Esta semana se celebra el 50º aniversario del asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy, el 35º presidente de Estados Unidos, que murió asesinado por Lee Harvey Oswald el 22 de noviembre de 1963. Tras varios disparos cuando la comitiva del presidente pasaba, en torno a las 12:30 horas, por la plaza Dealey de Dallas (Texas), fallecía uno de los presidentes más recordados de la historia reciente algo más de 1.000 días después de que entrara en la Casa Blanca.
Kennedy se convirtió en el hombre clave de la carrera política de la familia tras la muerte de su hermano Joe en una misión secreta durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque JFK se planteó en un momento ser periodista, la muerte de su hermano recondujo su futuro hacia la actividad política donde fue congresista por Massachusetts entre 1947 y 1953 y senador por el mismo estado entre 1953 y 1960.
Su salto a la política nacional se produjo durante la Convención Demócrata de 1956, donde quedó segundo en la votación para acompañar como vicepresidente a Adlai Stevenson. Una segunda posición que le otorgó reconocimiento a nivel nacional y que culminaría con su nominación a la Presidencia en las elecciones de 1960.
Tras una campaña con grandes hitos desde el punto de vista de la comunicación política, con la emisión del primer debate televisado, que reunió a más de 70 millones de espectadores, Kennedy ganó la presidencia con el 49,7% de los votos a Richard Nixon, que consiguió el 49,5%. En una de las elecciones más reñidas de la historia, JFK se convirtió en el presidente elegido más joven con 43 años y en el primer católico en ocupar el Despacho Oval.
Durante su administración planteó un programa político denominado Nueva Frontera en el que se planteaban el cambio y los retos educativos, espaciales, tecnológicos, culturales, civiles y militares a los que se iba a enfrentar como presidente para poner fin a las desigualdades, a los prejuicios, a la pobreza y a la guerra.
Entre los hitos políticos más destacados de su corta Presidencia está la crisis de los misiles con la URSS, que estuvo a punto de desencadenar en la primera guerra nuclear, la carrera espacial por llegar a la Luna, el fracaso de la batalla en la Bahía de Cochinos en Cuba o la construcción del Muro de Berlín.
Sin embargo, Kennedy era algo más que un presidente. Se convirtió en la imagen de la juventud, del cambio, del optimismo. Imagen reforzada por su matrimonio con Jackie Kennedy con la que tuvo cuatro hijos y con la que luchó contra multitud de tragedias personales, como la muerte de varios de ellos o las enfermedades que el presidente padecía desde niño. Eran una pareja joven y activa, y comenzaron a ocupar también las crónicas de la vida social en todo el país.
Por todos sus logros, su imagen, por su vida y su trágica muerte, Kennedy se ha convertido en un mito en la historia reciente de Estados Unidos. Un mito sobre el primer presidente moderno del que todavía quedan algunas cuestiones sin resolver.