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Ike in Spain

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El 21 de diciembre de 1959 el presidente Dwight D. Eisenhower aterrizaba en Madrid, penúltima etapa de un periplo que le había llevado a visitar tres continentes en tres semanas. Aquella breve escala resultó muy importante para las autoridades españolas: era la primera vez que un presidente del país americano realizaba un viaje oficial a España, también era el primer jefe de Estado occidental que se entrevistaba con el general Francisco Franco desde la II Guerra Mundial. Eisenhower, además, era un héroe militar, famoso por su contribución a la victoria aliada. Tal visita, por otro lado, no estaba inicialmente programada en el itinerario presidencial. Había sido necesaria la presión de la diplomacia española (encabezada por su titular, Fernando Mª. Castiella) para que se produjera. El momento tampoco era casual. Por entonces empezaban a ser operativas las bases militares y otras instalaciones construidas por Estados Unidos en territorio español en virtud de los acuerdos bilaterales de 1953.

Las autoridades españolas desplegaron una activa campaña de propaganda, interior y exterior, para convertir lo que no era más que una visita de cortesía, aceptada casi in extremis, en una inequívoca demostración de la amistad hispano-norteamericana. Se editó un folleto conmemorativo con información sobre la visita, en español e inglés, y se preparó un centro de prensa para acoger a los medios de comunicación nacionales e internacionales. Días antes de la llegada de Eisenhower la prensa y la radio españolas ya venían siguiendo su periplo por los diferentes países.

Simultáneamente la ciudad se fue engalanando con emblemas y pancartas de bienvenida, banderas de ambas naciones, retratos gigantes, e incluso letreros luminosos y arcos de triunfo por la ruta que iba a seguir la comitiva presidencial. La víspera de la visita el alcalde de Madrid publicó un bando exhortando a la población a recibir con entusiasmo al “hombre más importante de la Tierra”.

A las 16:25h aterrizaba en la base de Torrejón el Boeing que transportaba desde París al presidente americano, el propio Franco le esperaba al pie de la escalinata de su avión, junto a un nutrido plantel de ministros de su gobierno y otros altos cargos del régimen. Tras los discursos protocolarios el cortejo se dirigió a Madrid, donde les recibió el alcalde, y prosiguieron su ruta ahora en un coche descubierto, con escolta de la guardia de honor, por la avenida de la Castellana y la Gran Vía, para concluir en el Palacio de la Moncloa. La asistencia popular a aquel recorrido fue multitudinaria (evaluada en torno al millón de personas), animada por las autoridades locales que declararon el día festivo en dependencias ministeriales y centros escolares, y también por la propia curiosidad de los ciudadanos madrileños que deseaban contemplar el espectáculo y aclamaron de buena gana a “Ike”. Más tarde… cena de gala, brindis por la amistad bilateral, breve concierto… y desayuno de nuevo de ambos mandatarios para cambiar impresiones superficiales sobre temas de política internacional. Posteriormente, se dirigieron en helicóptero a la base de Torrejón, para que Eisenhower tomase otro vuelo a las 11 de la mañana en dirección a Marruecos.

La visita duró en total 18 horas y media, ni siquiera un día completo. Para las autoridades españolas fue un éxito en términos simbólicos, plasmado en despachos informativos y noticias, fotografías, documentales… Para las norteamericanas una mera escala, no prevista inicialmente y posiblemente tampoco deseada, pero inevitable para no herir la susceptibilidad de sus aliados españoles en un momento que podía resultar inoportuno para su despliegue militar en este país. Máxime cuando empezaban a formularse las primeras críticas hacia la ayuda económica y militar que Estados Unidos suministraba en contrapartida disponer de amplias facilidades estratégicas en suelo español.

En el transcurso de aquella estancia no se trató ningún asunto relevante, fue un mero ejercicio de imagen. Así lo reflejó la instantánea del abrazo entre Franco e Eisenhower, que recorrió las portadas de la prensa española y que ha llegado hasta nuestros días como uno de los iconos de la rehabilitación internacional y el fin del aislamiento del franquismo. Una instantánea que no tuvo nada que ver con la ofrecida por los boletines oficiales norteamericanos, donde aparecía Eisenhower regalando una muñeca y recibiendo un beso de una niña española. Ambas imágenes, desde luego, estaban lejos de ser inocentes. Cada una de ellas transmitía un mensaje distinto hacia la opinión pública: estrecha compenetración con el líder del mundo occidental desde la óptica oficial española, apuesta por el futuro español sin la presencia de la dictadura desde el lado norteamericano. A la postre, la que acabó calando en la memoria histórica fue la primera, con su dilatada resonancia a la hora de interpretar la relación bilateral.

Abrazo entre el presidente Dwight D. Eisenhower y el general Francisco Franco, en el aeropuerto de Torrejón. 1959. NARA, Still Pictures, RG 306, EGT, Box 2, 60-4361.
El presidente Eisenhower entrega una muñeca a una niña española (Rosa M.ª Jiménez). 1959. NARA, Still Pictures, RG 306, EGT, Box 2, 60-3616.

 Escrito por Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, investigador científico del Instituto de Historia, CCHS-CSIC, doctor por la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus líneas de investigación destacan: las relaciones internacionales de España en el siglo XX, la acción cultural exterior de España y la diplomacia pública de Estados Unidos hacia Europa. 

 

En la página web del Instituto Franklin-UAH se puede consultar la Biblioteca de Estudios Norteamericanos del Instituto Franklin-UAH, el repositorio de fotografías EEUU-España en el siglo XX y sus publicaciones. 

Colección Visita Eisenhower 1959

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