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Hollywood en la encrucijada: de George W. Bush a Donald Trump

20 junio

Las pesquisas acerca de la relación última entre la industria del cine hollywoodense y la realidad social y política de los Estados Unidos han propiciado, a lo largo de más de medio siglo, interpretaciones críticas dispares, cuando no abiertamente encontradas o incompatibles. Algunas de estas interpretaciones han restringido la función del conjunto del entramado productivo y de las prácticas narrativas y estéticas del cine comercial estadounidense a la de mero ensueño capitalista, sin otra conexión con la casuística histórica que la de proporcionar un alivio ficcional, un ámbito de entretenimiento ante las urgencias del mundo. Otros acercamientos, por el contrario, han enfatizado las múltiples dinámicas por medio de las cuales las representaciones de Hollywood refractan la materia de lo real más allá de la “hipótesis del reflejo”, ya sea en forma de “transcodificación discursiva” (Kellner y Ryan), alegoría, eco o desplazamiento.

En el seno de estos debates nace el volumen Cine e imaginarios sociales en el Hollywood de la era Bush (2001-2009), publicado en fechas recientes por el Instituto Franklin-UAH. A caballo entre los estudios fílmicos, la sociología y la historia cultural, la investigación plantea una aproximación a la producción cinematográfica hollywoodense de la primera década del siglo XXI desde el prisma de la crítica ideológica. Para ello, se sirve del modelo proporcionado por la teoría de los imaginarios sociales, con su énfasis en los procesos simbólicos intersubjetivos a través de los cuales las comunidades humanas dan sentido a su experiencia, fundamentan la acción (praxis) cotidiana e instituyen la realidad del mundo en cuanto totalidad social.

La era neoconservadora iniciada tras la polémica victoria electoral de George W. Bush viene marcada por el impacto de los atentados terroristas de septiembre de 2001, evento que, en opinión de algunos críticos culturales, supuso un giro dramático en la naturaleza de las ficciones de la cultura estadounidense. Como afirmaría Wheeler Winston Dixon en sus lecciones sobre pedagogía del cine tras el 11-S, las violencias globales se tornaron “demasiado reales” y, de resultas, decayó el manto protector de la fábula. Sobre el vacío de la pérdida y el orgullo nacional herido surge, entonces, el trauma cultural y, con él, rebrotan con fuerza todos los miedos: difusos, impalpables, de la misma esencia viscosa que el cúmulo de desastres e incertidumbres característicos de la contemporaneidad. Estos mismos miedos inundan las pantallas del gigante americano durante el resto de la década y, en grado variable, hasta nuestros días.

El libro presenta, en primer lugar, una panorámica de las distintas vías temáticas y narrativas del cine del periodo neoconservador, utilizando criterios taxonómicos que, más tarde, sirven igualmente de base para el análisis intensivo de un corpus reducido de cuatro filmes (entre ellos, El caballero oscuro de Christopher Nolan y Una historia de violencia de David Cronenberg). Esta selección atestigua el viraje del cariz lúdico y posmoderno de la ficción cinematográfica más comercial de las décadas previas hacia un nuevo modelo en el que las inercias míticas, tan caras no solo al cine, sino a la cosmovisión estadounidense en su conjunto, son puestas en entredicho.

Sería este, sin duda, unos de los vectores de sentido primordiales para entender la singular encrucijada del cine hollywoodense en los albores del milenio: las fisuras creadas entre el afán de (re)mitologización de la tradición nacional y la constatación de la precaria condición de dicha reserva simbólica dentro del universo de las ficciones de masas. Así, a pesar de la instrumentalización ideológica implícita en la invocación a los mitos nacionales llevada a cabo por el aparato institucional y mediático estadounidense, el cine de Hollywood tiende a mostrar, en los años reseñados, la huella de una incertidumbre constitutiva, el retorno de una herida histórica que, como ya apreciara Susan Faludi, ha de servir para cuestionar la supuesta singularidad del “evento 11-S”.

Tras el “interludio” del gobierno demócrata, y las evoluciones de eso que algunos han llamado el “Hollywood liberal-progresista”, el cine estadounidense confronta en la actualidad la certeza de una nueva encrucijada. Si el doble mandato de Barack Obama dona, especialmente en su recta final, una profusión de obras audiovisuales que rescriben el “mito de Estados Unidos” desde la perspectiva del sujeto afroamericano y del vigor (proto)feminista, la recién iniciada era Trump ha propiciado, de manera “sintomática”, un interés renacido por la imaginación distópica. Dada la cadencia industrial del cine comercial, habrán de pasar al menos dos años para poder calibrar los primeros efectos reales del asalto del imaginario populista y ultra-patriótico de Trump a la política de EE.UU. Con anterioridad a la victoria del magnate neoyorquino, algunos títulos, como Comanchería, American Heist o Imparable, ya preludiaban la creciente desesperanza del average Joe. Ahora se trata de constatar si Hollywood aceptará el reto; si mirará de frente a la realidad de un tiempo en el que algunos de sus principios democráticos fundacionales están siendo cuestionados, o, si, por el contrario, preferirá desplazar el objetivo y proyectarse hacia un “fuera de cuadro” ilusorio: ese espacio ficcional en el que la “fábrica de sueños” deviene la fantasía definitiva del emprendedor americano.

Bienvenidos a La La Trump

Escrito por Samuel Neftalí Fernández Pichel, doctor en Comunicación Audiovisual. Su actividad investigadora incluye la colaboración en diferentes obras colectivas sobre cultura popular e historia cultural de Estados Unidos y España desde una perspectiva centrada en la crítica ideológica.

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