Una vez concluida la fiesta del fútbol de Rusia 2018, la Copa del Mundo dejará de existir tal y como ha sido desde 1998: el próximo Mundial, Catar 2022, será realizado durante el inverno boreal (21 de noviembre – 18 de diciembre) en lo que también será el torneo más corto desde Argentina 1978, con una duración de 28 días; y cuatro años después el Mundial se ampliará drásticamente para incluir a 48 selecciones, organizadas en 16 grupos de 3, con eliminatorias que iniciarán en dieciseisavos (clasificando 2 selecciones por grupo), para totalizar 80 partidos que serán efectuados a lo largo de 32 días en 3 países distintos: Estados Unidos, México y Canadá.
El cambio es histórico: de la misma forma que João Havelange (1974-1998) convirtió el Mundial de Fútbol en un mega-eventos deportivos (MED) al ampliarlo de 24 a 32 equipos, Gianni Infantino ha apostado por llevar la Copa Mundial a niveles inimaginables y realizar el torneo deportivo más grande de todos los tiempos. Con United 2026, la FIFA espera obtener ganancias por más de 11.000 mil millones de dólares (3 veces más que en Brasil 2014), pero ¿cuáles serán los beneficios para los tres países anfitriones?
Fútbol y poder nacional
Tradicionalmente se relaciona al deporte y los MED con el poder blando de los países, sin embargo, su impacto y alcance van mucho más allá. El poder nacional es un fenómeno multidimensional, recursivo y dinámico que se encuentra afectado positiva o negativamente por todas las actividades humanas, incluyendo el deporte. En este sentido, el fútbol −además de una actividad física y recreacional− representa hoy un negocio multimillonario, fama mundial e influencia global, aspectos que han hecho de este “el primer deporte del mundo”.
La manifestación más extraordinaria del fútbol ocurre cada cuatro años en la FIFA World Cup, la cual −debido su atractivo, alcance mediático, costo e impacto transformativo− es considerada uno de los principales MED. Albergar un MED implica necesariamente disponer de recintos deportivos, pero, sobre todo, de una infraestructura que permita recibir, desplazar, hospedar, alimentar, comunicar y recrear a cientos de miles de visitantes. En este sentido, el impacto de los MED en sus auspiciantes es diferenciado: Estados con mayores capacidades están en mejores posibilidades de asimilar y potenciar las ganancias derivadas de un MED; para los Estados con menores capacidades, un MED puede reportar efectos ambiguos. En otras palabras, los beneficios resultantes se distribuyen inequitativamente según el poder de los Estados.
Además del aprovechamiento desigual por parte de las unidades estatales, es preciso considerar que el fútbol moderno está condicionado por el sistema mundial y, este, reproduce su dinámica: la riqueza generada por la industria del fútbol, la competitividad en el deporte y la fama de sus protagonistas se concentra en el centro del sistema. En el otro extremo, la periferia permanece al margen del fútbol aportando, básicamente, talentos que son apropiados por las otras áreas; mientras que la semiperiferia se distingue tanto por su dinámica intermedia entre el centro y la periferia −contribuyendo a la primera, pero beneficiándose de la segunda− así como por la heterogeneidad de sus propias potencialidades. Así, el sistema incide también en el reparto de ganancias generadas por el fútbol y sus MED.
¿De qué forma United 2026 favorece a Estados Unidos, México y Canadá?
Norteamérica, con dos potencias centrales y una semiperiférica, ha logrado presentarse ante la FIFA como “la región más lucrativa en el mundo para el fútbol” pues −partiendo del hecho de cualquiera de las 23 ciudades candidatas a sede mundialista no requiere de la construcción de nuevos estadios ni de otras mayores inversiones en infraestructura− ha prometido alcanzar una audiencia de más de 3.500 millones de personas, atraer a más de 5,8 millones de asistentes al evento y generar ingresos por más de 14.000 millones de dólares, lo cual brindarán a la FIFA el soporte para redefinir el estado y la gobernanza del fútbol para el próximo siglo. Pero, más allá de los extraordinarios ingresos y el gradual detrimento de la estatalidad en el deporte, ¿cuáles son los beneficios para los países anfitriones?
Al concebir el poder nacional como un fenómeno complejo y multidimensional es posible entender que el Mundial United 2026 será canalizado y aprovechado por cada país según sus aspiraciones y necesidades nacionales: Canadá pretende crecer en todas las áreas de este deporte, así como promover la inclusión social y la salud de larga duración; Estados Unidos busca mejorar la equidad en los ingresos y priorizar las comunidades desatendidas; mientras que México aspira, por un lado, que más niñas y mujeres accedan a dicho deporte y, por otro, a mejorar la salud pública y promover estilos de vida activos.
Norteamérica, en cuanto a macro-región compuesta por gobiernos, empresas y organizaciones ciudadanas, tiene por objetivo que United 2026 contribuya a los Objetivos del Desarrollo Sostenible, configurando un nuevo paradigma para la realización de futuros MEDs y estableciendo novedosos estándares para el desarrollo sostenible del deporte.
Sin duda, los resultados dependerán de la eficiente gestión y coordinación entre los tres países, lo cual se vislumbra desde ahora como uno de los más grandes desafíos en la integración regional de América del Norte.
Escrito por Daniel Morales Ruvalcaba, miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México. Está adscrito a la Sun Yat-sen University de China, donde labora como Research Fellow del Centro de Estudios Latinamericanos. Su labor investigadora se centra en el área de las Relaciones Internacionales, en particular en lo concerniente a potencias emergentes, nuevas dimensiones del poder nacional y su medición, así como al análisis del posicionamiento internacional de los países latinoamericanos.