Estados Unidos va a contracorriente comparado con el resto del mundo en materia de derechos reproductivos. Mientras que hay una “marea verde” en América Latina, Asia y Europa, la emblemática nación de los derechos fundamentales y las libertades civiles se enfrenta a una negra ola de conservadurismo que pretende sepultar el progreso alcanzado en el acceso al procedimiento de interrupción del embarazo.
El aborto es un tema que polariza a los estadounidenses a lo largo de líneas de género, generación, raza, adscripción religiosa, partido político y lugar de residencia. Sin embargo, según encuestas llevadas a cabo por el Pew Research Center en 2022, seis de cada diez estadounidenses consideran que el aborto debería permanecer legal en todos o casi todos los casos. Un 80 % de los votantes demócratas consideran que debe ser legal en todas las circunstancias, pero solo un 38 % de los republicanos coincide con esa percepción.
Precisamente es en el seno de los partidarios republicanos donde encontramos las organizaciones y movimientos que durante varias décadas han estado presionando por la erosión de los derechos reproductivos. Algunas acciones han sido más efectivas que otras, tal es el caso del litigio estratégico en cortes. Algunas tácticas para presionar al sistema judicial han sido éticas y otras inclusive han sido catalogadas como actos de terrorismo doméstico; por ejemplo, uno de los blancos favoritos de los grupos de extrema derecha son las clínicas de Planned Parenthood que ofrecen el procedimiento de interrupción legal del embarazo a lo largo y ancho del territorio estadounidense.
La retórica recurrente de los grupos antiaborto descansa en las posturas provida de que la vida empieza en la concepción, la defensa de los derechos del producto sobre las gestantes, las campañas de planificación familiar con énfasis en la abstención sexual, entre otras ideas que son cuestionadas por minorías y mayorías en el país. Ahora bien, el movimiento antiaborto no es homogéneo en el país y ha cambiado en su composición a lo largo del tiempo.
A principios del siglo XX, fue la minoría católica la que se alió con la American Medical Association (AMA) en su cruzada antiaborto. Los católicos, muchos de ellos migrantes italianos e irlandeses y sus descendientes, se oponían por cánones religiosos. La AMA, que tenía como principal objetivo profesionalizar la práctica médica y obtener el control del sector, veía en la desestigmatización y libertad para practicar el aborto uno de sus blancos principales. A su vez, el partido demócrata veía a los inmigrantes católicos como engranajes para el patronaje político que aumentaba su creciente poder en las ciudades de la Costa Este.
Por el otro lado, el partido republicano tenía sus bases en las clases medias y alta predominantemente protestantes. Para 1966, un conjunto de pastores episcopales y organizaciones de la sociedad civil hicieron un manifiesto nacional en el que denominaron a las leyes restrictivas sobre el aborto como discriminación sexual. En esta época ACLU y varios ministros episcopales reformistas lanzaron un movimiento para derogar las leyes antiaborto en los estados. Así que, aunque se piense lo contrario, no todos los grupos de fe buscan restringir el acceso al aborto en Estados Unidos.
Actualmente, la coalición feminista provida más poderosa es Feminist for Life, fundada en 1972. Su argumento principal para oponerse al aborto no es de corte religioso, esto a pesar de que grupos de fe y su red extendida de organizaciones nutren las filas de este movimiento. Otro colectivo con gran influencia sobre el tema del aborto es la organización evangélica Concerned Women for America. Este grupo se autodenomina como un Comité de Acción Legislativa, por lo que su activismo va más allá de la protesta pública y se dirige hacia la presión política. Han apoyado la nominación de la jueza conservadora Amy Coney Barret, quien a lo largo de su trayectoria ha declarado constitucionales tres leyes para restringir el aborto en Indiana. Concerned Women for America financió un autobús rosa para que sus voluntarias viajaran por todo el país promocionando a la jueza Barret, esto en plena pandemia de la COVID-19, desafiando todas las restricciones.
Durante la primavera de 2019, el Pew Research Center hizo un análisis de 50 000 sermones de 6000 iglesias estadounidenses de denominación cristiana. Se encontró que solo el 4 % de todos estos sermones había mencionado al aborto una vez. Como era de esperarse, las congregaciones de evangélicos protestantes (22 %) y los católicos (19 %) fueron las denominaciones religiosas que tuvieron mayor incidencia en la muestra. Sin embargo, el estudio afirma que en todos los casos el aborto fue un tema secundario. Aun así, grupos asociados con la red extendida de las iglesias, tanto a favor como en contra del aborto, se movilizan para presionar al sistema político estadounidense y desde su posición minoritaria afectan los derechos reproductivos de la mayoría.