Bien se puede afirmar que desde los orígenes de nuestra civilización hasta la primera mitad el siglo XX, el Viejo Continente ha sido la cuna del arte occidental. Sin embargo, esta situación cambiaría durante los años de la Segunda Guerra Mundial cuando la vanguardia europea, que se estaba desarrollando principalmente en París y Berlín, se trasladó a Estados Unidos. A partir de ese momento sería la ciudad de Nueva York la que continuara con la modernidad artística. No obstante, antes de que la influencia norteamericana se dejara notar en todos los movimientos artísticos de la segunda mitad del siglo XX, se tuvo que desarrollar un arte puramente nacional desvinculado de los convencionalismos europeos tal y como mantenía Stuart Davis.
Aunque ya Kandinsky en 1910 había iniciado el arte de la abstracción con su Primera Acuarela Abstracta será, sin embargo, este lenguaje plástico el que mejor represente el nuevo espíritu del arte norteamericano. La abstracción, englobada de forma general en el llamado Informalismo o Arte Otro a partir del final de los años cuarenta, tendrá una corriente en los Estados Unidos basada en la expresión, el gesto y la materia conocida como Expresionismo abstracto. Jackson Pollock será uno de los mejores representantes por su actitud rebelde y su desvinculación con la tradición artística por medio del dripping o chorros de pintura vertidos sobre la tela. Ahora bien, dentro de esta pintura gestual en la que el pintor revela su estado de ánimo, sus inquietudes y denuncias sociales no se debería olvidar ni a Franz Kline ni a Willem de Kooning. Aunque ambos pintores presentan una forma de trabajo más cercana a la tradicional, refiriéndonos al uso de la brocha o pincel sobre el lienzo, la ausencia de color en Kline será un gran referente para nuestros pintores españoles, al igual que la expresividad inquietante en la casi abstracción de De Kooning.
Será el lenguaje de estos pintores y su concepción hacia la realidad la que llegara a Europa a partir de la segunda mitad del siglo XX. La victoria de la guerra y los medios de comunicación se encargarían de divulgar el nuevo lenguaje artístico identificado ya como un arte puramente norteamericano.
La llegada de estas tendencias a España coincidirá con un periodo en el que las normas academicistas y tradicionales eran mejor aceptadas por el régimen conservador del franquismo. Esta situación hizo que la vanguardia española se identificara con el Expresionismo abstracto norteamericano como el mejor movimiento artístico para expresar su repulsa, su estado de ánimo y su frustración hacia la opresión artística del régimen.
Aunque durante la década de los cuarenta la Escuela de Vallecas continuara vinculada a la modernidad artística, no será hasta 1957 cuando se cree en Madrid el grupo más innovador e influyente de la segunda mitad del siglo XX conocido como «El Paso«. Entre varios de sus componentes se encontraban Antonio Saura y Rafael Canogar quienes encontraron en la expresividad, la materia y el gesto norteamericanos los componentes plásticos necesarios para expresar su actitud rebelde y repulsiva hacia el régimen asfixiante y dictatorial del franquismo.
La negación del color en Antonio Saura, cuya paleta se ciñe al blanco y negro básicamente, y la libertad de la mancha de color a base de brochazos llenos de fuerza y rabia contenida en obras como Listia, Brigitte Bardot o Grito Nº 7 le vinculan con la figuración semioculta de De Kooning y la ausencia de color de Kline.
De forma análoga vemos estas características del arte norteamericano en obras como La Tolona y Toledo de Rafael Canogar. El horror de la Guerra Civil, las explosiones y la muerte violenta influyen en el mensaje del pintor quien, usando los efectos del dripping, hace un llamamiento a la expresividad de Pollock. Sin embargo, el uso de instrumentos en la aplicación de la pintura y la reducción de la paleta al blanco, negro y rojo nos recuerdan de nuevo a Kline.
Para muchos críticos de arte, la negación del color en los pintores españoles vinculados al Expresionismo abstracto norteamericano estaría más vinculada a la herencia de Goya, simplemente por cercanía y conocimiento de nuestro arte. Sin embargo, aunque bien se puede establecer un paralelismo entre algunos miembros del grupo «El Paso» con Goya, pues todos ellos vivieron bajo el yugo de regímenes totalitarios que castraban su creatividad, no se debe olvidar que en el contexto internacional será la corriente norteamericana la que influya definitivamente en la nueva concepción del arte. La casi ausencia del color, el gesto, la expresividad y el uso de la materia serán los elementos esenciales para transmitir los sentimientos del pintor en un periodo condicionado, para unos, por el cercano recuerdo de la Segunda Guerra Mundial y la amenazante Guerra Fría y para otros, por el presente recuerdo de la Guerra Civil, la larga posguerra y la amenaza constante de la soberanía represiva del régimen franquista.
Escrito por Antonio Fernández, especialista en Historia del Arte.