El periodista Guillermo Fesser cuenta el sucedido de un angloparlante monolingüe, residente en Los Ángeles, que afeaba a un hispanohablante su limitada soltura para expresarse en inglés. A lo que el criticado contestó, “Y usted, ¿podría decirme como se dice Los Ángeles en inglés?”. Se lo puso fácil después de la falta de tacto, porque podría haber preguntado cómo se pronunciaba “El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del Río de Porciúncula”, fundado por el jienense Felipe de Neve en septiembre de 1781. Es solo un ejemplo, pero nos sirve como “primer verso” de una realidad, la hispana, diversa y compleja, que se extiende en Estados Unidos por generaciones y orígenes con la llegada de los españoles más allá del Río Grande hace, al menos, cinco siglos.
En 2020, la oficina del Censo de los Estados Unidos comprobó que los hispanos habían superado la cifra de 60 millones de habitantes. Esta cantidad supone un aumento de casi 12 millones de habitantes entre 2010 y 2020, en una década. Esta realidad demográfica, que está cambiando la fisonomía del país, no es uniforme, ya que, de ese total, tres cuartas partes se concentran en nueve estados: California, Texas, Florida, Nueva York, Illinois, Arizona, Nueva Jersey, Colorado y Nuevo México. Estados que, en su mayoría, con solo nombrarlos rezuman la herencia y los rasgos comunes de la hispanidad. El doctor en Lingüística Hispánica y sociólogo, Francisco Moreno Fernández, ha vivido muchos años y conoce de primera mano la realidad del español en Estados Unidos. En su ensayo, “La Lengua de los Hispanos Unidos de América: Crónica de Resistencia”, se pregunta, ¿latinos o hispanos?, recordando que el 5 de mayo de 1862 las tropas mexicanas del general Zaragoza derrotaron al ejército francés enviado a México por el emperador Napoleón III. Por esas fechas, en Francia, se emplea ya la denominación América Latina, con el objetivo de despojar a América de la denominación hispana y difuminar el vínculo directo con España.
La encuesta “2022 National Survey of Latinos”, puesta en marcha por el centro Pew Research y la Fundación Kaiser Family, preguntaba directamente sobre si los aludidos preferían denominarse latinos o hispanos. Más de la mitad, el 53%, contestó que no tenía ninguna preferencia, el 34% se identificaba con hispano y el 13% con latino exclusivamente. Como plantea Moreno Fernández, es el momento de preguntarse qué quieren los hispanos en Estados Unidos, ¿hacer tabla rasa con su pasado? ¿Identificarse con una tradición hispánica? ¿Ignorar lo que no une o apostar por ello? ¿Prefieren el spanglish o el bilingüismo? “Si no se tienen las ideas claras, vendrá Napoleón III y nos dirá cómo nos tenemos que llamar”.
El español es una herramienta y un vínculo, que presenta muchas variantes; otro instrumento determinante son los símbolos comunes. Pese al crecimiento de la crítica ventajista, la que retuerce la mirada del presente para juzgar lo que pasó medio milenio atrás, los símbolos de vínculo entre España y Estados Unidos están ubicados a lo largo de la geografía estadounidense y, especialmente, en algunas localizaciones emblemáticas. Por ejemplo, las imperiales Puertas de Bronce o Puertas de Colón, con más de cinco metros de altura y nueve mil kilos de peso, ocupan la recepción frontal que se abre al oeste en el Capitolio, hacia el National Lawn. La colosal obra de Randolph Rogers –que finalizó en 1863– rememora y sacraliza el descubrimiento de América por la Corona española a través de escenas capitales en la vida de Colón. El pináculo que detalla la llegada al Nuevo Mundo está presidido por su busto y el águila americana.
Entre los símbolos, personificados en españoles de la Historia, destaca por su irrupción pública en los últimos diez años, Bernardo de Gálvez, el gobernador de la Luisiana en tiempos de Carlos III, resultó determinante para la victoria del ejército de George Washington sobre Gran Bretaña y, por tanto, determinante para el nacimiento de los Estados Unidos de América. El 16 de diciembre de 2014, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una resolución conjunta, es decir de las dos Cámaras, Senado y Cámara de Representantes, la Ley 113-229. Y en esa joint resolution, se explicaban, pormenorizadamente, los motivos por los que merecía la exclusiva condición de Ciudadano Honorario. Algunos extractos de la declaración subrayaban, “considerando que los Estados Unidos sólo han concedido la Ciudadanía Honoraria en otras siete ocasiones durante su Historia y que la Ciudadanía Honoraria es y debería mantenerse como un honor extraordinario que no se consigue con facilidad ni se concede frecuentemente, Bernardo de Gálvez fue un héroe de la Guerra de la Independencia norteamericana, quien arriesgó su vida para lograr la libertad del pueblo de los Estados Unidos y proporcionó provisiones, recursos estratégicos y tácticos y un decidido apoyo al despliegue militar”.
Gálvez es parte fundamental de la vigencia de la herencia hispana y su reivindicación y actualidad se cuenta en el libro Y Bernardo de Gálvez Entró en Washington (bajo el sello editorial de la Universidad de Alcalá, de próxima aparición).