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El desgaste de Trump antes de la toma de posesión

860x520 18 Ene El desgaste de Trump antes de la toma de posesión

Donald Trump es el único presidente de la historia de Estados Unidos sin experiencia política o militar. Protagonizó junto a Hillary Clinton una de las campañas electorales más sucias que recuerda este país. Y ganó las elecciones con una de las candidaturas menos convencionales de la historia. Nada de lo ocurrido en el último año y medio responde a las reglas del juego político conocido. Tampoco el inusual periodo de Transición que se ha vivido en Washington desde la victoria de Trump, plagado de tensiones y polémicas que están sacudiendo la actualidad política y pasando factura al presidente electo antes de tomar posesión. No solo a él, es cierto. Pero en él están centrados los ojos del mundo, a punto de convertirse en el presidente número 45 de Estados Unidos. “Ningún presidente en la memoria de este país ha llegado al borde de su investidura con semejante mezcla de problemas potenciales y preguntas sin respuesta, o con el nivel de dudas públicas que existen en torno a su liderazgo”, describía el diario Washington Post. Aquí enumeramos algunos de esos problemas:

Aprobación por los suelos

Según el último sondeo de Gallup, Donald Trump tiene un índice de aprobación del 44%, cifra que cae en la reciente encuesta de ABC/Washington Post hasta el 40%. Estos son niveles ínfimos comparados con los porcentajes que disfrutaron sus antecesores antes de tomar posesión: Barack Obama 2009, 83%; George Bush 2001, 61%; Bill Clinton 1993, 68% (Gallup). “Trump llega a la presidencia como el presidente menos popular en al menos cuatro décadas”, titulaba el Washington Post. No es ninguna sorpresa. Tanto Trump como Clinton fueron los candidatos más impopulares de la historia, como certificaron los sondeos sostenidos desde 2015. Las cifras del presidente electo se han mantenido sin cambios desde entonces. Y esto es lo inusual. Los periodos de transición presidencial suelen ser lunas de miel para los ganadores primerizos de las elecciones, que disfrutan durante dos meses del tirón de popularidad de su victoria frente al desgaste de sus antecesores tras años en el poder. Pocas veces en la historia, el presidente saliente ha presumido de índices de popularidad más altos que el entrante, como ocurre con Barack Obama y Trump, que por su parte asegura que estas encuestas están “amañadas” mientras su equipo recuerda que los vectores de popularidad siempre fueron independientes a los de intención de voto y/o gobernabilidad. Pero la lectura política en Washington es muy diferente. “Un 37% de índice de aprobación sería una crisis grave para cualquier presidente en cualquier momento. Trump necesita una victoria política y rápido”, escribía en Twitter el corresponsal en la Casa Blanca del NYT, Glenn Thrush.

Legitimidad bajo cuestión

Más de una treintena de congresistas demócratas amenazan con no asistir a la toma de posesión de Donald Trump, rompiendo con la tradición política. “No le considero un presidente legítimo”, anunciaba primero el histórico congresista John Lewis, icono de los derechos civiles, a quien siguieron numerosas voces más. Mencionan entre las causas de su protesta la polémica interferencia de Rusia en las elecciones, los potenciales conflictos de intereses o las diferencias abismales en el voto popular. Al cuestionar la legitimidad de un presidente electo, se generan unas dudas y división sin precedentes. El equipo de Trump rechaza estos cuestionamientos como una pataleta política de los perdedores y un intento por deslegitimar su victoria y su presidencia antes incluso de tomar posesión.

Dudas sobre la relación pasada, presente y futura con Rusia

La polémica afinidad retórica del presidente electo con Moscú y sus elogios a Vladimir Putin despiertan recelos en un país que considera a Rusia su antagonista geoestratégico desde hace casi un siglo. Trump se muestra abierto a “trabajar con Moscú” e incluso a levantar las sanciones “si la relación es buena”. Estas declaraciones de intenciones generan toneladas de dudas internacionales y gran malestar entre la clase política estadounidense. Sobre todo después de la rotunda conclusión de los servicios de inteligencia “con alto grado de certeza” de que Rusia interfirió en las elecciones estadounidenses con una campaña masiva de ciberataques al partido demócrata, propaganda y noticias falsas para ayudar a Donald Trump. Nunca concluyeron sin embargo que Moscú interfiriera directamente en los resultados de las elecciones. Y tampoco se confirmó nunca el polémico dossier sobre Trump, basado en las débiles conclusiones de un cuestionable ex espía británico y publicado sin pruebas por algunos medios, que aseguraba que el presidente electo tendría una relación basada en el intercambio de favores con Rusia desde hace un lustro, también durante la campaña electoral. Fue tachado de “noticas falsas” por el propio Donald Trump. Pero el daño ya estaba hecho. Las dudas quedaron sembradas, el enfrentamiento directo con los servicios de inteligencia está sobre la mesa y el foco se centra en su futura política con Rusia, cuestionada desde antes de ser llevada a la práctica. Especialmente por los demócratas. Pero también por los republicanos.

Cuestionado desde dentro

En las sesiones de confirmación de los nuevos cargos de gobierno propuestos por Trump, que deben ahora recibir la luz verde del Senado, quedaron al descubierto graves contradicciones. Tanto el futuro secretario de Defensa, el general James Mattis, como el nuevo director de la CIA, Mike Pompeo, advirtieron de la gran amenaza que representa Putin para Occidente, contradiciendo abiertamente la postura del presidente electo. Les dieron la razón los senadores republicanos Marco Rubio y John McCain, que mostraron su insistente desacuerdo con la postura benévola de Trump con Rusia y sus ataques públicos a los servicios de inteligencia estadounidenses. Pasaron después a interrogar sin piedad al futuro secretario de Estado, Rex Tillerson, considerado el miembro de la nueva administración con más vínculos con Rusia. Eso si consigue la aprobación del Senado, aún pendiente de votación.

Potenciales conflictos intereses

Donald Trump anunció en su primera rueda de prensa como presidente electo su plan para transferir el control de sus empresas a sus dos hijos mayores, que no cerrarán nuevos acuerdos con países extranjeros, pero gestionarán los ya existentes, además del volumen de negocio nacional. La oficina de Ética del gobierno advirtió entonces que eso no era suficiente para evitar el conflicto de intereses, porque Trump mantiene la titularidad de la Organización y así sería imposible desvincularse del todo de sus negocios, intereses o hijos. De la misma manera que a sus hijos, con papel muy activo en la campaña y el equipo de transición, les resultaría muy complejo mantenerse 100% desconectados de Trump mientras esté en la Casa Blanca. Los presidentes anteriores vendieron sus bienes o los pusieron en manos de fondos fiduciarios ciegos. No lo requiere la ley. Pero sí la buena gobernanza. Además de una polémica cláusula de la Constitución que también podría requerirlo, aunque las interpretaciones legales varían: la cláusula de los emolumentos (remuneraciones adicionales) extranjeros en el Artículo I, Sección 9. Recientemente el abogado jefe de la Casa Blanca durante la presidencia de George W. Bush aseguró que Trump violará la Constitución “en cuanto tome posesión” si no se elimina el rastro de dinero extranjero en su Organización. Hay otros capítulos de conflictos potenciales abiertos, como la titularidad de su hotel en DC, el papel de su hija Ivanka en el gobierno o el nombramiento de su yerno, Jared Kushner, como asesor de la Casa Blanca.

Voto popular

Donald Trump ganó el voto electoral de manera rotunda, que es como se ganan las elecciones en Estados Unidos, con victorias clave en estados tradicionalmente demócratas como Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, gracias a una campaña efectiva y bien diseñada. Pero el presidente electo perdió el voto popular por 2,9 millones de votos. Trump recibió 62.979.879 votos frente a los 65.844.954 votos de Hillary Clinton. Esto ha ocurrido solo en cinco ocasiones en la historia, pero nunca con una diferencia tan arrolladora. Trump consiguió los peores resultados en voto popular de un ganador de las elecciones desde 1876, lo que solo añadió tensión a su inesperada victoria. Y armó de argumentos arrojadizos a críticos y rivales políticos.

Manifestaciones en Washington durante la toma de posesión

Las autoridades han dado permiso a más de 25 grupos para protestar en la capital durante la semana de la investidura de Trump, cuando lo habitual “suelen ser cinco ó seis grupos como máximo”, en palabras del National Park Service, que regula las actividades en el Mall. Las manifestaciones culminan el sábado 21 con una Marcha de Mujeres que se espera sea masiva. Por primera vez en décadas, un presidente asume el cargo en su primer mandato rodeado de protestas. Y con menos seguidores de lo habitual. Se calcula que en torno a un millón de personas asistirá a la toma de posesión de Trump, lejos de los 1,8 millones en 2009. Y los hoteles, a unos días de la ceremonia, están veinte puntos por debajo del 90% de ocupación registrado entonces. Una larga lista de artistas ha declinado la invitación a actuar en las celebraciones. Trump solo asistirá a 3 bailes de gala tras su investidura, frente a la decena de Obama o los 13 de Bill Clinton. Y su desfile por la Avenida Pensilvania se reducirá a 90 minutos, uno de los más cortos de la historia. Las celebraciones en torno a la toma de posesión suelen encajar históricamente con las personalidades de los presidentes electos. Contrastan las restricciones de este año con la conocida afición por el espectáculo, televisivo especialmente, de Donald Trump. Pero según su equipo este año se mantendrá un tono discreto porque los protagonistas son los estadounidenses y quieren evitar “una atmósfera de circo”. Por otro lado, según cifras del Comité Inaugural de Trump, han recaudado más de 100 millones de dólares, más del doble que ningún otro presidente de la historia. No hay detalles aún de cómo se gastarán ni confirmación de la cifra de recaudación exacta que se publicará en abril de 2017.

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