El pasado lunes 7 de diciembre se publicó en la prensa el discurso de aceptación de la poeta Louise Glück tras haber sido galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2020. Se trata de un texto breve, íntimo, delicado, en el que, además de compartir memorias de su temprana fascinación por la lírica, nos ofrece su visión particular de lo que la poesía significa para ella. Recuerda Glück que de muy niña, durante las temporadas que pasaba en casa de su abuela materna en Long Island, disfrutaba imaginando juegos literarios en los que concedía los laureles poéticos a sus versos favoritos. El poema que ostenta el honor de ser su primer elegido fue uno escrito por William Blake, “El niño negro”, cuya candidez, así como la verdad devastadora que ilumina, confiesa que aún la conmueven. Después, en la adolescencia, se entregó entusiasmada a la lectura de Emily Dickinson y se sintió una elegida, como si la autora le hablase a ella sola. Nos dice Glück que le atraía la intimidad dialógica que nacía al leer los versos de la poeta de Amherst. Además la joven poeta se identificaba también con la aversión de Dickinson hacia la fama y ante las servidumbres de una vida pública. Para Glück, ambas realidades, el deseo de escribir poemas que interpelasen a sus lectores, uno a uno, con una cadencia suave y a la vez apasionada, y la cautela de que la recepción de su obra no implicara la renuncia a su privacidad, han marcado siempre la identidad de su voz poética y de su figura literaria.
Precisamente ese temor a convertirse personaje público, su deseo de huir de la literatura de masas y de alejarse de lo que ella llama “una poeta de grandes auditorios”, la ha llevado a escribir un tipo de poesía que cultiva la intimidad con el lector, que transforma el acto de la lectura en un vínculo “furtivo” y “clandestino”. La poesía desnuda de Louise Glück requiere quietud y recogimiento; lo que sus versos ofrecen es una conversación íntima, cómplice, un encuentro amigo con el receptor, al que invita a participar de la lectura de una manera esencial, “como destinatario de una confidencia o una protesta, en ocasiones como co-conspirador”.
En su anuncio, la Academia Sueca ensalzaba la “inconfundible voz poética” y la “belleza austera” de la obra de Glück, así como la capacidad de su poesía para elevar a universal la existencia y los anhelos del individuo común. Los temas de sus doce volúmenes de poesía abarcan realidades muy variadas y, podríamos también decir, asuntos tradicionales de la lírica como son la niñez, la muerte, el desamor, la vida familiar o el universo doméstico. Su poesía, sin embargo, se aleja de lo sentimental hasta el punto de que ha sido descrita como oscura y descarnada, especialmente en los versos que parecen rozar la confesión. Lo llamativo es que, aun reconociendo la presencia autobiográfica en la obra de Glück, la Academia Sueca descartaba en su laudatio la etiqueta de confesional incluso para los poemas en los que la autora se adentra en asuntos tan dolorosos como la depresión, la búsqueda de sanación emocional, o el sentimiento de fracaso y de soledad. Me pregunto por qué habría que desechar la idea de que la autora quisiese legitimar su sufrimiento inscribiéndolo en sus versos.
Aunque Louise Glück sea poco conocida, los premios y reconocimientos a su obra dan una idea cabal de la importancia de su producción poética. Su obra ha sido traducida a numerosas lenguas, también al castellano en las cuidadas ediciones de la editorial Pre-Textos. Entre los premios que la autora ha recibido cabe destacar su nombramiento como Poeta Laureada del Congreso de los EE. UU. para el período 2003-2004, el Premio Pulitzer por El iris salvaje en 1993, la condecoración con la Medalla Nacional de Humanidades en 2015, y podríamos añadir hasta más de una docena de honores importantes que confirman el aprecio del mundo literario, y sin embargo Louise Glück ha logrado eludir las obligaciones sociales que suelen acompañar al éxito. Han pasado dos meses desde que Glück recibió la noticia del Nobel y llama la atención su discreción, su silencio mediático. Cuando el teléfono empezó a sonar insistentemente, la poeta declaró que se sentía abrumada con una mezcla de conmoción y júbilo, y recalcó que su absoluta prioridad era preservar la vida cotidiana de las personas a las que ama.
El día en que se anunció el Nobel de Literatura 2020 decidí llevar a clase un poema de Glück, “The Wild Iris” (1992). Lo escogí porque existe una grabación de la poeta recitándolo. Creo que mis estudiantes, al menos algunas, se adentraron en aquellos versos y disfrutaron con la lectura. Algunas incluso compartieron con el grupo sus ideas sobre el poema mostrando una exquisita sensibilidad y un juicio preciso. Me alegré mucho de haber interrumpido nuestra programación para aquel día y haberle dedicado unos minutos a la poesía. Las estudiantes también se alegraron. La otra vocación de Glück es la docencia. Cuando le preguntan que por qué enseña, Louise Glück afirma que disfruta enormemente con los estudiantes, especialmente con los que poseen talento, pasión y son algo excéntricos porque sus comentarios geniales siempre la obligan a pensar.