Me resulta imposible recordar elección presidencial norteamericana alguna que resulte tan atípica y singular como la que se celebrará en el 2024. Obviando aquella temprana de 1804 cuando el Vicepresidente Aaron Burr mató en un duelo a su contrincante Alexander Hamilton, ni la de 1992 con Ross Perot en el papel de David enfrentándose a dos poderosos Goliats –Bush Sr. y Clinton–, ni la de 1920 con el candidato Eugene Debts presentándose por quinta vez, en esta ocasión desde la cárcel, tienen parangón con lo que estamos viviendo en estos momentos.
La última entrega tiene que ver con el anuncio del gran vencedor republicano en las elecciones de mitad de mandato celebradas en el 2022, el gobernador de Florida Ron de Santis, quien concurrirá a las elecciones primarias de su partido. Decisión sorprendente para algunos, tal vez mayoría, pues lo anuncia en sus momentos de más baja popularidad. A comienzos de mayo su porcentaje en este apartado era del 30%, la semana pasada había descendido hasta el 20%. Estos guarismos resultan más significativos al compararlos con su otrora valedor e indiscutible rival en esta larga carrera de más de un año, Donald Trump. En las fechas referidas el expresidente ha pasado de un 46% a un 53,5%, duplicando ampliamente los números de su díscolo pupilo.
Particularmente nunca tuve la menor duda sobre el paso dado por de Santis y así lo he venido expresando en todo tipo de medios de comunicación. Sus acciones legislativas –sobre todo en el ámbito de la educación reforzando el papel parental– y actuaciones populistas –con deportaciones de inmigrantes a otros estados– del ya candidato apuntaban en esa dirección. El único elemento de sorpresa radica en la forma escogida para hacerlo público, haciéndose acompañar del pintoresco Elon Musk, propietario de Twitter y Tesla entre otras empresas, tan millonario –una fortuna estimada en 140 billones de dólares– e imprevisible como el propio Donald Trump. Sea como fuere, la reciente noticia marca un antes y un después en la carrera presidencial con línea de meta en el Despacho Oval en el 2024.
Para el aparato republicano la candidatura del gobernador de Florida es una buena noticia –por más que en la lista de presidentes no haya ninguno de ese estado–. De Santis se ajusta a la ortodoxia republicana de bajada de impuestos, recorte en gastos federales, defensa de la familia y tradicionales principios morales respecto al aborto o los matrimonios homosexuales… pero sin las estridencias del expresidente Trump. Un reciente titular del Financial Times (24/3/23) afirmaba que de Santis era “Trump without nonsense” (“Trump sin tonterías”). Sabedor de su potencial, no resulta extraño que Donald Trump cargara contra él a la semana siguiente de que su contrincante “in pectore”, tras salvar los muebles republicanos en las elecciones de medio mandato, rehusara cordialmente suscribir el apoyo a la candidatura de su antiguo mentor. Siempre fiel a su estilo, Trump lo consideró un “político de medio pelo” que le debía precisamente a él haber llegado a donde estaba, y entre otras lindezas lo calificó de “albóndiga”, “mojigato”, “diminuto D” o el más imaginativo “Desanctimonious”. De Santis evitó entrar al trapo, que diría un taurino, poniendo implícitamente de manifiesto que sus formas en nada se parecerán a las de su antiguo protector.
El anuncio también habrá supuesto una buena dosis de alegría para los medios de comunicación conservadores con la Fox a la cabeza. Aunque el anuncio oficial se efectuará en una suerte de entrevista en Twitter con Musk (acaso pretende mostrar que, al igual que Trump, esa será su principal vía de comunicación con la ciudadanía), ya se anuncia una inminente entrevista en la cadena propiedad de la familia Murdock. Obviando otros candidatos como Pence, Haley, Ramaswamy, o Hutchinson, con estimaciones todos ellos inferiores al 5%, parece que la batalla republicana está servida. Tan solo queda por ver si será o no fratricida.
En cuanto a las implicaciones de esta nueva candidatura para el Partido Demócrata, me remito a mi último DIÁLOGO ATLÁNTICO del pasado 26 de abril, “La peligrosa decisión de Biden”, aunque sin duda el asunto meritará una reflexión más profunda y concreta.
