La reforma migratoria, punto central de la Administración Obama para esta legislatura, ya está en el Senado. El texto redactado por la llamada Banda de los Ocho (el grupo formado por los demócratas Charles Sumer, Dick Durbin, Michael Bennet, Robert Menéndez y los republicanos John McCain, Lindsey Graham, Marco Rubio y Jeff Flake) se votará previsiblemente en junio y, de ser aprobado, supondría la legalización de más de 11 millones de indocumentados.
El debate sobre esta reforma se centra en varios aspectos. Uno de ellos es la seguridad de las fronteras de Estados Unidos y la posible “avalancha” de inmigrantes si llega a normalizarse la legalización. Otro es lo que los más contrarios a la reforma denominan “amnistía”, es decir, pasar por alto que son ilegales y han incumplido la ley durante varios años. Y en los últimos meses, también se empieza a hablar del impacto electoral que esta reforma podría tener en las elecciones futuras.
El texto redactado contempla todas estas cuestiones. Se garantizará la seguridad con el refuerzo de agentes y controles y se desestima el concepto amnistía ya que los inmigrantes ilegales para registrarse deberán pagar una multa de 500 dólares y todos los impuestos atrasados. Además, deben carecer de antecedentes penales. Tras ello, durante una década vivirán en el país bajo el estatus de “inmigrantes temporales registrados”, antes de obtener la residencia y, tres años después, podrían optar a la ciudadanía. Un proceso que llevaría 13 años.
En el círculo político también se habla de escenarios futuros. De seguir las tendencias políticas actuales el Partido Demócrata (ganador de la mayoría de los votos latinos en las últimas elecciones) sumaría más apoyos en estados clave, complicando a los republicanos la victoria en lugares donde hasta ahora ganaban con comodidad.
Sin embargo, muchos alertan de que el panorama puede cambiar y la falta de fidelidad de los hispanos hacia un partido u otro podría inclinar la balanza hacia cualquiera de los dos partidos mayoritarios. Ambos tienen muchos años para adaptarse a una nueva realidad que, hasta las elecciones de 2028, no tendría un impacto completo, pero son muchos puntos los que hay que tener en cuenta.
Por un lado la baja participación entre los hispanos. Darles la ciudadanía no conlleva necesariamente que vayan a ir a votar. En general, en las primeras elecciones los latinos suelen votar por los candidatos demócratas pero, como bien resaltan muchos estudios y analistas, por tradiciones y valores (como la familia o la religión) los hispanos son también potenciales votantes de los republicanos. De ahí que, si los republicanos toman un papel de liderazgo de este proyecto de reforma migratoria, puedan conseguir el apoyo de esta gran minoría.
Una de las mejores bazas que en este sentido juega el Partido Republicano es el papel del senador por Florida, Marco Rubio. De origen latino, Rubio está tomando un rol determinante convenciendo a sus compañeros de partido de la conveniencia de esta reforma. Sus entrevistas en medios generalistas, sus discursos a favor y su protagonismo en la Banda de los Ocho (sin olvidar que habla perfectamente español) podrían notarse incluso en las elecciones de medio término de 2014. Además de sentar las bases para su posible candidatura para las presidenciales de 2016.
En junio se conocerá la resolución de esta reforma migratoria. Una reforma que no sólo tendrá impacto en el terreno político y electoral. También lo hará en el social y demográfico, cambiando la historia de los hispanos en Estados Unidos.