El presidente Obama, criticado tanto dentro como fuera de su país por su tibieza en asuntos internacionales, parece que por fin va a tomar la decisión de lanzar ataques aéreos contra las posiciones del grupo terrorista Estado Islámico en la frontera entre Siria e Irak. Esta decisión, de llevarse a cabo, marcaría una estrategia nueva en la política exterior de Obama. ¿Estaremos ante un giro en la actitud del ejecutivo de Washington?
Tras la Gran Guerra, el Congreso decidió, pese a la oposición del presidente Wilson, incomunicar Estados Unidos de las vicisitudes que acontecían al otro lado del Atlántico. Esta actitud se conoce en el mundo de las relaciones internacionales como “aislacionismo”. Duró dos décadas y acabó con el conocido bombardeo japonés a Pearl Harbor. Hoy sería imposible que los Estados Unidos volvieran a esa política de aislacionismo y Obama se ha acabado dando cuenta. A pesar de su renuencia a actuar en el exterior, principalmente en Oriente Medio, fruto de la herencia intervencionista de la administración Bush, Obama nos ha sorprendido esta semana con el anuncio de intervenir contra el Estado Islámico en Siria. El presidente incluso ha sugerido que no necesitaría la aprobación del Congreso para realizar ataques aéreos sobre suelo sirio e iraquí. Varios parecen ser los motivos en este cambio de disposición.
Por un lado, Obama ha buscado el consenso bipartidista para promover dichos ataques -sustento con el que no contó hace un año cuando pidió al Congreso atacar al régimen de al-Asad. Para ello, y haciendo caso a los republicanos que le habían pedido una estrategia para derrotar al Estado Islámico, el presidente se reunió este martes en el Despacho Oval con los líderes de ambas cámaras. Parece que los republicanos apoyarían una intervención militar siempre que esto no incurriera en un incremento del presupuesto y de los gastos. El anterior vicepresidente, Dick Cheney, se dirigió hace unos días a los miembros de su partido en la Cámara pidiéndoles que apoyasen una acción militar estadounidense en Siria para acabar con el EI. Bien es cierto que Cheney no mencionó la necesidad de realizar algún tipo de votación sobre el tema antes de las elecciones parciales de noviembre, aspecto este que los más libertarios del GOP quisieran. La desaprobación del papel de Obama en esta crisis internacional, pero a su vez la necesidad de realizar los ataques aéreos son compartidos por el pueblo estadounidense, como se desprende de la encuesta realizada por el diario The Washington Post y la cadena ABC News. Un 71 por ciento de los estadounidenses estarían a favor de bombardear Irak, y un 65 por ciento apoyaría los bombardeos en Siria.
Por otro lado, la creación de un gobierno de concentración nacional era condición “sine qua non” para la ayuda de Washington. Así lo reconocía el secretario de estado Kerry en su reciente visita a Bagdad. Es cierto que suníes y kurdos se quejan de que no hay un verdadero reparto de poder dentro del nuevo gobierno iraquí, pero el avance del EI está haciendo extraños compañeros de viaje. De hecho, la consejera de seguridad nacional, Susan E. Rice, ha pedido a los dirigentes chinos ayuda en la creación de una gran coalición contra la amenaza que supone el auge del grupo terrorista. Si al final esa gran alianza se estableciera, podríamos ver juntos a viejos enemigos: Estados Unidos-Irán-Arabia Saudí-Irak-Turquía e incluso China enfrentándose al EI. El dilema que ahora mismo debe rondar a Obama es cómo bombardear Siria sin ayudar a Bashar al-Asad. Ayer miércoles conocimos finalmente el plan con el que se pretende convencer al pueblo de Estados Unidos y a los gobiernos internacionales. Quizás veamos, ahora sí, al Obama intervencionista.