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El mundo de la cultura se rebela contra Trump

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Es bien sabido que los artistas e intelectuales norteamericanos suelen tomar partido públicamente en los procesos electorales presidenciales de su país. El mundo de Hollywood, de la música y de la cultura en general siempre ha estado mayoritariamente ligado al liberalismo americano y ha hecho campaña por el Partido Demócrata. Sin embargo, no se recuerda en los tiempos recientes una oposición tan enconada, tanto cuantitativa como cualitativamente, del ámbito de la cultura frente a un presidente recién elegido desde el primer día, e incluso meses antes, de su toma de posesión. Este rechazo a la figura y a las políticas de Trump es un reflejo más de la extrema polarización sociopolítica existente en EE.UU. en los últimos años.

El elenco de críticos es amplio y diverso, y comprende desde célebres escritores como Philip Roth, Toni Morrison o Stephen King, entre muchos otros, pasando por estrellas de Hollywood como la joven Jennifer Lawrence o veteranas como Susan Sarandon, hasta iconos del pop como Madonna y Lady Gaga. La participación de varias de estas celebrities en la Women’s March, primera y multitudinaria manifestación contra Trump, y sus constantes y acerbas críticas al nuevo presidente a través de las redes sociales revelan su creciente activismo político y su disposición a poner un rostro famoso a la oposición social contra Trump.

El contenido de estas críticas se ha centrado en la verdadera contrarreforma política, económica y social iniciada por Trump, a golpe de executive order, desde la misma noche del 20 de enero. El endurecimiento de la política migratoria con sus planes para construir un muro con México y la prohibición a entrar en EE.UU. a los inmigrantes y refugiados procedentes de siete países de mayoría musulmana, ha sido severamente rechazado por la gran mayoría del mundo del cine.

Asimismo, la derogación del Obamacare iniciada por Trump ha generado un enorme malestar entre estos célebres artistas e intelectuales que denuncian los peligros del desmantelamiento del incipiente sistema de protección sanitaria universal tan arduamente establecido por Obama durante su presidencia. Temen, igualmente, las medidas que la Administración Trump pueda promover contra conquistas sociales como el matrimonio gay y la regulación del aborto, garantizada por la doctrina Roe vs. Wade, dado el posible nombramiento de un juez de perfil ultraconservador que sustituya la vacante de Scalia en la Corte Suprema.

La desconsideración de Trump hacia la lucha contra el cambio climático y sus frecuentes exabruptos machistas también se han convertido en fuente de preocupación y crítica. No hay que olvidar que corrientes como el ecologismo y el feminismo son objeto del abierto desprecio del presidente de EE.UU.

En suma, para el colectivo cultural americano, Trump es un presidente que representa la peor América: una América nativista, racista, xenófoba, antisocial, indolente ante la creciente desigualdad socioeconómica que ha desgarrado el tejido social de EE.UU. en las últimas décadas; una América que se cree ajena a los grandes problemas globales como el cambio climático o la crisis de los refugiados y  que pretende encerrarse en un nacionalismo excluyente y alejado de los valores americanos.

Cabe preguntarse sobre la repercusión que pueden tener estas críticas. Es indudable que intervenciones como las de Meryl Streep en los Globos de Oro, Lady Gaga en la Super Bowl o las de otras celebrities con millones de seguidores en las redes sociales gozan de una gran e inmediata audiencia y, por lo tanto, pueden tener cierto impacto en la opinión pública tanto internacional como americana.

Pues bien, de cara al exterior, refuerzan la idea de que Trump es un presidente sumamente impopular y ampliamente rechazado por la opinión pública estadounidense. De alguna manera, la difusión de estas afamadas voces críticas invisibiliza el apoyo social con el que cuenta Trump y dan la engañosa impresión de que carece de legitimidad popular alguna.

En el interior de EE.UU., en cambio, las repercusiones se antojan diferentes. Para Trump y sus seguidores, los artistas americanos forman parte del establishment liberal. Este colectivo vendría a sumarse a las élites mediáticas a las que Trump, auto-erigido en paradójico campeón del anti-elitismo, ha declarado la guerra desde los inicios de su campaña presidencial. De este modo, el rechazo del mundo de la cultura lejos de ser una mala noticia para el nuevo presidente de EE.UU., le sirve para reimpulsar sus ataques contra una élite liberal completamente ajena a los valores y sentimientos nacionales del pueblo americano.

Trump, en definitiva, se siente cómodo frente a este torrente de críticas que se encarga de responder en su cuenta de Twitter y que bien puede utilizar para seguir alimentando a sus partidarios. En este sentido, podemos decir que las declaraciones políticas de los famosos pueden tener el efecto de reafirmar y movilizar al ciudadano conservador que votó a Trump y que se siente completamente alejado de las ideas y del modo de vida de las estrellas americanas.

 

 

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