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QUO VADIS, PARTIDO REPUBLICANO????

Trump condenado

A comienzos de este milenio dirigí un excelente Trabajo de Fin de Máster sobre la serie “El ala oeste de la Casa Blanca”. Concluía su autora, periodista de profesión, que el argumento guardaba altos índices de fidelidad con la realidad política. Me pregunto si hubiera mantenido la misma tesis en caso de que su creador Aaron Sorkin, hubiera situado al cinematográfico presidente Josiah Bartlet (interpretado por Martin Sheen) frente a un juez acusado de amañar la contabilidad electoral para ocultar el pago a una actriz porno con el propósito de que guardara silencio sobre un encuentro amoroso ocurrido años antes. En ese hipotético guion, el mismo personaje detraería documentos clasificados de alto secreto, se negaría a reconocer los resultados electorales, arengaría a las masas para asaltar el parlamento, amañaría elecciones, manipularía sus cuentas fiscales…

Y esa, precisamente, es la realidad que vive actualmente la política norteamericana. La deriva de Donald Trump desde la misma noche electoral –incluso antes– ha propiciado esperpénticas situaciones más propias de serie televisiva que de la democracia más antigua del mundo. Tal extremo tendría una importancia relativa de no ser por la intención de Trump de volver a concurrir en las elecciones presidenciales del próximo año. El proceso judicial que se inició ayer, 4 de abril, en Nueva York se reanudará a comienzos de diciembre y albergo serias dudas sobre las consecuencias penales que pueda tener para el ex-presidente, pues si bien todo hace indicar que el fiscal Alvin Bragg parece haber armado bien el caso, no lo es menos que, por su propia naturaleza, la defensa de Trump cuenta con elementos más que sobrados para que el caso sea sobreseído.

En cualquier caso, sin menosprecio de las consecuencias legales, lo que realmente sustancia su imputación son las derivadas políticas que interesan de forma sustancial al partido republicano.

Los cuestionables resultados republicanos en las elecciones de mitad de mandato en las que Donald Trump se implicó hasta el punto de llegar a considerarse una suerte de examen sobre sus actuaciones, motivaron que, dentro del partido republicano, se cuestionara su liderazgo. Las prisas por presentar su candidatura a las primarias republicanas, con más de un año de adelanto, eran un intento de anular a correligionarios tentados de “apuntarse a la carrera” y al mismo tiempo mostraban sus inseguridades en el propio partido. La imputación por el asunto Stormy Daniels ha relanzado su campaña electoral y está planteándola como si se tratara de un asunto de índole personal, exactamente igual que en las elecciones de medio mandato. La “jugada” le está saliendo bien… de momento. No tengo constancia de que un solo político republicano haya cuestionado su inocencia, e incluso el propio Ron de Santis manifestó su intención de no cumplir sus obligaciones como gobernador en caso de que Trump se negara a presentarse voluntariamente y se hubiera solicitado su extradición. La Fox, que daba a Trump por amortizado y urgía a encontrar un nuevo líder republicano, también se ha abonado a la teoría del complot político centrando sus ataques al partidismo y animadversión del fiscal Bragg. Tal propuesta de complot político está calando en buena parte del electorado, sobre todo entre los votantes republicanos, tal como ponía de manifiesto una elaborada encuesta realizada por la CNN hace un par de días. Si las primarias republicanas se celebraran hoy la victoria de Trump resultaría incontestable, pues según estudios de las más prestigiosas agencias, él solo acapara el doble de intención de voto republicano que el resto de hipotéticos rivales juntos.

Pero el interés del partido republicano, alejado en estos momentos de ser el partido que históricamente ha sido, está en ganar las elecciones presidenciales. Las garantías de victoria con un candidato como Donald Trump son más que inciertas, incluso en el hipotético caso de que Joe Biden fuera el candidato demócrata. El problema es que no hay ningún McCain que se atreva a cuestionar a su líder “in pectore”. Hacerlo en estos momentos supondría el suicidio político de quien lo intentara. La deriva irracional a la que Donald Trump está llevando al partido republicano puede resultarles muy cara a corto-medio plazo. Aunque los plazos jueguen a favor de Trump, queda mucho tiempo hasta el mes de febrero, cuando en Iowa se dé el pistoletazo de salida. Esperemos, por el bien de la democracia, que el ticket republicano presente una alternativa que reencauce el discurrir de un partido de ley y orden como siempre ha sido el republicano.

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