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¿Qué español se habla en Estados Unidos?

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Como han señalado las estadísticas del Pew Research Center, los hispanos componen un 17% de la población estadounidense. La mayoría de ellos son de origen mexicano y se concentran en los estados del sudoeste (Nuevo México, Texas, California y Arizona). Lo que quiere decir esto es que, si llegan estudiantes de estos estados a estudiar en España, es muy probable que traigan ya consigo el español, un dialecto mexicano-americano. Y, como es de esperar, a veces se sorprenden tanto los mexicano-americanos como los españoles cuando se dan cuenta de que, a pesar de hablar la misma lengua, no siempre la hablan igual.

El español mexicano-americano suele distinguirse principalmente en el léxico, ya que las palabras que se usan proceden de una multitud de fuentes. Hay voces de origen indígena, como zacate (“césped”), popote (“pajita”) y mole (una salsa), del náhuatl. Hay palabras tomadas del inglés, como troca (“camión”), lonche (“almuerzo”) y ticket (“el boleto”). A veces, estos vocablos ingleses se adaptan a la morfología española, para dar parquear (“estacionar”) y washatería (“lavandería”). Hay palabras que en España se ven como voces rurales y/o antiguas, como alberca (“piscina”) y naiden (“nadie”), pero que se emplean en el lenguaje cotidiano de los Estados Unidos. Cualquier mexicano-americano que haya pasado tiempo hablando con gente de otros dialectos sabrá añadir otros ejemplos de palabras que les sorprenderían a esta lista.

No son solamente palabras prestadas que suelen desconcertar a los que se encuentran con el español mexicano-americano, sino también la definición y las combinaciones de estas. Por ejemplo, en el español de los Estados Unidos, existe extensión semántica. Esto es el resultado de creer, por la similitud fonética de dos palabras, que llevan también definiciones parecidas, lo que se observa en el uso de la palabra colegio. Colegio se ve como parecido al vocablo inglés college (“universidad”) y por lo tanto, empieza a usarse con el mismo significado. Si alguien de fuera leyera un anuncio para un colegio estadounidense, sabría entonces que se refería a una universidad y no a una secundaria. Más allá de la extensión semántica, existen calcos, que se forman también por el intento de igualar el inglés y el español. Son el resultado de la traducción exacta, palabra por palabra, de una expresión inglesa al español. Un ejemplo sería la expresión llamar p’atrás, una traducción de la inglesa to call back (“volver a llamar”). El cambio de código, fenómeno atestado en cualquier contexto bilingüe, está también muy presente en el español mexicano-americano. Se presenta un ejemplo de una estudiante texana, respondiendo a la pregunta de qué había hecho el día anterior: “Ayer salí con una amiga, fuimos a Walmart a hacer unas compras, luego fuimos al Dollar Tree, y anduve en la biblioteca estudiando y haciendo tareas hasta la noche, pues vi a una amiga y nos dio hambre y fuimos a Whataburger, and then I came back home, I took a shower and then went to bed”.

Claro que les sorprende a los hablantes de diferentes dialectos la falta de comprensión que resulta de usar vocablos y oraciones tan distintos. Sin embargo, no es el único sitio de malentendidos. De hecho, ocurren hasta cuando se utilizan las mismas palabras con las mismas definiciones. Según unos estudiantes mexicano-americanos de Texas, el español de España es un dialecto de prestigio, formal y correcto, y mejor que el español “quebrado” que hablan ellos mismos. Llegaron, entonces, a Alcalá de Henares, preparados para usar las formas más apropiadas que se les habían enseñado. Se puede imaginar lo mucho que se asombraron de la reacción de los españoles cuando emplearon “usted” para cualquier persona con más de 30 años, insistieron en dirigirse al profesorado del Instituto Franklin con “profesor(a)” y/o “doctor(a)” en vez de su nombre propio y, para pedir que alguien se repitiera, dijeron “¿mande?”.

Cada dialecto del español se dota de sus propias palabras, expresiones y maneras de hablar, y no es de extrañar que resulte confuso cuando los hablantes de uno de estos se ven en contacto con los de otro. Tanto para los mexicano-americanos que viajen a España, como para los españoles que los reciban, es imprescindible recordar que existen diferencias, y que hay que aprenderlas, reconocerlas y apreciarlas.

Escrito por Meghann M. Peace es doctora en Lingüística Hispana por la University of Minnesota, MA en Lingüística Hispana por la University of Massachusetts y MA en Literatura Hispana por la University of Virginia. Licenciada en Lengua Española y Química por Bucknell University. Lleva mas de 15 años impartiendo docencia en universidades norteamericanas en cursos sobre lengua española, lingüística hispana y literatura hispana. Investiga la presencia del español en Estados Unidos, la interacción entre el español y el inglés y entre diferentes dialectos del español en Estados Unidos y la adquisición del español como lengua segunda. Asimismo trabaja como intérprete y traductora para organizaciones científicas americanas.

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