Como cada tercer lunes de febrero, los estadounidenses celebran el ‘Día de los Presidentes’. El año pasado ya recalqué que esta celebración honra a todos los presidentes del país, por ser ejemplo de unidad y de transmisión de valores democráticos. En este año 2017, la fecha de esta fiesta coincide con el primer mes en la Casa Blanca del empresario Donald. J. Trump.
Al poco de convertirse en presidente, el profesor de Harvard Arthur Meier Schlesinger Sr. le pedía a John F. Kennedy que evaluara la actividad de aquellos hombres que le habían precedido en tan alto puesto. Kennedy, el mismo historiador de prestigio que en 1957 había ganado un premio Pulitzer por su obra Perfiles de Coraje, comenzó a evaluar a aquellos que antes habían ocupado su lugar. Sin embargo, al poco tiempo contactó con Schlesinger Sr. y le dijo que prefería no seguir con la calificación. Su argumentación era simple: había comprendido que la tarea presidencial era tan compleja que, dada su posición en ese momento como presidente de los Estados Unidos, se sentía imposibilitado de juzgar de forma imparcial el trabajo llevado a cabo por todos y cada uno de los presidentes que había gobernado el país. Quizás por esa razón, para recordar el esfuerzo presidencial de ser avanzadilla ideológica –como líder del mundo libre– y, también, guía nacional en los temas que afectan el día a día de sus conciudadanos, hoy se celebra en Estados Unidos el ‘Día de los Presidentes’.
Me solicitaban desde el Instituto Franklin-UAH que, al hilo de la fecha que hoy se conmemora, escribiera y evaluara el primer mes –¡gran coincidencia!– de Donald Trump al frente de la Casa Blanca (y yo añadiría también de su recién estrenada cuenta de Twitter @POTUS). Asumiendo como propio el razonamiento de Kennedy, creo que es muy difícil juzgar a un presidente que tan solo lleva un mes en el cargo. Hay que recordar, que hasta hace solo unos años, la figura del presidente Reagan ha estado altamente denostada entre los gurús intelectuales de ambos partidos políticos. Sin embargo, hoy la figura de Reagan ha sido recuperada y se ha convertido en un símbolo del nuevo republicanismo. Pero lo que también es muy cierto, es que Trump no parece ser un presidente al uso y, en tan solo un mes, ha dado muestras –en algunos asuntos con actitudes preocupantes– de que su mandato no va a tener parangón en la historia del país.
En tan solo un mes de mandato, y con la popularidad más baja que sus antecesores, Donald J. Trump se ha enfrentado a la prensa, justificando como verdades alternativas aquellos hechos que para él o su equipo son verdad y que no son los que los medios de comunicación trasmiten a la ciudadanía. Se ha enfrentado al servicio secreto de Estados Unidos, una de las piezas más importantes de la democracia del país, acusándolo de partidista. La situación ha llegado a un punto en el que la inteligencia estadounidense esconde información al propio inquilino del 1600 de la Avenida Pensilvania. Se ha enfrentado al Congreso, acusando a los demócratas –e incluso a algunos republicanos– de dinamitar a los candidatos que ha propuesto a distintos cargos de la administración. ¿Acaso la oposición no está haciendo lo que debe hacer en cualquier democracia bipartidista? Se ha enfrentado a los jueces, cuestionando su dictamen, por no entender la importancia de sus órdenes ejecutivas en aras de la defensa de la seguridad nacional. Se ha enfrentado a México, China, Irán, la Unión Europea, la OTAN… hasta con Australia. Siempre anteponiendo, eso sí, los intereses de ‘América primero’. Pues bien, he de concluir que en este mes no se ha enfrentado a todo el mundo. A Putin, por lo menos, todavía no.
