En estos días, donde la información política acapara todos los medios de comunicación, donde los debates entre los candidatos de uno u otro lado del Atlántico han sido los protagonistas de todas las portadas de revistas y debates de televisión, no estaría nada mal añadir a este diálogo un tono de color para hablarnos de que no todo el arte contemporáneo nos ha llegado de EE.UU. Quizá, para muchos, sea bastante desconocido que el Pop Art, tan desarrollado durante parte de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo en Gran Bretaña y Norteamérica, debe bastante a la influencia de artistas españoles como Dalí.
Nuestro arte, en concreto nuestra pintura, tan desconocida para los artistas extranjeros hasta la llegada del romanticismo, cuando se veía a España como uno de los países más exóticos de Europa, y hasta que pintores como Manet se interesaran por la pintura barroca española, especialmente, por Velázquez, cuyo tratamiento de la luz le produjo tal fascinación que no pudo por menos que imitarle en algunos de sus cuadros como El Pífano.
Así se empezaría a descubrir a los pintores del Siglo de Oro español y por supuesto a Goya, Velázquez y el Greco, reconocidos como los padres de la pintura moderna por su presencia tanto en la pintura europea, como fue el caso de los impresionistas, como en la pintura norteamericana del siglo XIX y XX. En particular, a la influencia que estos pintores efectuaron en la obra de Robert Henry (1865-1929), sobre todo en sus retratos de principios del siglo XX. Además, fue uno de los impulsadores del grupo de «Los Ocho«, a cuyos pintores transmitió el interés por la pintura española como vemos en John Sloan (1871-1951) cuyo arte se expande hacia el conocimiento de Velázquez y Goya en cuadros como La Estela del Transbordador.
Contrariamente al fenómeno ocurrido en el siglo XIX, donde los artistas venían a España en búsqueda de inspiración y conocimiento, se produjo durante los años de la Segunda Guerra Mundial una huida hacia Norteamérica. Con la llegada de las tropas nazis a París, muchos de los artistas de la vanguardia europea decidieron refugiarse en los EE.UU. convirtiendo Nueva York en la nueva capital del arte occidental. Dalí sería uno de estos artistas maravillosamente acogido por la industria del cine y la publicidad. Los hermanos Marx, Walt Disney, Alfred Hitchcock, y las revistas Vogue y Vanity Fair se rindieron ante su ilimitada imaginación.
Coincidiendo con los años de esta gran contienda, Dalí nos mostrará la imagen más despiadada de la guerra: Atómica Melancolía, Las Tres Esfinges de Biquini, El Rostro de la Guerra, cuyas calaveras parecen estar tomadas de las vanitas barrocas españolas. Sin embargo, el rostro de la muerte lo representará en una escultura hecha con figuras humanas para recordarnos la brevedad y fragilidad de la vida. In Voluptas Mors siete mujeres, caprichosamente colocadas, reproducirán la calavera que aparece en la polilla conocida como “la esfinge de la muerte”. Curiosamente, esta imagen será la que se utilice en el cartel de la película El Silencio de los Corderos, dirigida por Jonathan Demme en 1991.
No nos debería extrañar el empleo de imágenes de Dalí en carteles publicitarios, pues sus pinturas fueron las primeras en ser utilizadas para conquistar a las masas. Poesía de América-Los Atletas Cósmicos, será la obra pictórica que por primera vez utilice un objeto de consumo cotidiano; la botella de Coca-cola. Este recurso abriría ampliamente el camino al Pop Art. Un arte fuertemente comunicativo a través de la utilización de imágenes prestadas por la publicidad, los anuncios de televisión, el cine o la propaganda de algunas de las marcas de consumo común. Robert Rauschenber (1928-2008) en Coca Cola Plan y Andy Warhol (1928-1987) con los botes de sopa Campbell y por supuesto el uso de la botella de Coca-cola en Coca-cola 3 Bottles, serán algunos de los primeros artistas de este movimiento en darse cuenta de la fuerza que la imagen despertaba en el espectador y no vacilaron en utilizar el recurso planteado por Dalí.
El planteamiento de utilizar imágenes de un objeto de consumo cotidiano, será una de las mayores aportaciones que Dalí haga en el arte norteamericano del último tercio del siglo XX. El Pop Art será el movimiento que mejor utilice en el arte la incorporación de un objeto vulgar y cotidiano para convertirlo en un objeto artístico, en imagen llena de sentido plástico. Esta nueva forma de interpretación sería la respuesta al Informalismo de la posguerra cuyo arte, a través de la abstracción, intentaba mostrar el subconsciente del pintor. Esta mirada hacia el interior del pintor cambió radicalmente con el Pop Art, el cual, miraba hacia un entorno urbano más amplio y transformado por el consumo de una sociedad completamente industrializada que prefería un arte mucho más visual y fácil de entender, propio del estado de bienestar y que Dalí supo hábilmente captar durante su estancia en los EE.UU.
Escrito por Antonio Fernández, especialista en Historia del Arte.