La mirada a las minorías desde la educación

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La llegada a la Casa Blanca del presidente Obama en enero de 2009 estaba marcada por una situación económica problemática. La ley de educación federal No Child Left Behind (2001) había sido muy dura y no poco criticada por la mayor parte de los agentes educativos. Nadie había olvidado el escándalo de Atlanta cuyo veredicto final no se anunció hasta 2015 y al que ya nos hemos referido en otra ocasión. El problema fundamental estribaba en un sistema injusto ya que no miraba a la igualdad de oportunidades sino a una subida en la notas en los exámenes estatales. The Guardian citando al grupo de analistas de los resultados del sistema afirmaba que su gran problema había sido “NCSL study group concludes that states have tried to find individual ‘silver bullets’ without setting decisive goals and creating a thoughtful, systemic approach to building a coherent system with an appropriate timeline for implementation, as did the other high-performing countries”. La recuperación se debió, en gran medida, a una recuperación económica basada en un sistema de subvenciones educativas llamado “Race To The Top”. Promovido por la secretaria de Educación, Ame Duncan, los estados recibían subvenciones por activar ciertas políticas educativas que incluían colegios concertados, universidades y estándares profesionales así como la evaluación del profesorado. Aquel dinero “cayó como agua de mayo” ya que la Gran Recesión de la primera década del siglo había tenido un tremendo impacto en la economía de la gran mayoría de los estados. Aunque el programa era voluntario, prácticamente todos los estados y el distrito de Columbia lo solicitaron.

El programa permitió desarrollar y mejorar los estándares educativos y muy especialmente los estándares nacionales conocidos como “Common Core State Standards”. Y aunque los estándares de lengua y matemáticas no habían sido desarrollados por el gobierno de Obama, su adopción se aceleró gracias al programa. Su administración también usó 350 millones de dólares para financiar dos consorcios de exámenes estandarizados, PARCC y Smarter Balanced, que desarrollarían pruebas estandarizadas alineadas con estos nuevos estándares. Así sucedió hasta que el presidente Trump consiguió boicotear este avance. La Administración Trump, de carácter populista, no podía ni debía permitir un cambio social de esta naturaleza donde la mirada a los más débiles sociales implicase la pérdida del tiempo. Es de entender que el populismo difícilmente está de acuerdo con la educación y la cultura.

La Administración Obama también observó que No Child Left Behind no solo no solucionó los problemas de desigualdad sino que, incluso, los profundizó. En gran parte las ventajas del nuevo sistema se vieron sesgadas por la evaluación a los maestros de los mismos estándares de los que se valuaba a los estudiantes. Por un lado se afirmaba encubiertamente a los maestros de poca formación o, incluso, dejadez profesional. Por otro, se ponía en tela de juicio la formación impartida por las universidades señalando con el dedo aquellas que son pequeñas o con profesores menos relevantes. El problema es que ni siquiera las mejores universidades tienen profesores titulares enseñando los cursos 100 y 200 donde abundan alumnos de máster y, en el mejor de los casos, doctorandos. Finalmente este descontento derivó en el movimiento “opt out”. Otro avance educativo de Obama fue el incremento en la enseñanza infantil pero los republicanos del Congreso se resistieron a su propuesta de pagarlo.

Entre las consecuencias más significativas, la tasa de graduación de la escuela secundaria alcanzó un máximo histórico alcanzando el 83,2 por ciento en el curso 2014-2015. Pero no son pocos los que han argumentado que el número de graduados no es lo único importante, sino que debe conllevar esfuerzo y que no sirve con que aprueben todos. Esto no favorece el avance más que a una menor cualificación y a una llegada inmensa de estudiantes poco preparados a la universidad y, por ello, se reduce la competitividad internacional, dando cada vez más preponderancia a China. De esta manera, las palabras de Obama “I said, by 2020 I want us to be No. 1 across the board, so we got to work making real changes to improve the chances for all of our young people… And the good news is that we’ve made real progress” no han llegado a ser verdad aunque, sin duda, hubo unos avances educativos innegables. La universidad también vivió unos cambios considerables pero me temo que eso quedará para otra ocasión.

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