El Partido Republicano ha celebrado este fin de semana su tradicional Conferencia de Acción Política. En ella, los principales líderes han tratado de mostrar una unidad ideológica que no existe desde los tiempos del añorado Ronald Reagan. Los temas debatidos han ilustrado la división entre moderados y conservadores, con estos últimos recabando más aplausos y asentimientos ante sus postulados, pero sin lograr una victoria definitiva. Ha servido la conferencia, eso sí, para entrever posibles “presidenciables” de cara a las elecciones del 2016.
La situación de Ucrania y el papel indulgente adoptado por las potencias occidentales, incluidos los Estados Unidos, ante la invasión de Crimea, nos ha alejado durante un tiempo de las noticias “domésticas” del país de las barras y las estrellas. Entre las más destacadas está la celebración de la “Conservative Political Action Conference” (CPAC) que tuvo lugar en Oxon Hill, Maryland, durante el fin de semana y a la que asistieron numerosos dirigentes del Partido Republicano. En esta conferencia quedó demostrada, una vez más, la intensa lucha ideológica y de poder que se está dando entre moderados y conservadores dentro del GOP. Ahora que el partido está preparando las elecciones parciales de este año, la inclinación hacia el bando más conservador o más moderado podría afectar no solo a lo que ocurra el próximo noviembre, sino a la presentación de potenciales candidatos a las presidenciales del 2016. Si hacemos caso a los sondeos no oficiales o “straw polls”, el ponente ganador fue, como en el 2013, el Senador Rand Paul, miembro del ala más conservadora del partido, seguido por el nada liberal Senador Ted Cruz. Parece que la carrera entre ambos por alzarse con el favor de las bases más conservadoras del partido ha comenzado ya.
La CPAC nos ha mostrado también rastros del republicanismo más tradicional. Una escena que en Europa no dejaría indiferente a nadie ha sido la aparición en el escenario de Mitch McConnell, líder de la minoría republicana en el Senado, con un arma en la mano. No es chocante que a continuación hablara Wayne LaPierre, presidente de la Asociación Nacional del Rifle. Tampoco es extraño que durante las sesiones del CPAC le hayan pitado los oídos al presidente Obama. Sus políticas domésticas e internacionales han cosechado las críticas más duras de los oradores republicanos. Y, al igual que a su exjefe, los tímpanos de Hillary Clinton habrán estado rechinando el tiempo que ha durado la convención. La más que probable candidata a las primarias demócratas ha sido la diana preferida de reputados conservadores como Newt Gingrich (némesis de Bill Clinton) y Michele Bachmann.
Pero si Obama y Hillary eran objeto de una lapidación verbal unánime, otros temas debatidos no alcanzaron ese consenso. La política internacional, por ejemplo, sirvió para enseñarnos que el partido está dividido entre los que defienden una participación activa de los Estados Unidos en los conflictos internacionales y los que prefieren posturas más aislacionistas. Otro caso es el del programa de vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad muy criticado por los libertarios de Rand Paul, pero aceptado por los “halcones” del Partido republicano, como el exembajador de EE.UU. en la ONU, John Bolton. Quizás el punto más espinoso de la conferencia fue la reforma migratoria propuesta por Barack Obama y que ha de contar necesariamente con un importante apoyo bipartidista en ambas cámaras. Frente a Marco Rubio, quien afirmó que comenzar con un proceso selectivo de regularización de ilegales sería bueno para la economía nacional, Michele Bachmann defendió que lo último que los conservadores debían hacer era ayudar al presidente a conseguir su principal meta: una amnistía. Es difícil decidir la victoria de uno de los dos grupos –si es que solo existen dos,– del Partido Republicano. Lo cierto es que hasta el moderado gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, hizo constantes guiños a los más reaccionarios de su partido. Por algo será.