Al cumplirse 14 años de la traumática ofensiva del 11-S, el autodenominado Estado Islámico ha conseguido eclipsar a la red de Al Qaida y multiplicar la amenaza terrorista internacional que representa el yihadismo.
En un ejercicio de comparaciones especialmente odiosas, multiplicado al hilo del 14 aniversario de la traumática ofensiva del 11-S, proliferan los análisis y reflexiones sobre la decadencia sufrida por Al Qaida desde 2001 y el letal impulso que ha logrado tomar durante los dos últimos años el autodenominado Estado Islámico. Ambos frentes terroristas han liderado sucesivamente la causa yihadista pero la red orquestada por Bin Laden ha quedado tan arrinconada como cuestionada.
La actual irrelevancia de Al Qaida, con la única excepción visible de Yemen, contrasta con el ímpetu acumulado por ISIS bajo el liderazgo de Abu Bakr al-Baghdadi. Hasta el punto de haber podido cuestionar el status quo de Oriente Medio forjado hacia el final de la Primera Guerra Mundial con el pacto Sykes-Picot, formulado por Gran Bretaña y Francia ante el entonces inminente colapso del Imperio Otomano.
– Control de territorio:
Al Qaida se limitó territorialmente, con el beneplácito de los talibanes, a utilizar Afganistán como su gran base de operaciones. Sin embargo, su objetivo final no contemplaba ni conquistas ni comportarse como un ejército más o menos convencional. Su aspiración era provocar toda una masiva rebelión integrista en el mundo musulmán con ayuda de superproducciones terroristas. En contraste, el Estado Islámico se ha dedicado desde el primer momento a luchar por control territorial para declarar eventualmente su propio califato. De cara a su primer aniversario, ISIS ha logrado incluso conquistar la ciudad de Ramadi en Irak y el histórico enclave de Palmira en Siria.
Con su avance sostenido en Irak, el Estado Islámico mantiene posiciones a tan solo cien kilómetros de Bagdad. Y en el frente de Siria, controla en la actualidad el equivalente a la mitad del territorio de ese país. Bajo el califato también han quedado la mayoría de los pozos de petróleo y gas de Siria, garantizando su multimillonaria financiación a través de redes del contrabando alimentadas por intereses compartidos con terceros países.
– Expansión viral:
Más allá de los dos grandes frentes abiertos en Siria e Irak, el autodenominado Estado Islámico (EI) lleva tiempo embarcado en una inquietante estrategia de expansión internacional. En contraste con Al Qaida, que aplicó en su apogeo un ritmo de crecimiento mucho más estudiado y prudente, el califato liderado al-Bagdadi está apostando por un crecimiento viral. Una estrategia que evidencia prisa por rentabilizar su demostrada capacidad para atraer combatientes internacionales a sus filas y el contagioso entusiasmo que su bandera genera entre muy diversos grupos yihadistas.
Para obtener un crecimiento más rápido, fácil y extenso, el califato no está siguiendo el estricto proceso de selección y acreditaciones aplicado en su momento por Al Qaida. Hasta el punto de estar dispuesto a olvidarse de diferencias de ortodoxia fundamentalista con tal de capitalizar cuanto antes los éxitos conseguidos en los frentes de Irak y Siria.
Esta estrategia contrata con los vínculos más bien furtivos, centralizados y la total adhesión que ha venido exigiendo Al Qaida de sus diferentes franquicias. Aunque con criterios muy poco discriminatorios, ISIS está logrando trazar una cartografía del terror cada vez más extensa a través de wilayat (gobernaciones) que abarcan desde Afganistán hasta Libia. Entre las últimas incorporaciones al califato destaca el sanguinario grupo Boko Haram, con un terrible historial de terror en Nigeria.
– Un núcleo duro y múltiples tentáculos:
Estimaciones formuladas por los servicios de inteligencia de Estados Unidos indican que en su núcleo duro -concentrado en los teatros de operaciones de Siria e Irak- el Estado Islámico dispone de entre 20.000 y 31.500 efectivos, con armas pesadas y sin aparentes problemas de financiación. Ese núcleo duro se divide en un 60 por ciento de voluntarios internacionales procedentes de un centenar de países junto a un 40 por ciento de yihadistas tanto sirios como iraquíes.
Junto a esa nutrida fuerza paramilitar, que hasta ahora está resistiendo con una mezcla de tenacidad y brutalidad en casi todos sus territorios conquistados, funciona una red paralela compuesta por varios centenares de extremistas. Este segundo frente se estaría organizando en países adicionales como Jordania, Líbano, Túnez o Egipto.
– Avanzar o perecer:
El Estado Islámico habría entrado en una dinámica estratégica sin término medio. Opera en frentes muy cambiantes y la derrota de los yihadistas en determinadas batallas no significa necesariamente que no puedan reagruparse y avanzar en otros frentes abiertos. ISIS necesita retener su capacidad de ofensiva si quiere seguir disfrutando de todos esos elementos que han hecho posible hasta ahora sus victorias, como por ejemplo su demostrada capacidad para atraer voluntarios internacionales.
Como ha indicado el investigador Charles Winter, de la Quilliam Foundation de Londres, el Estado Islámico no se puede permitir el lujo de estancarse. Y de hecho sus seguidores exhiben esa mentalidad de lucha sin cuartel en las redes sociales con mensajes del estilo: «El año pasado fue Mosul, este año es Ramadi y dónde llegaremos el año que viene…»
– Diferencias irreconciliables:
Aunque Al Qaida comparte el principio de colaboración entre yihadistas contra un enemigo común, la red terrorista liderada por el egipcio Ayman al-Zawahiri se niega a entenderse con el Estado Islámico. Aunque Zawahiri no ha logrado nunca ejercer el mismo nivel de control e influencia que Osama Bin Laden, se le reconoce capacidad suficiente como para mantener unidas las cada vez menos franquicias en la órbita de Al Qaida. De hecho, todas estas ramas renovaron su alianza justo después de la proclamación del califato del Estado Islámico.
Con todo, algunas facciones que en su día se comprometieron con Al Qaida han empezado a cambiar lealtades sobre la marcha. Según estimaciones del International Centre for the Study of Radicalisation and Political Violence, el Estado Islámico ha reclutado más voluntarios que ninguna otra organización terrorista desde la década de los años ochenta.
– Afán de permanencia:
Dentro de esta preocupante dinámica, el gran peligro es que el califato termine por convertirse en una parte permanente de Oriente Medio, aunque sea con una cambiante geografía. Además de plantar batalla, los líderes del Estado Islámico se están concentrado en organizar lo más parecido a un eficiente gobierno en las zonas que controlan desde hace ya más de un año. En ese afán por ir mucho más allá de lo que nunca consiguió Al Qaida, el Estado Islámico ha anunciado desde planes para acuñar su propia moneda hasta la creación de múltiples secciones administrativas a cargo de emires. Sin abandonar, por supuesto, sus prácticas habituales de terror, sofisticada propaganda, actos de genocidio, destrucción de patrimonio cultural y sistemáticos saqueos.
Escrito por Pedro Rodríguez, profesor asociado de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y en ICADE.