La figura del lobbysta, desde su establecimiento aún no normativo, pero si factual, a finales del XVIII en Estados Unidos, se ha normalizado con el tiempo hasta considerarse en la actualidad una práctica de habitual consumo entre representantes políticos y empresariales, quienes buscan el maridaje perfecto entre sus intereses y la influencia que pueden ejercer sobre el legislador para que aquellos salgan fortalecidos. A diferencia de Europa, donde el término parece articularse como vía que explica el proceder de determinados intereses empresariales en conseguir favores legislativos y políticos, en Estados Unidos se ha conseguido asentar como una praxis necesaria para que los ciudadanos se informen de cómo se gasta el dinero las firmas que apoyan o con quién se reúnen sus legítimos representantes políticos.
La praxis de un lobby fundamenta el propio concepto democrático en el cual se asientan los principios fundacionales de la nación. Esa idea refuerza que sean la voz de muchos ciudadanos quienes, a título privado, financian organizaciones, asociaciones o empresas, buscando posicionarse en contextos determinados de cambio político. La primera de las resoluciones que reconocía y exigía el registro de los lobistas se adoptó en 1876, en la Cámara de Representantes. Desde entonces, es una actividad protegida por la ley, que registra la labor de mediación que las empresas realizan, contratadas para conectar diferentes intereses e influir en el poder legislativo en beneficio de su cliente.
La política actual de Washington, desde que en los ochenta se abriera en parte la veda de los negocios, ha acercado al mundo empresarial al Capitolio y a la Calle K. Los grandes debates públicos y legislativos empezaron a contar con grandes nombres empresariales, sobre todo desde la última etapa de la Administración Reagan y hasta el desembarco de Obama en la Casa Blanca. Invertir en influencia y en comunicación les resultó muy rentable a las grandes empresas del país. Abrir un despacho cerca del Congreso y a escasos metros de la Casa Blanca permite establecer un canal privilegiado de contacto e información filtrada con los responsables de promulgar leyes. No obstante, la inversión y gasto de las empresas en firmas de lobby dependerá siempre del contexto en el que surge una particularidad. Si hablamos por sectores, el que más presión ejerce actualmente, y por tanto más influye en la política de Washington, es el farmacéutico, seguido del sanitario, las aseguradoras y el sector relacionado con petróleo y gas.
Diferentes temas como la regulación del sistema financiero, la reforma sanitaria del programa Medicare o la reforma de la educación han movilizado millones de recursos en los últimos años para apoyar una y otra causa. Existen registros públicos que facilitan al ciudadano saber qué sucede de puertas hacia dentro del Capitolio, y también extramuros del mismo, como Open Secrets, que se encarga de informar sobre responsabilidad y transparencia.
En la primera década del siglo actual, la inversión de los diferentes lobbies, tal como recoge el Center for Responsive Politics CPR, se multiplicó, pasando de los 1.500 millones de dólares hasta los más de 3.500 millones de dólares. No obstante, las relaciones siguen siendo intensas y la reciprocidad entre élites empresariales y políticas están a la orden del día. Es lo que Lee Drutman, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad John Hopkins denomina el “efecto bola de nieve”, que explica que las empresas, cuanto más lobby hacen, más intereses en juego desarrollan y por tanto, más necesidad de hacer lobby tienen para que esos intereses se vean satisfechos. De ahí que las reuniones entre políticos y lobista sean constantes, en torno a un almuerzo, una cena o en un despacho. Con ello no se garantizan favores especiales, sino simplemente estar, tener al lado a alguien que puede cambiar una ley o influir para cambiarla.
Los lobbies en Washington no compran votos, compran tiempo con los que luego votan las leyes. Una labor de confianza y persistencia, tal y como la describe Drutman. Si quiere que una ley salga adelante, el lobista potenciará sus poderosos efectos en la economía del país y el consiguiente aumento de los puestos de trabajo, amén del posicionamiento internacional y de reputación consiguiente de la administración y políticos que lo impulsen. Si el deseo del lobby y de la empresa que lo financia es, por el contrario, que una ley no se apruebe, incidirá, con la misma convicción y pasión, en los mismos efectos, pero en sentido inverso, acentuando negativamente cada una de las parcelas afectadas.
Influir en Washington siempre ha sido, desde hace siglos, el gran motivo de las grandes corporaciones del mundo. Esa influencia acaba finalmente por cortejar a congresistas y senadores, que, a modo de lo que aquí conocemos como puertas giratorias, acaban trabajando de forma directa o indirecta para lobbies después de dejar la administración pública. Una práctica común que no implica delito mientras no existan comisiones demostrables de por medio. Muchos ciudadanos en Estados Unidos, hay que volver a recordarlo, respaldan este ejercicio y aprueban, mientras cierto control administrativo se siga ejerciendo, su necesario funcionamiento.
Escrito por Francisco Carrillo, director de La Fábrica de Discursos, licenciado en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y licenciado en Historia por la Universidad de Córdoba. Consultor político y asesor de comunicación política y empresarial. Entrenador de discursos y oratoria pública de candidatos políticos, gobernantes, directivos y empresarios. Experto en estrategia de discurso en campaña electoral, gestión de gobierno y comunicación de crisis. Ha trabajado y desarrollado estrategias de comunicación para organizaciones y multinacionales como Bertelsmann Group, Carrefour, Amazon, IKEA, UNICEF, Randstad, Nokia-Microsoft, Vertex, Aguirre&Newman, APD España, Metlife, Red.es, Grupo Correos, Room Mate, Eroski, Mundiplan o Lindorff. Ha desarrollado estrategias de discurso y oratoria política en campañas políticas electorales de España, México, Ecuador, Venezuela y EE.UU. Es autor de varios libros, entre los más vendidos: Tus gestos te delatan. Las claves para ser un buen comunicador, publicado en la editorial Espasa (Planeta) y El porqué de los populismos, publicado por Deusto (Planeta).
Puedes leer el artículo completo en el último número de la Revista Tribuna Norteamericana, publicación de difusión con base científica que recoge artículos relacionados con la política, la economía, la sociedad y la cultura de Estados Unidos, realizada por la Fundación Consejo España-Estados Unidos con la colaboración del Instituto Franklin-UAH. La presentación del número 27 de Tribuna Norteamericana se realizará el próximo 10 de octubre de 2018 en Casa de América.
Artículo completo: Lobbies: un acercamiento a la realidad de su influencia en la política norteamericana escrito por Francisco Carrillo