El proceso de reflexión dentro de la OTAN (NATO 2030), así como la decisión de revisar la Alianza Concepto Estratégico en 2022 plantean dos conjuntos de preguntas: la primera se refiere a la adaptación de la organización al entorno de seguridad del mañana; el segundo es sobre si hay acuerdo dentro de la Alianza sobre el tipo de organización que se va a construir, y cuáles son sus principios y los métodos deberían verse así.
En una reunión en Tallin en mayo de 2011, organizada por el Ministerio de Defensa de Estonia, el directorio de Política nuclear de la OTAN y la USDTRA sobre la Revisión de la Postura de Disuasión y Defensa de la OTAN (NATO Deterrence and Defense PoSture Review), se me pidió que me dirigiera a una audiencia de expertos sobre lo que pensaba que serían los desafíos futuros para la OTAN. Elegí el concepto de disuasión, la RPCh y el espacio: primero, por una cierta crisis en la disuasión como estrategia y teoría; segundo, la RPCh comenzaba a representar un gran desafío en términos estratégicos y militares; y, finalmente, el progreso imparable en la militarización del espacio. Otros colegas hablaron de otros ámbitos, pero no se habló apenas sobre el impacto de la Cuarta Revolución Tecnológica y, aún menos, sobre las amenazas biológicas. Durante estos años nuestra atención estaba situada en la recuperación de la crisis económica, el cambio climático, el terrorismo o las Primaveras Árabes. Aún, las acciones de Rusia en Crimea y Ucrania iban a centrar la atención de la UE (sobre todo de los Estados del norte y este de Europa) en la llamada ‘guerra híbrida’ o ‘doctrina Gerasimov’, y las campañas de desinformación rusa. Sin embargo, tampoco se reconocía el futuro del escenario internacional como una competición entre grandes potencias con un orden internacional liberal en declive.
Claramente la necesidad de una política espacial clara para OTAN, la vuelta de la importancia del arma nuclear está cada vez más clara tanto para la OTAN como para las grandes potencias del sistema internacional, el debate sobre el giro al Indo-Pacifico y el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, elevan la doble cuestión de compromiso americano a la OTAN en Europa y el papel potencial de la OTAN frente a China. Todos estos temas se han convertido en el tema de futuro y en gran medida un factor de enorme impacto: ¿en qué tipo de alianza debe convertirse la OTAN para el futuro? Además, el proceso de empeoramiento de las relaciones con Rusia y la actual crisis por Ucrania va a llevar claramente a una redefinición de la OTAN hacia un perfil más acusado de alianza militar, aunque se quiera mantener el que había estado siendo estructurado como organización de seguridad regional durante los años de la post-Guerra Fría, tal como se puede observar en sus políticas de estructura de mando y operaciones. Los cambios en el sistema internacional hacia un modelo muy competitivo e incluso revisionista, empuja a la OTAN a retrotraerse a la era de la Guerra Fría, complicado con toda una serie de amenazas y desafíos nuevos, como las amenazas híbridas, el ciberespacio, y una conflictividad en el Norte de África y el Sahel que también obligaran a la OTAN en considerar el antiguo Flanco Sur en un nuevo Frente Sur.
España, tras la publicación de la nueva estrategia de seguridad nacional recientemente, tendrá que tomar ciertas decisiones importantes dado el escenario internacional y la desaparición de varios factores que durante años suavizaban los problemas de seguridad de la nación. Así, España no tendrá más remedio que realizar ajustes importantes en su política exterior, seguridad y defensa, dada la naturaleza de las amenazas y la pérdida de peso de dicho país en el concierto internacional. La celebración de la cumbre de OTAN en España en junio de este año y la publicación del nuevo concepto estratégico deberían de sumir a las instituciones del estado en una reflexión profunda y extensa del futuro de España a largo plazo en un concierto internacional que se avecina y que no parece que será nada favorable a la posición actual de España.