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¡Gálvez, ya estamos aquí!

4 julio

Hace doscientos cuarenta y un años, en el Independence Hall de Filadelfia, cincuenta y seis representantes de las trece colonias británicas de Norteamérica firmaban la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América. En ese momento, los miembros del segundo congreso continental abrían abiertamente las hostilidades contra la metrópoli en una guerra que finalizaría con el Tratado de París en 1783. Desde el primer instante, la necesidad de equilibrar las fuerzas rebeldes con la potencia bélica que suponía la monarquía inglesa obligaron a los padres de la patria americana a buscar alianzas en los enemigos seculares de la corona británica: Francia y España.

Hace exactamente cien años, el 4 de julio de 1917, frente a la tumba del marqués de La Fayette en el cementerio de Picpus en París, el capitán del ejército norteamericano Charles Stanton pronunciaba la frase “La Fayette, nous voila!” (La Fayette, ¡ya estamos aquí!) que rememoraba frente al revolucionario francés la ayuda prestada por Francia en su persona durante la guerra de Independencia de la nación americana. Norteamérica agradecía con el envío de tropas al mando del general Pershing a la Francia enrocada en la Gran Guerra por la deuda moral contraída en 1777. Nadie lo olvida, todo el mundo lo recuerda y Francia y Norteamérica comparten ese legado común de ayuda mutua en las guerras contra el enemigo exterior. No obstante, es menos conocida la ayuda de la monarquía española desde 1776 a las colonias rebeldes a la corona británica.

Desde el inicio de la contienda, los colonos norteamericanos eran conscientes de que no podrían vencer a los británicos sin la ayuda de las potencias europeas francesa y española. La ayuda francesa, aunque estimable, no bastaba para igualar las fuerzas, sobre todo en el mar, con respecto a Inglaterra. España era necesaria. Por ello desde su embajada en París, Benjamin Franklin entró en contacto con el conde de Aranda (embajador del reino de España en Francia) para solicitar la entrada de España en la guerra contra Inglaterra. En un principio, Carlos III y el conde de Floridablanca fueron reticentes pues la ayuda a los rebeldes norteamericanos podría alentar a las propias colonias españolas en América a solicitar su emancipación pero, de forma oculta, ya desde 1776 se habían enviado suministros y pertrechos a los rebeldes norteamericanos gracias a las compañías de comerciales españolas establecidas en Norteamérica a través de los territorios españoles en Luisiana y el golfo de México. En 1776, el conde de Aranda firma con Benjamin Franklin el envío de 120 mil reales de a ocho y suministros para la equipación del ejército continental que se realizará de forma secreta a través de las compañías comerciales de La Habana (Juan de Miralles) y de Gardoqui para entregarlas al general George Washington. Mantas palentinas[i] y de Béjar, cañones, bombas, fusiles, bayonetas y uniformes que el comerciante bilbaíno Diego María de Gardoqui (más tarde será el primer embajador de España en Estados Unidos) entregó regularmente a los rebeldes americanos y que les equiparon para la guerra de guerrillas que libraron contra los británicos. La decisiva victoria de Saratoga (1777) se produjo, en parte, por el equipamiento español al ejército de Washington y decantó a Francia a entrar abiertamente en la guerra pues, en definitiva, no tenía nada que perder y mucho por ganar. España, sin embargo, aún era reacia a entrar oficialmente en la guerra aunque ya lo hacía secretamente. En 1778 el Tratado de Aranjuez con Francia marca la entrada de España en la guerra pero no el reconocimiento formal de Estados Unidos como nación. El Reino de España se comprometía a la apertura de un nuevo frente en el sur de los actuales Estados Unidos y de esta manera recuperar Las Floridas y restaurar su control en el Golfo de México perdidos en las guerra de los Siete Años (1756-1763) y que habían consolidado la presencia de Inglaterra en el Caribe. Desde Luisiana el gobernador Luis de Unzaga primero y Bernardo de Gálvez después mantuvieron la línea de suministros que desde España, a través de Cuba, llegaba a los rebeldes norteamericanos por los territorios del río Misisipi. El propio Bernardo de Gálvez acudió a la captura de las plazas fuertes inglesas en Luisiana y Florida. Mobile (1780) y Pensacola (1781) fueron recuperadas para España por el malagueño haciendo que los ingleses se distrajeran del foco principal de la guerra contra los rebeldes en el norte. Con la armada preparada para la captura de Jamaica, la perla británica del Caribe, sus planes fueron frustrados por el anuncio del final de la guerra (Tratado de París 1783). La importancia de la apertura de este frente en El Caribe facilitó el trabajo de los colonos norteamericanos y franceses para la victoria en la guerra de la Independencia.

Pero, ¿por qué se ha olvidado esta ayuda indispensable? Gálvez, Gardoqui, Miralles, Unzaga y tantos otros son reconocidos en Estados Unidos y casi olvidados fuera de los círculos académicos en España. Desde el pasado mes de abril hasta el 2 de julio en Bilbao, la fundación Iberdrola homenajeaba esta presencia española en la independencia de los Estados Unidos con una exposición titulada: “La Memoria recobrada”. El pasado mes de septiembre, en Casa de América, Elizabeth A. Wise, presidenta del Capítulo Español de las Hijas de la Revolución Americana (Daughters of American Revolution DAM) destacaba la importancia de la participación de España en la guerra de la Independencia y el llamamiento a sentirnos orgullosos del papel de España en la formación del gran país americano. En 2016, Casa de América homenajeaba a Gálvez con la exposición “Bernardo de Gálvez y la presencia española en México y Estados Unidos” y, previamente, en 2014, el presidente Barak Obama otorgó la ciudadanía honoraria de los Estados Unidos a Bernardo de Gálvez. Sirva desde aquí una reivindicación más de lo que los españoles hicieron para conseguir la anhelada libertad que Jefferson, Franklin, Adams y los demás firmaron en aquel documento del que hoy celebramos su aniversario.

En la fiesta de hoy, con nuestros amigos del pueblo norteamericano, en su día más importante, esperemos que alguno de ellos, como el capitán Stanton en París, recuerde a esos españoles que lucharon junto a ellos hace doscientos cuarenta años y pronuncie, tal vez, un: “Gálvez, ¡ya estamos aquí!”

Happy 4th of July!


[i] Véase el libro de Marín, Francisco ‘Martínez se va a la guerra’ (Ed. Inédita) sobre estos suministros.

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