El duro camino hacia la vicepresidencia

Ya se empiezan a oír rumores de que Mitt Romney está haciendo su preselección para decidir quién le va acompañar como vicepresidente en noviembre. Mientras el equipo de campaña y los principales “posibles” niegan que se haya comenzado con el proceso de selección, los medios ya están publicando sus quinielas, y explican cómo es el proceso para elegir al candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos.

Ser el segundo hombre más importante de un país como Estados Unidos no es una tarea fácil. Los “elegidos”  como los idóneos para acompañar al presidente durante su gestión no se someten a la tensión de las elecciones primarias, ni tienen que preocuparse por recaudar fondos para su partido. La posibilidad de optar al cargo les viene dada por otros, sin votaciones, pero el camino hasta llegar a esa posición es, como muchos han explicado, más tenso y complejo que el que sufre el propio presidente.

Los candidatos a vicepresidente son sometidos a un duro y largo escrutinio: investigación de su pasado, discursos dados, actos presenciados, leyes aprobadas o rechazadas, comentarios fuera de lugar… Aspectos políticos de ahora y desde sus comienzos  en cualquier parte del mundo. Pero la parte pública de su carrera política no es lo único cuestionado.
 
Cualquier hecho que hasta el momento de ser seleccionado tuviera la calificación de privado y confidencial,  pierde esa condición. La familia, hijos, parejas, ex parejas, amigos, contactos, compañeros de trabajos, amigos de la universidad, de la infancia, vecinos… deben responder largos cuestionarios sobre el candidato, con el único objetivo de saber todo sobre él para estar preparados ante un posible ataque de los adversarios o de los medios de comunicación.
 
Si todo está controlado por el equipo y lo encontrado no perjudica la campaña, el mejor será el candidato. Pero no terminan ahí los cambios. Además de convertirse en el centro de todas las miradas, la segunda cara de representación del partido, el posible presidente en caso de que ocurra algo inesperado y la segunda persona más importante que el Servicio Secreto debe proteger, el vicepresidente debe enfrentarse a la “maldición de los vicepresidentes”: el posible cierre de su carrera política en caso de que el partido salga derrotado.
Así lo demuestra la historia con Sarah Palin (2008), Geraldine Ferraro (1984), Jonh Edwards (2004) o Bob Dole (1976), entre otros. Personas que tenían una gran perspectiva de futuro y que, por lo encontrado en sus investigaciones o por los resultados en la elección presidencial, han desaparecido de la primera línea de la política norteamericana.
 
El senador por Florida, Marco Rubio, el senador de Ohio, Rob Portman y el representante de Wisconsin, Paul Ryan, podrían ser los que este año sufran esta dura intrusión por parte del equipo de campaña. Sin embargo, tendrán que considerar qué quieren para su futura carrera política porque, en caso de ser derrotados por los demócratas, pueden correr la misma suerte que los  anteriores.

 

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