Creo que la mejor manera de señalar una pista para el lector de esta obra quizás sea indicarle mi temprana convicción, ya desde que comenzara hace bastantes años a interesarme por los orígenes de la democracia, de que la Historia de los Estados Unidos era poco conocida para gran parte de los europeos y, sobre todo, para los españoles. Así, y partiendo de conocimientos superficiales avalados solamente por algunos títulos cinematográficos, la televisión y cierta novelas, los auténticos orígenes de aquel país han permanecido ocultos para muchos.
Otra cosa es el interés que pudiera suscitar, que siempre ha existido, y que quizás fuera la razón que me animase a proseguir mi tarea investigadora a pesar de toparme con algunas dificultades de la contextualización acorde con parámetros que se alejan de los de nuestro continente. A tal fin me han sido muy útiles los trabajos introductorios de John G. A. Pocock, que supieron seguir el hilo conductor del pensamiento político británico y el norteamericano, así como los del profesor Quentin R. D. Skinner, que indagó sobre el concepto de libertad en el temprano republicanismo, y luego, por supuesto, los excelentes volúmenes de Caroline Robbins, Bernard Bailyn, Gordon S. Wood y otros, que profundizarían precisamente en ese legado acogido por los colonos desde los albores del siglo XVIII. Tampoco me olvidé de los estupendos estudios académicos de otros tantos autores aún menos conocidos fuera del mundo anglosajón (Joyce O. Appleby, Peter S. Onuf, John P. Reid, David Armitage, Michael P. Zuckert, Clinton Rossiter, etcétera).
Y es que los tempranos experimentos sobre el autogobierno llevados a cabo por los colonos de Norteamérica, ya incluso desde principios del XVII, provinieron de una serie de circunstancias históricas precedentes y enclavadas en la originaria sociedad británica, pero también supusieron una novedad difícil de soslayar, dada la puesta en práctica de sistemas de decisión democráticos que acabarían reflejándose en las constituciones estatales y finalmente en la federal de 1787. Asimismo, este rasgo descentralizador, el del federalismo, implicó a su vez la irrupción de otro modelo de articulación política que aún suscita hoy en día polémicas y debates sin fin, pero que vino para quedarse en la órbita de nuestra discusión política habitual.
El conjunto de estudios que recoge el libro no pretende ofrecer una visión omnicomprensiva sobre los Estados Unidos, ni mucho menos. Ni siquiera sobre el período histórico que pretende cubrir, y que solo llega hasta 1865 aproximadamente gracias a la selección de apenas un puñado de obras y autores, entendidos como relevantes. Por el contrario, desearía contribuir tan solo un poco más a entender qué cosas nos unen y cuáles nos separan de aquel país a través del estudio de abandonos y hallazgos, reversiones y conflictos, y, sobre todo, escogiendo algunos de sus pasajes de la Historia política e intelectual menos conocidos. No se trata, pues, solo de trasladar una serie de imágenes que pudieran corresponderse con ciertos eventos de magnitud considerable, al modo en que puedan hacerlo un retrato épico o un relato triunfalista, sino de presentar también diversos problemas engendrados por la sucesión de impedimentos sociales y políticos que, primero en Europa, y luego permaneciendo en territorio norteamericano, obstaculizaban la inclusión de más sujetos en el ámbito de una democracia plena.
El volumen comienza, así, con un estudio sobre la literatura popular que, siendo de origen británico, calaría pronto entre los colonos de Nueva Inglaterra y les suministraría argumentos a favor de sus libertades y autogobierno, para luego pasar al examen del republicanismo como referencia continua en una época en la cual la democratización propiamente dicha, con sus significados plenamente igualitarios, todavía estaba empezando a caminar a uno y otro lado del Atlántico. A continuación se trata el sistema federal en sus inicios, que había sido creado para solucionar determinados conflictos urgentes y que, y aquí ya vendría la última parte del libro, sin embargo no podría subsistir en su forma original a causa de su incapacidad para dar respuesta a los desafíos que los Estados Unidos debían afrontar en el escenario mundial de mediados del XIX.
Ricardo Cueva Fernández es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Tras ejercer durante varios años la abogacía, especialmente en el área de asilo e inmigración, actualmente es profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido ponente en numerosos congresos internacionales, así como investigador en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y la Universidad Carlos III de Madrid, y visitante en el Centre for the Study of the History of Political Thought (Queen Mary, University of London). Además, ha publicado varios artículos académicos y libros, entre los que destaca «De los niveladores a Marbury vs. Madison: la genésis de la democracia constitucional» (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2011).