial –incluso Kennedy, siendo inquilino de la Casa Blanca, y ya reconocido historiador, se negó a evaluar a sus antecesores por la dificultad que conlleva el cargo,- y que no ha habido tiempo en términos históricos para juzgar a los dos últimos presidentes, me he permitido seguir la elección que 2015 realizó la American Political Science Association para justificar, a parte de mi apreciación personal, mi elección.

Tanto para historiadores como para politólogos, e incluso para la ciudadanía, los más grandes presidentes han sido, sin duda, Abraham Lincoln, George Washington (estos dos alternándose en el primer y segundo puesto, dependiendo de los estudios) y F.D. Roosevelt. Al igual que Cincinato (general, cónsul, y dictador romano), los tres se vieron obligados a tomar decisiones políticas, casi dictatoriales, en circunstancias muy adversas. Washington fue la figura clave en la construcción nacional y en la adopción de una constitución que, enfatizando la unidad en la realidad federal, al mismo tiempo reconocía una carta de derechos fundamentales a los ciudadanos y a los estados. Lincoln tuvo que sortear o circunvalar, como dicen en inglés, la propia constitución para poder gobernar de forma ejecutiva, en ocasiones sin el consentimiento previo del Congreso. Y Roosevelt, inmerso en una época de totalitarismos, utilizó su autoridad presidencial para que ese mismo poder legislativo aprobase medidas de carácter social muy alejadas del pensamiento estadounidense de la época. El reconocimiento a estas figuras encajaría perfectamente en la fiesta de hoy.

También ha habido presidencias nefastas –algunas de ellas demasiado recientes como para todavía ocupar un puesto en las distintas encuestas. Hay tres presidentes que aparecen repetidamente en la parte baja de esos sondeos: Andrew Johnson, Warren G. Harding y James Buchanan. Johnson, sureño unionista y eclipsado por la figura de su predecesor, fue un presidente que se opuso a la decimocuarta enmienda  y a la abolición de los ‘Black Codes’, muchos de ellos en activo hasta la adopción de las Leyes de los Derechos Civiles. La presidencia de Harding ha pasado a la historia por el aislacionismo estadounidense, los casos de corrupción, la desregularización de los mercados –que llevaría a la crisis del 29,- y sus escándalos personales. Buchanan, por su parte, mantuvo una actitud indolente ante el conflicto seccional que suponía la esclavitud para Estados Unidos. Su calamitosa presidencia terminaría en uno de los episodios más sangrientos de la historia estadounidense. No parece justo, pues, que estos puedan tener reconocido sus servicios al país en el día de hoy.

Sin embargo, celebrar a todos los presidentes, buenos o malos, fuertes o débiles, representa un reconocimiento a la complicada tarea de residir en el 1600 de la Avenida Pensilvania de Washington DC. La opinión de los expertos y de la ciudadanía ha variado y variará según se conozcan y sea posible comparar las diferentes presidencias. Sin ir más lejos, en los últimos años presidentes que al finalizar su mandato no estaban entre los más valorados han ido escalando peldaños en las distintas listas. Ese es el caso de Eisenhower y Clinton, quienes hoy están entre los 10 primeros, cuando en listas como la archiconocida selección de Arthur M. Schlesinger jr. de 1996, aparecían muy por debajo (décimo y vigésimo respectivamente). Ronald Reagan es otro ejemplo de cómo el paso de la historia y la visión a distancia de una presidencia puede variar la opinión de los expertos y de los estadounidenses. Si en 1996 el ‘Gran Comunicador’ estaba en mitad de la tabla, dentro de los presidentes considerados como ‘average’, hoy, tras la resurrección de su legado por parte de los nuevos dirigentes republicanos, Reagan se alzado hasta la undécima posición. En todo caso hoy es (otro) gran día para la democracia de esa nación.

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