Estados Unidos y España: la movilización social en la sociedad posindustrial y el Manifiesto de Port Huron como gran anticipador

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La repercusión de múltiples y variadas movilizaciones en España y Estados Unidos en la presente década, muy visibles en los últimos meses, sugiere que la evolución  y cohesión de nuestras sociedades posindustriales es sumamente compleja. Dicha complejidad se pone de manifiesto en las contradicciones y consecuencias no intencionadas que se han venido sucediendo desde las últimas décadas del siglo pasado en Estados Unidos y algunos países europeos, ya en el seno de las primeras sociedades industriales avanzadas de aquellos años.

Prestigiosos sociólogos como Ulrich Beck o Anthony Guiddens han señalado que dichas consecuencias son fruto del propio desarrollo científico-técnico y modernización de estas sociedades. Sus efectos son observables en numerosos ámbitos e instituciones sociales en las que se enmarcan las relaciones sociales cotidianas de las personas que a un tiempo dan forma a esas mismas instituciones: la familia y los roles de género, la política institucional, la economía y los mercados de trabajo y de bienes y servicios, la institución educativa, nuestra relación con el medio ambiente y el resto de especies animales o el desarrollo de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas. Ámbitos en los que la plasticidad e indeterminación de las normas y roles sociales institucionalizados viene siendo reflejada por los numerosos movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil que buscan persuadir a la ciudadanía acerca de las controversias y debates públicos que se derivan de tal plasticidad e indeterminación, dada la incertidumbre que tal fluctuación normativa genera en la vida cotidiana de las personas y en sus identidades.

Por esta razón, solemos encontrar en la esfera pública de nuestras sociedades posiciones que defienden puntos de vista en ocasiones muy diferentes y encontrados sobre temas controvertidos, lo cual experimentamos con la amarga sensación de encontrarnos inmersos en una fuerte polarización social, una circunstancia de primera magnitud en la sociedad norteamericana[i], pero también, con cierta frecuencia, en la española. Un fenómeno que, entre otros asuntos, he abordado junto a mi colega Enrique Laraña en una amplia investigación recientemente publicada para el caso de la segunda[ii], pero estableciendo también conexiones históricas y culturales con algunos fenómenos propios del pasado reciente de la primera, la norteamericana[iii].

En particular, al margen de la academia y del conocimiento experto, uno de los primeros grupos de jóvenes activistas que supo anticiparse a estas cuestiones fue el constituido en torno a la Students for a Democratic Society (SDS) y otros colectivos y organizaciones de la New Left norteamericana en la década de 1960. El primer encuentro de la SDS fue en 1960 en la Universidad de Michigan y su manifiesto fundacional sentó las bases de la Nueva Izquierda y los movimientos estudiantiles que, como señalo en otro lugar[iv] y en la publicación ya referida, también avivó e intensifico las reivindicaciones de muchos otros grupos sociales y movimientos a lo largo de esa década: la lucha por los derechos civiles, las movilizaciones pacifistas que rechazaban la guerra en Vietnam, la potencia del movimiento feminista, así como la crítica a la jerárquica y burocrática estructura de las organizaciones políticas y económicas, y las consecuencias de esas formas de organización social sobre las personas y el medio ambiente.

Las personas que redactaron el manifiesto pusieron el énfasis en el establecimiento de una auténtica democracia a través de formas participativas, al tiempo que criticaron el sistema económico “dado que excluía a la mayoría de las personas —tratados como unidades o elementos— de los procesos de toma de decisiones sobre las cuestiones que les afectaban”:

“Making values explicit —an initial task in establishing alternatives— is an activity that has been devalued and corrupted. The conventional moral terms of the age, the politician moralities —»free world», «people’s democracies»— reflect realities poorly, if at all, and seem to function more as ruling myths than as descriptive principles […]
In affirming these principles we are aware of countering perhaps the dominant conceptions of man in the twentieth century: that he is a thing to be manipulated, and that he is inherently incapable of directing his own affairs. We oppose the depersonalization that reduces human beings to the status of things […]
As a social system we seek the establishment of a democracy of individual participation, governed by two central aims: that the individual share in those social decisions determining the quality and direction of his life; that society be organized to encourage independence in men and provide the media for their common participation […] Like the political and economic ones, major social institutions —cultural, education, rehabilitative, and others— should be generally organized with the well-being and dignity of man as the essential measure of success.
The modern concentration of wealth is fantastic. The wealthiest one percent of Americans own more than 80 percent of all personal shares of stock. […] While real social needs accumulate as rapidly as profits, it becomes evident that Money, instead of dignity of character, remains a pivotal American value and Profitability, instead of social use, a pivotal standard in determining priorities of resource allocation”.

Estos fragmentos pertenecen al largo manifiesto de la SDS conocido como Port Huron Statement que data de 1962. Al contrario que el muy icónico Mayo francés de 1968, la New Left norteamericana no ha despertado el interés de la academia española, exceptuando a algunos sociólogos que como Enrique Laraña o Jose Enrique Rodríguez Ibáñez, tuvieron la oportunidad de desarrollar sus estudios de doctorado y estancias de investigación en la Universidad de California en la primera mitad de la década de 1970[v].

A pesar de que aquí solo extracto algunos párrafos de este manifiesto, si se lee en toda su extensión podemos advertir cómo las ideas y valores plasmados en él son un estupendo punto de partida, no solo para comprender las grandes movilizaciones y la contra-cultura de la época en Estados Unidos y Europa, sino también para abordar otros movimientos sociales, temas e ideas que han resultado clave en el acontecer de las sociedades posindustriales desde entonces y que llegan hasta nuestros días.

Como lo hicieron en aquellos años y en el presente, los movimientos sociales contemporáneos ponen a nuestras sociedades ante un espejo en el cual se reflejan los problemas que enfrentamos y que nuestras instituciones políticas y económicas con muchas dificultades afrontan en esta época de incertidumbre, y en la que dos aspectos interrelacionados entre sí cobran especial relevancia para los ciudadanos, colectivos y asociaciones de la sociedad civil en los que estos se agrupan: la idea de democracia, por un lado, y la de autorrealización y dignidad personal, por otro, aspectos clave en el señalado manifiesto.

Las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales inclusivos y transversales que no necesitan centrar sus demandas en ideologías políticas como el nacionalismo, el socialismo o el liberalismo para alcanzar sus objetivos y ampliar su base social vienen siendo espacios desde los cuales los ciudadanos demandan responsabilidad a los gobernantes que gestionan los asuntos públicos que los afectan en su día a día: la igualdad entre mujeres y hombres, la discriminación y los derechos civiles, el control de armas o la garantía de las oportunidades de vida (al margen de la edad), son solo algunos de los ejemplos que están de plena actualidad en dos sociedades como la norteamericana y la española, que a día de hoy, ya sí, viven un mismo tiempo. Un devenir vertiginoso en el caso de la española si echamos la vista atrás[vi].

Escrito por Rubén Díez, doctor en Sociología por la UCM y profesor de las Universidades Carlos III y Complutense de Madrid, ha participado en diversas investigaciones sobre organizaciones y movimientos sociales junto a Enrique Laraña y asesoradas por Aaron Cicourel, Universidad de California. Entre sus últimas publicaciones destaca el libro Democracia, dignidad y movimientos sociales. El surgimiento de la cultura cívica y la irrupción de los indignados en la vida pública (junto a Enrique Laraña), publicado por el CIS; y los artículos “More than a Copy Paste: The Spread of Spanish Frames and Events to Portugal” en Journal of Civil Society (junto a Britta Baumgarten), y “The indignados in Space and Time: Transnational networks and historical roots” en Global Society.


[i] Entre las numerosas obras que se han publicado sobre el tema en Estados Unidos, me gustaría destacar la de la socióloga Ruth Braunstein en Prophets and Patriots. Faith in Democracy across the Political Divide, por el tipo de aproximación que desarrolla sobre este fenómeno y que guarda ciertos paralelismos con mi propuesta.

[ii] Democracia, dignidad y movimientos sociales. El surgimiento de la cultura cívica y la irrupción de los indignados en la vida pública. Publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas.

[iii] Pueden verse los capítulos 11 y 13 principalmente.

[iv] The ‘Indignados’ in Space and Time. Transnational networks and historical roots. Publicado en Global Society.

[v] El tema de la New Left y de los movimientos estudiantiles ha sido tratado por Enrique Laraña, por ejemplo, en algunos capítulos de La construcción de los movimientos sociales (1999), y en un libro que coeditó y contó con la participación, entre otros referentes en el estudio de los movimientos sociales, de Dick Flacks, miembro clave de la SDS: New social movements. From ideology to identity (1994), “libro sobresaliente del año” en Estados Unidos y publicado también en español por el Centro de Investigaciones Sociológicas. Rodriguez Ibáñez por su parte también trata el tema de la Nueva Izquierda norteamericana, por ejemplo, en alguno de los capítulos finales de su libro El sueño de la razón. La modernidad a la luz de la Teoría Social. Para una visión, muy telegráfica, acerca de los años que pasaron en California puede verse el texto de Emilio Lamo, “California y la amistad”, en el homenaje que se realizó a Enrique Laraña en 2014.

[vi] Véase Bienvenido Mr. Smith en este mismo espacio.

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