En el momento de escribir estas líneas, la carrera por la nominación en las primarias estadounidenses está más abierta que nunca. Con los resultados de este martes en Wisconsin, Hillary Clinton está más cerca de la nominación pese a su derrota frente a Bernie Sanders en ese estado. Por su parte, Trump ha sufrido un revés que podría, en caso de que se llegue a una Convención abierta en julio, hacer peligrar su, hasta ahora, meteórica carrera política.
Hace dos semanas nadie podía imaginar el descalabro que Donald Trump sufriría en Wisconsin. Lideraba todas las encuestas de las primarias republicanas y era considerado el mejor candidato a enfrentarse a partir de septiembre con la casi segura ganadora del partido rival, Hillary Clinton. Algunos ya nos relamíamos los labios con los debates electorales entre ambos, esperando ahora un exabrupto, luego una respuesta en forma de crítica despiadada que rozara casi el insulto personal. Trapos sucios de ida y vuelta. Ambos candidatos estaban llamados a protagonizar los mejores combates televisados de la historia política nacional. ¡Qué digo nacional! ¡De la política internacional! Como los Barça-Madrid, cada enfrentamiento Trump-Clinton debía ser vendido como “el debate del siglo”. Y, de repente, la nada… Sanders derrota a la FLOTUS en Wisconsin y Ted Cruz hace lo propio con el magnate neoyorkino. ¿Cómo es posible? ¿Qué ha hecho mal Donald? Si, como dijo, su padre: ¡ha nacido para ser rey!
La clave de su derrota está en los numerosos errores tácticos que su incontenida verborrea le ha provocado. Donald Trump colecciona toda una lista de improperios que ha lanzado en campaña contra mexicanos, mujeres –¡qué mal gusto comparar a su esposa con la de Cruz!,– abortistas, refugiados y musulmanes. Dentro de este último grupo, del que dijo se debía prohibir su entrada en el país, ha surgido un fuerte movimiento anti-Trump. Cansados de ser asociados con la violencia extremista, numerosos musulmanes estadounidenses han unido sus fuerzas con latinos, afroamericanos, mujeres y miembros del LGBT para frenar el avance del candidato republicano. Me llama mucho la atención que Ted Cruz, cuyas opiniones sobre los atentados de Bruselas no distaban mucho de las de Trump, no haya levantado ese rechazo. Muchos de los aspectos que estas comunidades critican en Trump son compartidos por el senador texano. Será que el halo de ascensión del empresario nubla las opiniones que su oponente republicano vierte en sus intervenciones.
Admitamos que las últimas semanas (y meses) no han sido las mejores para el todopoderoso Donald. Sus deslices, el posicionamiento cerrado del aparato del partido contra él, la emergente figura de Cruz –quién tendrá que moderar mucho, más bien muchísimo, su discurso político si pretende ser presidente del país,– y una falta de agenda política real están hundiendo, poco a poco, la candidatura más rimbombante de las últimas décadas. Sin embargo, las encuestas le son favorables aún y sigue consiguiendo apoyo popular. Ha perdido por 143 mil votos en Wisconsin, sí, pero ha ganado en numerosos condados. La división en el partido entre las bases y las élites está cada vez más clara y, a la larga, presumo que acabará con otro Clinton en la Casa Blanca. Ahora quedan por ir a las urnas muchos de los estados del “Rust Belt”, en teoría, más proclives para Trump. Si consigue ganar ahí, aunque no sume una mayoría sólida de delegados, podría asestar un fuerte golpe de moral a sus aspiraciones. Pero, respondiendo a la pregunta que me hacía en el título de este Diálogo Atlántico: no, Donald Trump no está hundido, quizás sólo tocado (en el sentido que ustedes prefieran); es mucho más probable que naufrague en las presidenciales.
