A pesar de que la semana comenzó con rumores de acuerdo para poner fin al cierre del Gobierno de Estados Unidos parece que los ánimos en Capitol Hill siguen tensos y no va a ser tan fácil la reconciliación y reapertura del Gobierno aunque se corra el riesgo de entrar mañana en suspensión de pagos.
Las consecuencias económicas a nivel doméstico y mundial, los daños que el cierre acarrea para multitud de industrias y de agencias especiales, para las políticas sociales del país o el turismo, se están comenzando a cuantificar en miles de millones de dólares, sin embargo, uno de los costos que va a ser más difícil de superar es el político.
En el hipotético caso de que el cierre se solucione en las próximas horas, la imagen de ingobernabilidad y desconfianza que el poder legislativo y ejecutivo de Estados Unidos están transmitiendo al mundo desde el día 1 de octubre es un lastre con el que los políticos de ambos partidos van a tener que cargar durante los próximos meses. La opinión pública nacional, y la mundial, ve cómo la falta de “cesión” de uno y otro partido está poniendo en riesgo la economía del país más fuerte del mundo y este detalle no se les va a olvidar a los votantes en las próximas elecciones legislativas de noviembre.
Según las encuestas publicadas en los últimos días por Gallup, los que más están perdiendo en esta batalla son los republicanos que se han desplomado hasta 10 puntos en el último mes y sólo son percibidos favorablemente por el 28% de los estadounidenses. También se ha visto dañada la imagen de los demócratas, pero en menor grado, con una bajada de 4 puntos, hasta el 43% de imagen favorable. Sin embargo, el verdadero cambio reside en la imagen desfavorable que alcanza cifras récord: con un 60% de negativa para los republicanos y un 49% para los demócratas.
Desde el comienzo, esta crisis se definió como un gran pulso entre los republicanos del Tea Party y el resto de ideologías y la resolución final fijará la agenda y el poder político de los próximos meses. Si finalmente los republicanos más conservadores consiguen sus peticiones se convertirán en los grandes triunfadores y en los protagonistas de la política estadounidense durante un tiempo. Si al final los republicanos más centristas y demócratas consiguen inclinar la balanza a su favor (lo que en principio sería más probable) se podría interpretar como el declive del movimiento más conservador.
Lo que se decide en esta crisis es quién es más fuerte y tiene más poder para imponer sus ideas, deseos y concesiones. Y hasta el momento los únicos perjudicados de este “tira y afloja” político son los funcionarios que están sin trabajo, los ciudadanos que sufren su ausencia y, en mayor medida, si no se soluciona pronto, la economía mundial. Pero a largo plazo serán los propios políticos los que van a pagar las consecuencias de esta crisis iniciada y mantenida por ellos mismos.