Desde la reinstauración del orden constitucional en España, todos los presidentes del Gobierno español han sido recibidos por los distintos inquilinos del Despacho Oval durante sus respectivos mandatos. Cada una de estas visitas ha representado un importante hito en la relación bilateral entre España y Estados Unidos; y ha contribuido al fortalecimiento de la cooperación en una amplia gama de temas de interés mutuo. Este legado histórico debe ser cuidadosamente cultivado y reforzado con cada nueva cita.
La próxima visita del presidente Pedro Sánchez a su homólogo estadounidense, Joe Biden, está levantado la misma expectación a nivel nacional que los encuentros de los otros cinco presidentes españoles que lo precedieron. Ser recibido por el mandatario estadounidense en su famosa residencia es un claro reconocimiento a la posición de España como un aliado clave de Estados Unidos en Europa. Este reconocimiento se ha visto reflejado en las anteriores visitas de los presidentes españoles a la Casa Blanca, desde Adolfo Suárez hasta Mariano Rajoy, incluyendo la especial relación entre José María Aznar y George W. Bush, o el histórico encuentro entre José Luis Rodríguez Zapatero y Barack Obama, tras cinco largos años de distanciamiento entre la Administración estadounidense y el presidente socialista debido a la retirada de las tropas españolas de Irak y el feo a la bandera de EE.UU. en el famoso desfile. Todos ellos, en mayor o menor medida, demostraron que nuestro país tenía una inequívoca vocación atlantista.
En las diversas ocasiones en las que las delegaciones españolas y estadounidenses se encontraron en el 1600 de la avenida Pensilvania, en Washington D.C., se abordaron temas clave para ambas naciones, como la seguridad y la defensa, la economía y el comercio, o la política exterior. En el ámbito de la seguridad y la defensa, se plantearon cuestiones como la lucha contra el terrorismo y la cooperación en la lucha contra el narcotráfico. También se discutieron materias relacionadas con la seguridad regional, incluyendo la azarosa situación en el norte de África y Oriente Medio. En cuanto a la economía y el comercio, se trataron temas como la inversión extranjera y el acceso al mercado, y los tratados de doble imposición. Finalmente, en el ámbito de la política exterior, se confrontaron puntos determinantes para ambas naciones vinculados a la cooperación tanto en la Unión Europea, como en otros foros internacionales, así como desafíos globales como el cambio climático, o la defensa de los derechos humanos.
Actualmente, todas esas líneas de trabajo colaborativo siguen abiertas a ambos lados del Atlántico, y el similar posicionamiento socialdemócrata de los dos presidentes se interpreta como una ventaja para terminar de perfilar tanto proyectos e iniciativas comunes, como asuntos pendientes. Así se percibió, por ejemplo, durante la Cumbre de la OTAN celebrada los pasados 29 y 30 de junio en Madrid, así como cinco meses más tarde, el 15 y 16 de noviembre, en el marco del G-20 al que tanto Biden como Sánchez acudieron en Bali, Indonesia. En esas dos ocasiones, al igual que muy brevemente en Bruselas, durante la reunión de la OTAN de junio de 2021, quedó claro que cuestiones espinosas como la brusca e inadvertida salida de Estados Unidos de Afganistán, o el proyecto AUKUS firmado por la Administración Biden con Reino Unido y Australia a espaldas de la UE, constituían controversias aparentemente superadas.
Especial relevancia tendrá en esta ocasión la preocupante situación al Este de Europa. En este sentido, no podemos olvidar que Joe Biden y Pedro Sánchez han evidenciado desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania un apoyo incondicional al pueblo y al Gobierno ucraniano; y sus respectivas y constantes conversaciones con el presidente Volodímir Zelenski, así como sus declaraciones en contra de la actitud de Vladímir Putin, son sobrada y ampliamente conocidas y respaldadas. De ahí que este encuentro tan ansiado por La Moncloa adquiera una preeminencia especial; especialmente por producirse en la semana en la que hemos conmemorado, el lunes 8, la derrota de la Alemania Nazi a manos de los aliados; y el martes 9, el Día de una Europa cuya comunidad política de derecho, la UE, presidirá Sánchez, de manera rotatoria y a través de su Consejo, a partir del próximo 1 de julio. Quizá esto ayude también a retomar las rondas de negociaciones destinadas a hacer realidad, por fin, la deseada Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP).
Seguro que el papel de ambos países en el contexto de América Latina estará sobre la mesa de debate, al igual que la defensa conjunta de la democracia en América y más allá. El giro de Sánchez a favor de Marruecos, similar a la postura que mantiene Estados Unidos con respecto al Sáhara Occidental, será un punto de unión añadido entre ambos líderes. Nuestro compromiso renovado con la OTAN, el aumento del gasto en defensa, el nuevo acuerdo sobre la base de Rota que implica el envío de dos nuevos destructores al emplazamiento gaditano, la presión migratoria que sufren tanto Estados Unidos como España, así como la desafección ciudadana y el deterioro institucional y político que afecta a los altos tribunales en ambos países, quizá motiven conversaciones susceptibles de ser resaltadas en la agenda oficial, e incluidas en el documento de conclusiones del relevante encuentro.
Escrito por José Manuel Estévez-Saá y Julio Cañero, investigadores del Instituto Franklin-UAH.