La noticia venía sonando con fuerza durante los últimos días: el presidente Joe Biden comunicaría en breve su decisión relativa a las próximas elecciones presidenciales. Lo ha hecho este martes mediante un vídeo en el que finalmente deshoja la margarita y anuncia su presentación a las presidenciales del 2024. Asegura que este paso adelante tiene como objetivo “salvar la democracia”, mensaje presente desde las primeras imágenes expuestas en el vídeo –el asalto al Congreso en enero de 2021– y la palabra “libertad” con la que el presidente inicia su monólogo.
Su decisión no ha sorprendido, si bien éramos muchos quienes esperábamos que diera un paso al lado y permitiera el acceso a la NBA de la política a jóvenes promesas demócratas. Habrá quien afirme que entre sus filas no hay figuras de renombre con garantías mínimas para renovar el mandato demócrata, pero ¿quién conocía en febrero del 2007, cuando anunció su candidatura, a un senador con nula experiencia política al haber ganado su escaño en el 2005? Veinte meses más tarde Barack Obama se convertía en el 44º presidente de los Estados Unidos.
En noviembre del 2024 sabremos lo acertado o errado de tal decisión, dando por supuesto que el actual presidente será el definitivo candidato demócrata. Una decisión que va más allá de la propia voluntad del presidente e interesa de lleno a todo el aparato político de su partido. Finalizando el 2022, proclamó Biden que comunicaría sus intenciones políticas en el mes de enero. Posponer durante tres meses la noticia puede interpretarse, y así lo hago, como la necesaria cuarentena para sondear voluntades en el partido. En ese sentido, apoyar la candidatura de Biden, impidiendo la proyección de otros candidatos, bien pudiera ser el resultado o la respuesta política a lo que está ocurriendo en el bando republicano. Para ser más claro, el apoyo a Biden implica que los demócratas asumen que su adversario presidencialista volverá a ser Donald Trump.
El referido vídeo de presentación es prueba palpable de tal hipótesis. El presidente no rehúye el enfrentamiento en el terreno de juego donde Trump se mueve más cómodamente y se dirige de forma muy especial a minorías étnicas, mujeres, simpatizantes LGTBI…, es decir, integrantes del movimiento woke estigmatizados por su rival. Al mismo tiempo, hace un llamamiento a los republicanos ajenos al radical movimiento MAGA (Make America Great Again –Haz de nuevo grande a América), señalando que hay caminos más allá del radicalismo y extremismo ideológico.
Probablemente los estrategas del partido han asumido que, si ya le venció en una ocasión, incluso ocupando la presidencia, resistió con éxito el embate trumpista en las elecciones de medio mandato, y es Trump quien ha sufrido mayor desgaste pese a su creciente popularidad a raíz del asunto “Stormy Daniels”, la victoria no se les puede escapar. Tan solo así se entiende el apoyo a un político octogenario, con más sombras que luces en sus dos años de presidencia, unos niveles de popularidad que ni dejos han llegado a alcanzar el 50% y una desafección en torno al 62%… La apuesta demócrata tiene sus riesgos, imagino que medidos y evaluados, y me uno a las filas de quienes piensan que, si las elecciones se celebraran hoy y/o en un hipotético enfrentamiento con Trump, saldría vencedor. Pero ¿qué ocurrirá si los republicanos presentan otro candidato?
En estos momentos tal hipótesis puede parecer peregrina, pero en absoluto es descabellada. No son pocos los mandatarios del partido –con antiguos candidatos presidenciales a la cabeza– que albergan serias dudas sobre las posibilidades reales de victoria de Trump. La ausencia de candidatos de peso debe entenderse dentro de la dinámica del momento, pues enfrentarse abiertamente al expresidente en las actuales circunstancias supondría el suicidio político del republicano que lo intentara. También la poderosa conservadora Fox puso en duda y entredicho renovar la opción Donald Trump. Si finalmente los republicanos optan por un candidato joven y dinámico, que garantice la renovación política del país y supere cualquier tipo de barreras a uno y otro lado –ya sean woke o MAGA-, los demócratas pueden haberse cavado su propia tumba.
