La llegada del republicano Ronald Reagan a la Casa Blanca marcó el hito fundacional para una reconversión profunda de la mentalidad estadounidense en la era pos-Vietnam/pos-Watergate. La impronta política duradera del actor devenido presidente se percibe, en parte, en los continuos paralelismos establecidos entre su figura y la de algunos de sus correligionarios sucesores en el cargo, de George W. Bush a Donald J. Trump. En Reagan numerosos analistas e historiadores han identificado la materialización de un neoconservadurismo triunfante que, aunando el impulso de los heteróclitos movimientos derechistas de la posguerra en Estados Unidos, consiguió urdir una nueva hegemonía desde la década de los 80 del pasado siglo y hasta nuestros días. Como advierte Sean Willentz en su monumental The Age of Reagan, A History, 1974-2008 (2008), la entronización de la Nueva Derecha reaganiana se halla indisolublemente unida a un cambio radical en la percepción de la vida política nacional por parte de amplios sectores de la población estadounidense. Según recalca el propio Willentz, este proceso reconstituyente del imaginario político solo fue posible gracias a un hábil uso de las estrategias de control de la opinión pública en los albores del momento posmoderno.
Este particular contexto de intercambios y fusiones entre política y aparato mediático es el que explora el reciente documental The Reagan Show (Sierra Pettengill & Pacho Velez, 2017). El filme toma como base materiales de archivo, muchos de ellos inéditos hasta la fecha, para construir una suerte de semblanza del doble mandato del gobernante de Illinois. A través del ejercicio parcial del recurso del “metraje encontrado”, el montaje de la cinta contrapone las imágenes rescatadas de la llamada White House TV (el equipo de filmación que acompañó a Reagan durante sus labores presidenciales) con fragmentos de noticiarios y programas de opinión de la época. De esta forma, se pretende enfatizar la singularidad de Reagan en cuanto encarnación de la alianza entre técnica y sistemas de representación hollywoodenses y práctica política. Si bien la obra de Pettengill y Velez logra restablecer ciertos vínculos históricos entre la construcción espectacular del icono Reagan y las derivas mediáticas del presente, lo hace en perjuicio de una exploración más matizada de la acción política del cuadragésimo presidente sobre el fondo del convulso orden mundial de finales del siglo XX.
La estructura narrativa de la película, dispuesta en forma de secuencias de montaje con unidad temática autónoma o semiautónoma, acaba por privilegiar, de manera voluntaria o inconsciente, una visión de Reagan que no escapa al perdurable influjo carismático de su personaje público. En sucesivos episodios, los espectadores asisten al desvelamiento de distintas facetas del mandatario: escenas de la vida doméstica de Reagan junto a su esposa Nancy, los chistosos “fuera de cámara” del presidente, sus intervenciones en ruedas de prensa y cumbres políticas internacionales, etc. La progresión cronológica contenida en esta crónica visual de la era Reagan se muestra, sin embargo, acusadamente selectiva. Sirva como ejemplo la profusión con la que el filme se detiene en retratar el pragmatismo político de Reagan durante su segundo mandato; años en los que se producen las decisivas negociaciones con el entonces líder soviético Mijaíl Gorbachov que pondrían fin al clima prebélico sostenido de la Guerra Fría. Por el contrario, The Reagan Show pasa de puntillas por algunos de los acontecimientos más polémicos de su período presidencial, como el caso Irán-Contra, o deja en un “fuera de campo” histórico la referencia a las matrices ideológicas que propulsaron el desmantelamiento progresivo del estado de bienestar pergeñado por la Great Society de Lyndon B. Johnson.
A caballo entre el retrato íntimo y el documento de época, The Reagan Show sucumbe, en el fondo, a la característica ironía posmoderna y a una mirada, hasta cierto punto, acrítica y fascinada (cuando no, “amable”) acerca del personaje y la época retratadas. Como han notado de manera implícita algunas reseñas el documental de Pettengill y Velez se erige en muestra palmaria de un muy contemporáneo y específico “mal de archivo”: la sumisión al juego de las imágenes desprovisto de una tarea reflexiva capaz de restituir, desde una conciencia crítica, la complejidad de los contextos históricos. Por este motivo, cabría afirmar que The Reagan Show resulta menos un documento incómodo acerca del pasado y el presente de la política estadounidense que una manifestación, sintomática y actual(izada), de aquello que, en su obra El poder en escenas (1992), Georges Balandier calificó de “anestesiamiento catódico de la vida política”.
Escrito por Samuel Fernández Pichel, doctor en Comunicación Audiovisual. Su actividad investigadora incluye la colaboración en diferentes obras colectivas sobre cultura popular e historia cultural de Estados Unidos y España desde una perspectiva centrada en la crítica ideológica.