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Trump y Putin: primera cita en Hamburgo

860x520 10 Jul Trump y Putin primera cita en Hamburgo

No hubo flechazo a primera vista: el primer encuentro entre Trump y Putin, durante la pasada cumbre del G-20 en Hamburgo, ha enfriado las expectativas de una rápida conexión entre ambos. Pese a los esfuerzos del secretario de Estado Tillerson por presentar la duración de la reunión –2 horas y 15 minutos; más del doble de lo previsto– como una prueba de éxito, los resultados concretos han sido escasos. Y en cuanto al clima personal, a pesar de algunos elogios de cortesía, ni el líder ruso parecía distendido con su interlocutor –como puede observarse en su lenguaje no verbal–, ni Trump tuvo nada parecido a la epifanía de Bush en 2001, que contó haber mirado a Putin a los ojos y “ver en ellos su alma”.

Es cierto que los antecedentes no eran los mejores para generar confianza. Solo un día antes, en su discurso en Polonia, Trump había exigido a Rusia que dejase de desestabilizar Ucrania y de apoyar a “regímenes hostiles” como Siria o Irán. Al mismo tiempo, ofrecía a Moscú que se uniera a la lucha contra los enemigos comunes de la civilización, como el terrorismo yihadista. Una estrategia de “palo y zanahoria” con pocas posibilidades de éxito, en un momento en que el Kremlin está menos dispuesto que nunca –y tampoco podría justificar fácilmente ante su opinión pública– a aceptar cualquier oferta que se les presente como una imposición occidental, menos aún en el estilo poco diplomático de Trump.

Las contradicciones habituales en esta Administración también se han producido esta vez, con la cooperación en ciberseguridad como uno de los puntos más polémicos. Primero, Trump anunció que iba a crear una unidad “impenetrable” ruso-estadounidense de lucha contra ciberataques; lo cual parecía muy poco oportuno, cuando aún se están investigando las presuntas interferencias rusas en las elecciones de EE.UU. Posteriormente, ambos ministros de Exteriores trataron de quitar hierro al asunto, afirmando que se trataría de un simple grupo de trabajo para dialogar sobre todo tipo de ciberdelitos, incluyendo hasta la difusión de pornografía infantil. Finalmente, Trump tuvo que retractarse en Twitter de la idea de una “unidad conjunta”.

Añadiendo más confusión, desde el punto de vista de Moscú las palabras de Trump fueron inquisitivas y críticas en este tema, reacias a confiar en las explicaciones rusas. Putin declaró que había recibido numerosas preguntas de su interlocutor sobre la cuestión del hackeo ruso en las elecciones, pidiéndole todo tipo de detalles; una actitud del presidente estadounidense que, si se repitió en los demás temas tratados, puede explicar la duración de la reunión. Sin embargo, la posición transmitida por Tillerson a la prensa ha sido la que EE.UU. no acepta por completo los argumentos de Rusia, pero no desea que este escollo continúe obstaculizando las relaciones.

Los resultados concretos alcanzados, como el alto el fuego en el suroeste de Siria, tampoco invitan al optimismo. La hostilidad de la Administración Trump hacia Irán, y sus continuadas críticas hacia Assad, no parece hacer posible un consenso con Moscú sobre el futuro político de Siria. Por otra parte, en la propia reunión del G-20 Rusia se ha alineado junto a otros países en su defensa de la lucha contra el cambio climático, frente a la decisión de Trump de retirarse del Acuerdo de París. Y como trasfondo de estos desacuerdos, se mantienen las sanciones contra Rusia, recientemente prorrogadas por el Congreso estadounidense.

Probablemente era exagerado esperar que en Hamburgo pudieran solucionarse todos los problemas bilaterales acumulados en los últimos años de Obama; pero lo cierto es que Trump, en los pocos meses que lleva en la Casa Blanca, está generando otras nuevas fricciones que no pueden achacarse a su antecesor. Este encuentro ha sido solo una primera toma de contacto; la verdadera prueba de la fortaleza de las relaciones serán las crisis inesperadas que, a buen seguro, ambos tendrán que afrontar en los próximos años.

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