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Elecciones en Estados Unidos y los “deberes” de Netanyahu

DA - JAG - Israel - 2024

Este pasado 7 de octubre se ha cumplido un año de la llamada “Batalla de Reim”, cuando unos 3.000 milicianos de Hamás traspasaron la frontera entre Gaza-Israel y en los alrededores del mencionado kibutz y un festival de música que se celebraba en las inmediaciones, causaron más de mil muertos y secuestraron a centenares de civiles. Más allá del conocimiento o desconocimiento que el Mossad pudiera tener del ataque, la respuesta del gobierno israelí puede resultar clave en el resultado de las elecciones presidenciales norteamericanas del próximo 5 de noviembre.

Normalmente, acontecimientos de índole internacional han tenido una más que relativa influencia en el resultado final de un proceso electoral. Ni Afganistán, ni las distintas guerras del Golfo, ni tan siquiera la crisis de los rehenes en Irán a finales de los setenta, resultaron determinantes en la decisión de los electores estadounidenses, siempre preocupados por temas domésticos como la inflación o la emigración. La actual guerra de Ucrania, siguiendo la misma dinámica, tampoco determinaría en sí misma la victoria de ninguno de los candidatos. Sin embargo, la guerra que Israel libra en distintos escenarios bien pudiera resultar concluyente dado el escaso margen entre los dos candidatos que, de forma más o menos unánime, muestran todas las encuestas.

Tal extremo es de sobra conocido por el gobierno demócrata y, en el año transcurrido desde el desencadenante del conflicto, los intentos del presidente Biden por llegar a un acuerdo diplomático que pusiera fin al conflicto han sido tan infructuosos como numerosos. He perdido la cuenta de los viajes que el secretario de Estado Antony Blinken ha realizado a Israel sin resultado positivo en ninguno de ellos, pues Netanyahu ha hecho oídos sordos a cuantas peticiones se le platearon. Incluso pudiera decirse que ha traspasado más de una “línea roja”, la última ayer mismo —9/10/24—. Durante casi una hora el líder israelí mantuvo una conversación telefónica con Joe Biden y Kamala Harris. Según Karine Jean-Pierre, secretaria de prensa de la Casa Blanca, la conversación fue “productiva” y “directa”, pero también insinuó que el israelí no aclaró el cuándo y el cómo de la respuesta al ataque iraní con misiles contra su territorio el pasado 1 de octubre.

La anterior reacción de Israel a los ataques de Hizbulá bombardeando la capital libanesa y sus ciudades más importantes, llegando incluso a ocupar el sur del país, supuso una importante escalada en el conflicto. Uno se pregunta hasta qué punto el presidente israelí hubiera tomado decisiones de tal calado, y las que sin duda llegarán, si la situación política en Estados Unidos fuera otra.

Donald Trump, que aceptó la capitalidad de Jerusalén sin mayor problema, no supone obstáculo alguno y, si de Netanyahu dependiera, él sería el próximo presidente. La banalización del republicano respecto al conflicto de Israel con Irán — “Pienso en ello como dos niños peleando en el patio del colegio. A veces simplemente hay que dejarlo pasar un poco”— resulta tan sorprendente como asombrosa. Otra cosa es qué ocurriría si finalmente es Kamala Harris quien se hace con la presidencia.

Más que un “pato cojo”, Biden es un “pato paralítico” y su capacidad para influir y mucho menos presionar a Netanyahu en estos momentos es nula. Además, las relaciones entre ambos nunca fueron buenas. Leía ayer en el New York Times que Bob Woodward publicará en breve un libro titulado War en el que además de manifestar la relación entre Putin y Trump, menciona que Biden nunca “tragó” a Benjamin Netanyahu. Si, en vez de Trump, es Harris quien sale victoriosa, la permisividad de la demócrata sería indudablemente más incierta. Influyentes líderes como Alexandria Ocasio-Valdez se han manifestado contra lo que puede entenderse como un abuso de fuerza por parte de Israel. Sin embargo, en estos momentos de “interregno”, posicionarse en contra de Israel resultaría en un auténtico suicidio electoral para la actual vicepresidenta.

En resumen, ante lo impredecible del resultado electoral final y sus consecuencias para las relaciones entre la nación americana e Israel, Netanyahu parece estar haciendo los “deberes”, no sea que el examen fijado para el 5 de noviembre contenga preguntas que no estaban en el temario.

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