Cuenta la leyenda que en el año 1961, el editor Martin Goodman, encomendó a Stan Lee, Director Artístico de la editorial entonces llamada Atlas Comics, la creación de un nuevo grupo de superhéroes en respuesta al éxito que DC Comics tenía en aquel momento gracias a la renovación de sus personajes superheroicos y, más concretamente, a la Liga de la Justicia de América, serie en la que se narraban las aventuras de un superequipo formado por los principales personajes de la editorial. Lee, que contaba en ese momento con casi 40 años y llevaba trabajando en el mundo del cómic desde los 17, no estaba muy convencido con ese encargo porque estaba un poco cansado de un medio en el que se trabajaba mucho y se ganaba poco dinero y, especialmente, de la política editorial del momento que consistía en la creación de series encuadradas en los géneros que estuvieran de moda en ese momento. Por ese motivo, el autor estaba pensando en abandonar la editorial y dedicarse a otras labores, entre las que estaba el sueño de escribir «la Gran Novela Americana». Fue Joan, su mujer (fallecida en julio el año pasado) quien le convenció que aceptara el encargo y que, dado que iba a ser el último cómic que iba a hacer, diera rienda suelta a su creatividad y experimentara a la hora de escribir ya que no tenía nada que perder.
El resto es historia: en noviembre de 1961, ya bajo el sello editorial de Marvel Comics, nacían Los 4 Fantásticos, serie en la que Lee con la inestimable colaboración del artista Jack Kirby, dio un vuelco a la idea convencional del superhéroe, creando un grupo de personajes que no solo no llevaban máscaras ni tenían identidad secreta, sino que en su dinámica como grupo eran tan importantes las aventuras fantásticas que les llevaban a luchar contra el supervillano de turno, como las relaciones personales entre unos personajes que estaban unidos por lazos familiares, amorosos o de amistad. El éxito de la serie abrió un periodo de inmensa creatividad, ya que en solo tres años, Lee crearía algunos de los personajes más icónicos de la editorial como El Increíble Hulk, Ant-Man, Iron Man, La Patrulla-X, Spiderman, Daredevil o Los Vengadores, siempre con la colaboración de artistas que fueron muy importantes en el proceso creativo como el propio Kirby, Steve Ditko o Bill Everett.
El éxito fue prácticamente inmediato, de manera que, en el año 1968, Marvel Comics vendía más de 50 millones de comic-books al año. Un éxito cimentado por el hecho de que en el mismo mes el lector podía viajar con Los 4 Fantásticos a territorios inexplorados como «La Zona Negativa», encontrar historias que hablaran sobre el prejuicio y el racismo, representadas por la persecución de los mutantes, en La Patrulla-X (tanto Lee como Kirby, sus creadores, eran de origen judío), o empatizar con la vida de un adolescente Peter Parker y las dificultades derivadas de sus múltiples problemas económicos, familiares (fundamentalmente la salud de su tía May) y amorosos. Esta variedad y la posibilidad de tratar otros temas fuera de la lucha superheroica de turno permitió aumentar la edad de un género, inicialmente considerado como infantil, de forma que a finales de los años sesenta y principios de los setenta, los cómics Marvel se leían de forma masiva en la universidades de los Estados Unidos. Esto permitió que Lee empezara a escribir historias directamente dirigidas a esos jóvenes lectores, como su famosa trilogía de las drogas publicada en los números 96 a 98 de The Amazing Spider-man en 1971 en la que advertía del peligro del consumo de estupefacientes. Un tema para el que posiblemente la industria del cómic no estaba preparada en ese momento, como prueba el hecho de que tuviera que salir a la venta sin el sello de aprobación del tristemente famoso Comic Code, pero que Lee consideró tan importante que no dudó en publicarlo de todas maneras.
El éxito de los cómics Marvel supuso que Stan Lee nunca escribiera «la Gran Novela Americana» con la que siempre había soñado. Pero a cambio creó algo todavía más grande: todo un Universo construido a partir de su concepción de las historias que aparecían publicadas en las diferentes series como parte de un único escenario regido por un concepto novedoso en aquel momento como la continuidad. Lee, con la ayuda de Kirby y Ditko a los que no conviene olvidar, creó una mitología, un plantel de personajes que se puede equiparar a un panteón de dioses en su capacidad para reflejar los más altos ideales de la sociedad estadounidense en la que fueron creados, pero a los que Lee añadió una vulnerabilidad que permite que también muestren muchas de sus debilidades. Este carácter mitológico y social, hace que sus creaciones hayan pervivido en el imaginario durante más de 50 años y, hoy en día, en estos tiempo tan definitivamente ambiguos, estén más presentes que nunca.
Como sucedió hace unos años con Jack Kirby y hace unos meses con Steve Ditko, ayer se nos fue Stan Lee. Pero como sucede con los grandes creadores, siempre nos queda el placer de sentarnos en nuestro sillón favorito y disfrutar de alguna de sus maravillosas historias y del universo de ficción que nos legaron. Excelsior!