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Navidades en la Casa Blanca

Christmas Tree

Aunque es tradicional que el director del Instituto Franklin-UAH haga un resumen de lo acontecido en este 2018, me he decantado por dejar tal recapitulación para principios del 2019. En este último Diálogo Atlántico del año, he preferido centrarme en señalar algunas curiosidades de cómo la Navidad se ha celebrado en la Casa Blanca. Esas solemnidades presidenciales de la Natividad de Nuestro Señor han sido tan importantes, que incluso han llegado a influir en cómo se celebran hoy en día las fiestas navideñas en muchos hogares de los Estados Unidos.

 

Quizás la Navidad no sea en los Estados Unidos una fiesta tan familiar como es el Día de Acción de Gracias. Desconozco el motivo, aunque quizás esté en que, en las trece colonias americanas originales, los puritanos no hacían una fiesta del nacimiento de Cristo, algo que identificaban con la tradición católica y romana. Es más, en 1659, la colonia de Massachusetts pasó una ley anti-Navidad señalando que: “Whosoever shall be found observing any such day as Christmas . . . shall pay for each offense five shillings as a fine to the country.” La ley fue eliminada en 1681, pero muchas de aquellas congregaciones puritanas siguieron sin celebrar la Navidad hasta finales del siglo XIX. Mientras, católicos y episcopalianos, que sí observaban estas fechas, influyeron para que las efemérides alrededor de la Natividad de Jesús fueran aceptadas. De la misma manera, la celebración de la Navidad por parte de la familia presidencial ayudó, en gran medida, a la homogeneización de estas entrañables fiestas.

Hay que recordar que, si bien con distintas denominaciones, todos los presidentes de Estados Unidos han sido cristianos, por lo que las conmemoraciones ante el nacimiento de Jesús han estado presentes desde los tiempos de George Washington -quien, por cierto, nunca llegó a vivir en la Avenida Pensilvania. Las celebraciones navideñas de la Casa Blanca del siglo XIX no fueron grandiosas ni fueron consideradas como asuntos de estado. La mayoría de las primeras familias decoraron el edificio presidencial con simples coronas de acebo, guirnaldas y sencillos adornos, y reverenciaban en silencio la festividad. De hecho, la primera gran fiesta navideña de la que se tienen noticias fue la celebrada por el presidente Andrew Jackson para los niños de su familia en 1835. Este elaborado espectáculo incluyó juegos, bailes y una gran cena, y terminó con una “pelea de bolas de nieve” hechas de algodón. Un poco más adelante, en época de Lincoln, la familia presidencial, con Mary Todd a la cabeza, se decantó por visitar a los heridos de los hospitales de campaña levantados en la capital federal como consecuencia de la Guerra Civil. Habría que esperar hasta 1889 para que la familia del presidente Benjamin Harrison pusiera, oficialmente, el primer árbol de Navidad en la Casa Blanca.

No todas las familias presidenciales que siguieron a los Harrison continuaron con la instalación de árboles de Navidad en el interior de la morada presidencial. La tradición dependía de la presencia de niños pequeños o nietos, y de si las primeras familias paraban durante las vacaciones en la residencia oficial. Quien sí convirtió en tradición la realización de actos benéficos por parte de las primeras damas, fue Frances Cleveland. La Sra. Cleveland se dedicó a repartir comida, ropa y juguetes a los niños pobres del área de DC. desde las navidades de 1885. También los Cleveland fueron los primeros que pusieron luz eléctrica al árbol de Navidad en 1894. Árbol navideño que, en 1912, fue instalado por primera vez en la Sala Azul de la Casa Blanca por los hijos del presidente William Taft; habitación en la que se sigue ubicando en la actualidad. La introducción en la Sala Azul del árbol navideño de la Casa Blanca adquiriría carácter oficial en 1929 bajo la presidencia de Herbert Hoover, cuya esposa, Lou, estableció también la práctica de que fueran las primeras damas las que se encargaran de adornar dicho árbol.

Si ha habido un presidente enamorado de la Navidad, ese fue, sin duda, Calvin Coolidge. Su influencia en el desarrollo de las fiestas en la Casa Blanca ha sido tal que nos legó ciertas costumbres que, no sólo han sido seguidas por otros presidentes estadounidenses posteriores, sino que también las han proseguido mandatarios de otras nacionalidades. Por ejemplo, en 1923, Coolidge mandó colocar el primer árbol de Navidad con luces eléctricas en los terrenos de la Casa Blanca y no sólo en el edificio principal. Además, durante el alumbrado de ese árbol exterior, se cantaron villancicos, se tocó música navideña y todo el acto se retransmitió en directo por la radio. Se cree que alrededor de un millón de estadounidenses escuchó en sus aparatos radiofónicos esta jornada festiva. Y, por último, en esa ceremonia el presidente mandó un breve mensaje de aliento y superación a sus conciudadanos. Todo ello sigue celebrándose hoy, de forma similar, durante el encendido del Árbol Nacional de Navidad.

En 1954, el presidente Eisenhower ordenó celebrar el “Christmas Pageant of Peace” que incluían el encendido del Árbol Nacional de Navidad y de otros 56 árboles más pequeños (uno por cada estado y territorio estadounidense) o “Pathway of Peace”, y que, desde entonces, marca el inicio de las fiestas navideñas. Cuatro años más tarde, en 1958, la primera dama Mamie Eisenhower hizo decorar 27 árboles para la Casa Blanca, ordenó que en cada habitación se escucharan villancicos, y pidió que se envolvieron las columnas de la vivienda con vegetación navideña. Si la señora Eisenhower inició la costumbre de decorar toda la residencia presidencial con motivos navideños, la señora Kennedy decidió que, desde 1961, se seleccionaría un tópico para el árbol de Navidad de la Sala Azul y para el resto de la ornamentación navideña. Ese año el tema elegido fue la composición musical de Tchaikovsky “El Cascanueces”. A todos estos boatos navideños, la señora Nixon añadiría la elaboración, como ornato, de una casa cocinada con pan de jengibre. La “modesta construcción” de Pat Nixon contrasta con las elaboradas obras culinarias que hoy se modelan a semejanza de la propia Casa Blanca.

Los segundos Bush en la Casa Blanca fueron los primeros en usar un versículo de las Escrituras en su tarjeta oficial de Navidad. Hay que tener en cuenta que George Bush vivió una juventud desmadrada y que, como él mismo ha reconocido, fue alcohólico. Gracias a su fe como cristiano renacido, Bush pudo superar su adicción a la bebida. Por ello, y desde los tiempos en los que era gobernador de Texas, su mujer, Laura, incluía un salmo en las tarjetas navideñas. Cuando llegaron a la Casa Blanca, y después del ataque terrorista del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas en Nueva York, la Sra. Bush siguió con esa tradición. En el 2001, Laura Bush había elegido en un primer momento el Salmo 27:8: “Es tu rostro, Señor, lo que yo busco”. Pero añadió el versículo 13: “Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes”. Como curiosidad, la primera pareja presidencial que utilizó un motivo religioso en su tarjeta de felicitación navideña fueron los Kennedy. Sin embargo, esa tarjeta no llegó nunca a ser enviada, pues el joven presidente caía asesinado en Dallas el 22 de noviembre de 1963.

Muchos detractores de Barack Obama insinuaron que el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos había omitido la frase “Feliz Navidad” de sus felicitaciones navideñas. No es cierto: los Obama utilizaron en infinidad de veces ese sencillo saludo.  Uno de los críticos con los Obama ha sido, como era de esperar, el actual inquilino de la Casa Blanca. Desde que inició su carrera política, una de las promesas que Donald Trump efectuó fue la de volver a decir “Merry Christmas” durante las fiestas de Navidad. Y, dicho y hecho, una vez llegó a la presidencia, en su primera tarjeta oficial de felicitación navideña incluyó esa frase junto al sello del presidente de los Estados Unidos de América. Independientemente de los dimes y diretes entre inquilinos de la Casa Blanca, todas las familias presidenciales han ido aceptando e imitando las tradiciones heredadas de sus antecesoras en el cargo. Unos usos que, igualmente, han sido reproducidos por gran parte de la población del país -y quizás también del resto del planeta. Lástima que, en esa transfiguración de las fiestas navideñas en un evento político y comercial, la Navidad haya perdido gran parte de su esencia misma. En mi caso, y buscando de recuperar la sustancia navideña primigenia, quiero cerrar esta serie de Diálogos Atlánticos deseándoles unas Felices Pascuas y un Próspero 2019.

 

 

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