Durante las más de cuatro décadas que duró la Guerra Fría, los sentimientos de admiración y rencor por el Este y el Oeste fueron las manifestaciones más comunes en Europa. La Guerra Fría centraba por sí sola la atención mediática. Por un lado, la Unión Soviética despertaba las dosis adecuadas de miedo y fascinación en pleno apogeo expansionista, por otro, la lucha entre los bloques por ganar cuotas de poder anunciaba un período interesante. El Viejo Continente fue testigo, y víctima, de los encuentros y desencuentros entre EE.UU. y la URSS. En un panorama polarizado, desbordado por los acontecimientos, especialmente durante lo que se denominó “la segunda Guerra Fría”, los periodistas daban testimonio de aquellos momentos históricos y participaban, cómo no, de sus filias y fobias por uno u otro bloque.
Los diarios españoles, ya en democracia, y por ende, con plena libertad de prensa, documentaban, describían y analizaban cada uno de los hechos que protagonizaba la agenda informativa. El mensaje recurrente en algunos diarios era el final de la Guerra Fría, no tanto porque se evidenciase sino porque se hacía necesario para atender sus necesidades narrativas y editoriales. En otros casos se hicieron auténticos quiebros argumentales para obviar los hechos. Así consta en el libro “Entre la admiración y el rencor. Estados Unidos y la prensa española ante el final de la Guerra Fría”, donde se hace un repaso por los hechos más importantes sucedidos entre 1979 y 1992 y que tuvieron a Estados Unidos como protagonista.
Durante la Guerra Fría, los periodistas españoles, quizá también en el exterior, trataron de explicar el conflicto a través de discursos que obedecían a asuntos domésticos. De hecho, utilizar al país norteamericano como herramienta de movilización de la opinión pública para atender asuntos de política interna ha sido algo común en la historia española durante el siglo XX, y se ha materializado desde ideologías antagónicas. Instrumentalizar a la opinión pública a través de la prensa es un hecho objetivo, intentarlo al menos; como también lo es la falta de rigor que acometieron algunos diarios que con vehemencia anunciaban o negaban el final de la Guerra Fría. La puesta en duda de la naturaleza y esencia democrática de los Estados Unidos, se convirtió en el asidero más eficaz con el que empañar la imagen del país norteamericano en algún diario de gran difusión en aquellos años. Para conseguir tal propósito, se establecían comparaciones entre los sistemas del Este y el Oeste como si se tratara de realidades idénticas.
Hace treinta años que ningún presidente estadounidense visita España de manera oficial. La calurosa acogida que tuvo Ronald Reagan en 1985 bien parece que pueda tener algo que ver.
El encuadre informativo de las cabeceras más representativas en aquellos años, que incluye un recorrido por hechos de gran trascendencia a través de cuatro presidentes, resulta útil para entender la imagen que se tiene en España de los Estados Unidos, una imagen a menudo cargada con ciertas dosis de desconocimiento y prejuicios.