Tradicionalmente, las finalidades de la diplomacia pública han solido consistir en proyectar una imagen positiva del país hacia la opinión pública extranjera; incrementar la influencia internacional mediante la exportación de formas de pensamiento y bienes culturales, o intentar mejorar la receptividad de otros países y especialmente de sus capas dirigentes hacia los mensajes emitidos por los agentes de esa maquinaria de persuasión. En el caso norteamericano, la diplomacia pública ha sido el vehículo de una determinada imagen del país, que ha tendido a asociarlo, entre otros valores, a la promoción de la democracia liberal y de sociedades abiertas política y económicamente. Ese argumento fue un factor medular en la batalla propagandística librada contra la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría.
Sin embargo, la defensa de la seguridad y del “interés nacional” primó a menudo sobre la expansión de la democracia en países considerados potenciales aliados pero que tenían sistemas políticos distintos al norteamericano. Los escrúpulos ideológicos se relegaron frente a imperativos considerados de mayor calado (de índole militar o económica). La trayectoria internacional de Estados Unidos presenta bastantes casos de apoyo a regímenes autoritarios que se adecuaban a los objetivos de la potencia americana, al tiempo que se realizaban intervenciones para derrocar a gobiernos elegidos libre y democráticamente que eran contrarios a sus designios. Por otro lado, el papel de la diplomacia pública norteamericana en la generación de cambios políticos en países terceros tampoco ha estado exento de polémica. Cuando se ha adoptado una conducta intervencionista se ha criticado su injerencia en asuntos internos de otros países. Cuando se ha asumido una actitud más pasiva se le ha reprochado no hacer lo suficiente por promocionar la democracia en regímenes de corte autoritario. La actuación con respecto a la dictadura franquista es muy ilustrativa en ese segundo sentido, enlazando además con la reflexión sobre el peso de los móviles estratégicos.
El debate de fondo, que abordan desde diversas perspectivas los estudios contenidos en la obra U.S. Public Diplomacy and Democratization in Spain. Selling Democracy?, estriba en cómo solventar la flagrante contradicción existente entre una sociedad americana y un mensaje internacional sustentados en los ideales democráticos, y una política exterior atenta a salvaguardar intereses nacionales que no siempre se correspondían con aquellos ideales. El análisis de la política exterior, la acción propagandística y los intercambios culturales y formativos que desplegó Estados Unidos en España durante la dictadura franquista constituye una buena atalaya para asomarse a esa cuestión.
En el caso español se optó por dar un perfil bajo a la apología de la democracia. Los responsables norteamericanos ante la tesitura de garantizar la utilización de sus bases militares en este país o respaldar firmemente el tránsito hacia un sistema de gobierno más representativo se decantaron siempre por la primera premisa. Esa fue una de las principales cortapisas con que se enfrentó su diplomacia pública en su intento de marcar distancias con la dictadura española y atraer a los sectores antifranquistas que podían convertirse en los “protagonistas del futuro”. La falta de coherencia entre el ideario democrático y el entendimiento con el franquismo minó la credibilidad del mensaje y proyectó una sombra de duda sobre la política de Estados Unidos en España, como se apreciaría posteriormente en el transcurso del proceso de transición política.
Escrito por Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, investigador científico del Instituto de Historia, CCHS-CSIC, doctor por la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus líneas de investigación destacan: las relaciones internacionales de España en el siglo XX, la acción cultural exterior de España, y la diplomacia pública de Estados Unidos hacia Europa.
