El tercer lunes del mes de enero, como cada año desde 1983 en que el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan firmó su celebración por ley, se conmemora la fiesta nacional de Martin Luther King Jr. (MLK Day) para honrar su memoria, su legado y su mensaje. En todos los colegios en Estados Unidos se preparan actividades y los niños y adolescentes norteamericanos escuchan las palabras de Martin Luther King año tras año, comprenden y asimilan lo que fue su sueño, y se preparan para poder defender sus propios sueños con igual vehemencia, sueños que se hacen visibles y extensibles a otras cuestiones también en el entorno familiar y de comunidad en las que se ensalzan figuras relevantes afroamericanas que de alguna manera u otra lucharon por los derechos civiles.
Pero ¿qué fue de aquel sueño americano? ¿Realmente han cambiado las cosas? El hijo de Martin Luther King Jr., Martin Luther King III, reflexiona a propósito de este sueño. Para él, algunos de los principios promulgados por su padre se han cumplido. Y para ello cita al presidente Obama como epítome del sueño americano y representación del sueño de su padre hecho realidad. Sin embargo, tiene la sensación de haber retrocedido a los años 50 a un país en el que aún existe el racismo y la desigualdad de aquellos años y aboga por afrontar el problema y buscar soluciones en las que resurjan la unión de todos los hombres y la igualdad entre ellos como defendía su padre. Y, como él, cree en la compasión del ser humano, en su bondad interior y en la pureza de espíritu que hace posible la unión entre todos quienes conforman el país, y esa es la cara afable de la representación del pueblo norteamericano en contraposición a la división entre los hombres que representa la otra cara perversa de la misma moneda. Para él lo más importante es construir, nunca destruir, construir en armonía y entendimiento.
Han pasado 56 años de aquel emotivo discurso que elogiaba la libertad, la convivencia y la igualdad con la fuerza del alma como decía Martin Luther King, profunda y convincentemente, mirando siempre hacia adelante con enorme orgullo hacia un país en el que creía podía ser posible la paz y la unidad de todos los hombres, siempre bajo el manto de la no violencia, porque esta nunca sofoca a la misma. Del mismo modo, y a modo de ensoñación, con un nexo común como fue Abraham Lincoln, el gran poeta Langston Hughes también soñaba con la libertad y la unión de todo el pueblo afroamericano con la misma fuerza y con la misma profundidad del alma. Con igual creencia y fuerza el pueblo norteamericano siempre ha defendido su unión y por ello este sueño ha de seguir su curso hacia su realización.