Andrew Jackson –el séptimo presidente, icono del populismo y promotor de la política moderna en Estados Unidos– fue también el primero en producir una hagiografía para llegar a la Casa Blanca.
Andrew Jackson (1767-1845), conocido familiarmente como Old Hickory, está considerado como el primer populista en la Casa Blanca. Cuando alguien se lo comentó a Donald Trump, este decidió colgar en el despacho oval un retrato de su predecesor más mercurial y pendenciero en busca de inspiración y ejemplo. Como explica la historiadora Jill Lepore en su monumental libro These Truths: A History of the United States, el populismo es una pelea sobre el pueblo pero en el fondo es una pelea sobre números.
Jackson fue el primer presidente de Estados Unidos que hizo activamente campaña, el primero que apareció tanto en insignias como en encuestas manipuladas y el primer candidato elegido por una convención nacional de su partido. Además de revitalizar la democracia en América gracias al abandono del voto censitario por parte de un número creciente de Estados de la Unión que inicialmente habían vinculado el ejercicio de derechos políticos a la propiedad. Además de todos estos méritos para marcar un antes y después en lo que se considera como la política moderna de Estados Unidos, Jackson fue el primero en producir una biografía de campaña para ganar unas elecciones presidenciales. Ofensiva editorial más bien inevitable desde entonces en posteriores competiciones por la Casa Blanca.
Cuando compitió por primera vez contra John Quincy Adams, un rival mucho más intelectual y dinástico por ser hijo del segundo presidente de Estados Unidos, Jackson decidió transformar sus carencias (educación, experiencia política, conexiones e incluso sensatez) en fortalezas. Se presentaría como un hombre de acción, un heroico militar que hizo carrera desde cero, un hombre del pueblo y para el pueblo. Aunque para ello necesitaba que alguien contase la más favorable versión de su vida apalancándose en su victoria sobre los británicos en la batalla de Nueva Orleáns hacia el final de la guerra de 1812 tan nefasta para Estados Unidos.
En previsión de su salto a la política contrató a un veterano legislador y médico sureño, David Ramsay, para que escribiera su biografía con premeditación adulatoria. Aunque el reputado escritor famoso por una biografía de George Washington no pudo ni empezar su obra porque un sastre enloquecido le disparó tres veces por la espalda en las calles de Charleston.
No proclive a darse por vencido, Jackson contrató a un antiguo asistente militar, John Reid. A pesar de ser mucho más joven que su malogrado antecesor, Reid tan solo pudo redactar cuatro capítulos antes de fallecer de forma inesperada. Un día en enero de 1816 se empezó a sentir mal y en cuestión de 18 horas había pasado a mejor vida sin avanzar demasiado en el encargo de Andrew Jackson con opciones cada vez más reducidas en su frustrada búsqueda de un autor.
“Este libro debe terminarse” ordenó Jackson a otro ayudante de campo llamado John Eaton. Este veinteañero abogado, a pesar de no haber escrito nunca nada parecido a un libro, será generosamente recompensado con sucesivas prebendas por cumplir con su encargo y convertirse en una especie de asesor electoral. En 1824, justo cuando llegó el momento en el que su patrón se postulase a presidente, Eaton hizo una profunda revisión del libro para incorporar el relato más beneficioso posible para el candidato. Trabajo de edición en el que desapreció todo detalle comprometedor para el general.
La publicación final, un alarde de storytelling, tuvo el prolijo título The Life of Andrew Jackson, Major-General in the Service of the United States: Comprising a History of the War in the South, from the Commencement of the Creek Campaign, to the Termination of the Hostilities before New Orleans. En sus páginas, Old Hickory se reinventó y dejó de ser un ignorante sin educación formal para convertirse en un auto-didacta, de imprudente a intrépido, sin experiencia política pero también sin corrupción. Hasta el punto de pasar de un impulsivo outsider hasta transmutarse en algo muy apreciado por los votantes de la pionera democracia americana: un hombre hecho a sí mismo. O por lo menos con un libro hecho a su medida.
A pesar de todos estos esfuerzos, Jackson ganó el voto popular pero no una mayoría suficiente del voto electoral en los comicios de 1824. Y la elección presidencial fue decidida por la Cámara de Representantes a favor de John Quincy Adams. Dominado por el resentimiento, el general se retiró a su residencia de Nashville mientras John Eaton seguía actualizando su hagiografía. Y cuando Jackson finalmente arrasó en las presidenciales de 1828, su persistente biógrafo fue nombrado secretario de Guerra a pesar de haber cometido el “error social” de casarse con una viuda de cuestionada reputación. Pero eso, es ya otra historia.
Referencias
Burstein, Andrew. (2004). The Passions of Andrew Jackson. New York, NY: Vintage Books.
Lepore, Jill. (2018). These Truths: A History of the United States. New York, NY: W. W. Norton.
Meacham, Jon. (2008). American Lion: Andrew Jackson in the White House. New York, NY: Random House.
Remini, Robert. (1999). Andrew Jackson. New York, NY: HarperPerennial.
Wilentz, Sean. (2005). Andrew Jackson. New York, NY: Times Books-The American Presidents Series.